Hubo una época en la que este lugar se lo llamaba “El Pueblo”, donde todos trabajábamos y nadie era más que su prójimo. De día el Sol nos observaba mientras los hombres trabajábamos. Las mujeres cocinaban en una gran olla para todos al mediodía y en las noches se celebraba con baile y música. La fiesta duraba lo necesario como para poder irnos a dormir temprano para empezar un nuevo día.
Un día el Sol vio como un hombre trabajó el doble y al mediodía todos se reunieron en la plaza central y le reconocieron tal acto. Al parecer un amigo suyo había enfermado antes de empezar el día, así que tuvo que suplirlo por esa jornada. Al día siguiente todos se distribuirían las tareas para que nadie tuviera que trabajar más que otro.
Sin embargo el espectador luminoso no tenía interés en saber la razón del actuar de esa gente, más bien se obsesionó con un curioso gesto de las personas hacia el hombre; algo que según lo que pudo averiguar, la gente lo llamaba “aplauso”. Pese a que ningún habitante en “El Pueblo” era más que su prójimo, ese día un hombre estuvo en una posición superior que los demás lo que provocó el reconocimiento de todos. Sin embargo, nunca entendió (ni si quiera hasta el día de hoy) que la grandeza no está en el reconocimiento, si no en hacerse empequeñecerse en favor de los demás.
Pasó cuatro días pensando cómo ser reconocido al igual que el hombre y en un momento de inspiración se le ocurrió elevarse en signo de grandeza y superioridad. Se elevó lo más alto que pudo pero en lugar de mostrar su esplendor, su luz se hizo débil y fue tapada con facilidad por las nubes que traían tormentas consigo. Las cosechas se suspendieron por mal clima y “El Pueblo” no comió por dos días.
Pensó durante 6 días y otra idea vino a él; demostrar su fuerza y capacidad brillando lo más que podía... Su brillo fue tal que ni la sombra de las casas se podía ver, pero lejos de poder reconocerle, los habitantes quedaron cegados casi por completo por un día entero. “El Pueblo” ese día no trabajó y no comió.
Luego de ese fallido intento de ser reconocido, inmediatamente el Sol se frustró y apagó su brillo. Todo quedó sumido en la oscuridad, el miedo apretó las almas de la pobre gente que no lo conocía; los niños lloraban, la tierra no se trabajaba, en las casas se discutía, los hermanos se robaban pertenencias… Nada era igual a como supo ser antes …
El Sol vio todo esto y un sentimiento de culpa tocó su corazón de fuego. Los había privado de lo único que tenía obligación de darles y fue así como decidió volver a brillar… entonces los habitantes sintieron otra vez el calor en sus rostros y sonriendo otra vez se estrecharon las manos como si nada hubiera ocurrido, pues solo quería volver a sus días normales… pero antes de empezar a trabajar “El Pueblo” abrió sus brazos e hizo sonar con fuerza un gran aplauso… aquél aplauso símbolo del reconocimiento del pueblo hacia quien les entrega su mejor cualidad…
El Sol se llenó de alegría y volvió a aparecer todos los días tal como lo hacía antes, y todos los días era recibido con un aplauso y fue reconocido por todos como el más grande héroe que “el pueblo” haya tenido … Todo volvía a ser alegría y paz… Pero…
Un día hubo un habitante que no quiso aplaudir, otro día fueron 3, y así hasta que al tiempo nadie volvió a aplaudirlo, pues ya daban por hecho que todos días iba a volver porque esa era su obligación… Esto volvió a frustrarlo mucho e inmediatamente dejó de brillar como aquel día.
El día que el Sol dejó de brillar por primera vez intentó ser olvidado por todos, pero en “El Pueblo” había una herida que era imposible sanar. Y esta nueva experiencia en la oscuridad solo hizo que esa herida volviera a abrirse. Ocurrieron los mismos desastres, que fueron cesados por el brillo del sol y el aplauso posterior de los habitantes.
Esto ocurrió varias veces, hasta que el sol se dio cuenta que podía descargar su frustración de otras maneras con ellos, dándoles días de intenso calor por ejemplo. También a veces se alejaba a propósito para que llegaran lluvias y tormentas… habían perdido su libertad…
La herida en “El Pueblo” nunca sanó, la jerarquización domina y los habitantes buscan superarse unos a otros. Hoy en día hay hombres que trabajan en condiciones horribles mientras otros buscan sacar ventaja olvidando a su prójimo, las mujeres apenas pueden preparar comida para su reducida familia y los festejos solo se realizan un día en el cual el exceso y el descontrol causan desastres en los habitantes. Actualmente todos vivimos molestos y cansados, y lo peor de todo, ya nos acostumbramos.
El Sol pensó que era un gran cambio para bien, por eso decidió cambiar hasta el nombre del lugar. Después de todo, la vida aquí nunca volvería a ser la misma. Si hasta gruñimos y discutimos mientras colocamos el cartel, en la entrada de lo que solía ser “El Pueblo”, que dice en letras grandes: Bienvenidos a “Mi Mundo”.
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