¿Cómo empezar a describirles esta circunstancia? La verdad no entiendo a que se debe que un ser tan desquiciante como él pudo someterme a estar en cautiverio sin adivinarlo.
Me parece que el anhelaba demasiadas cosas, como para compartirlas conmigo. Pero díganme, ¿Cuánto puede durar una ilusión? No cuento con su eternidad para averiguarlo, no pretendo estar aquí para seguir sonriéndole. Ya no tengo fuerza alguna para enfocarme en él. Me consume, me marchita y empiezo a confundirme… ¿Aún puede matarme?
¿Por qué sigo pensando en que es verdad lo que dijo?
Se que le aterra no haberme encontrarme entre las brazas del averno.
Me tenía cautiva. Tanto llanto que ha fluido de sus ojos, al no ver mi cuerpo en su morada; pero, si he visto con profunda ceguera sus subliminales cariños…

-¿Cómo no he comprendido tu enigma?- me dijo al oído.
-¿Por qué te apegas a mí?- he dicho con antipatía
-¿Por qué…?- me miró a los ojos firmemente y antes que me convocara para entibiar su cuerpo me llamó.- ¡D´Miney!

Al poco tiempo de frecuentar su refugio, nos brindamos el apoyo que nos hacia falta. Así lo decidimos para no asfixiarnos; nos volvíamos extremadamente dulces al oír la voz del otro; sonrientes… a simple vista: satisfechos de saber que el otro existe y que esta condicionalmente. Rellenamos ese vacío que compartimos día con día. Fundidos al punto de ceñirnos en el artificio con el claro interés de insistir en conocernos por mero capricho y no por gusto.
Fuimos embriagados por la fingida felicidad que nos prestamos al vernos a los ojos. Aunque el llanto desconsolador no se infiltre en los rumores de los ajenos.
-Yo seguiré queriendo y pretendiendo saber de vos.- insistía ahora, el viejo alquimista
-Volveré en los días que mas me necesites.- remate diciéndole en su débil oído.