LIBIDINOSO CAPRICHO
Una vez, hace ya mucho tiempo…Un hombre casó con una joven muy pretenciosa… que no sabía hacer de nada. El tiempo se lo pasaba mirándose en el espejo del tocador, alisando con esmero su hermosa cabellera dorada. Para colmo, a la hora de dormir había que recitarle poemas.
Un día de esos, la mujer, acostumbrada a dormirse bajo los efectos gratos de las palabras recitadas, sin poder conciliar el sueño; después de haberse casado con aquel hombre; le dijo ensañada: «si no me declama por la noche poemas para dormirme, me marcho de tu lado»
Milqueades – Así se llamaba el desafortunado hombre – Por desgracia muy rico y perdidamente enamorado de la joven muchacha; pero sus cualidades personales no alcanzaban ni le sobraba el tiempo para convertirse en un trovador.
Atormentado y sin saber que hacer se lo comunicó a su hombre de confianza, quien de inmediato le propuso que se contratara un trovador de eso que abundaban para aquellos días. A la hora que ella fuera a dormir, el bardo le recitara versos desde la habitación contigua, mediante la instalación de un alto parlante en el dormitorio matrimonial.
Sin pensarlo dos veces, el hombre, dio orden a su subalterno para que contratara al mejor trovador que existiera, con el encargo de que su eficiencias sea comprobada por el gusto exquisito de la hermosa mujer.
El hombre de inmediato se fue en busca del poeta, encontrándolo en un pueblo muy lejos de allí. Lo evaluó, comprobando en seguida que era el hombre que buscaba, al reunir las condiciones reclamadas por su superior.
Al presentárselo a la muchacha, éste, esa misma noche puso en marcha el acariciado plan concebido por su subalterno, sin resultado positivo. La mujer, alterada, no concilió en absoluto el reparador sueño, levantándose al otro día muy irritada, de mal humor, gritando improperios.
Milqueades, con sutileza, abrazado a su esposa, sin saber que hacer le dice:
-¿Qué te pasa, mi amor?- Preguntó con mimo- Me dijiste que para dormir tienes que escuchar poesías, sin embargo, ha sido lo contrario ¿No conciliaste el sueño en lo absoluto.
-¡Es que mi madre – Respondió la mujer- me acostumbró desde pequeña, recitarme poesías a los oídos, abrazada y acariciando mi melena! – Dijo llorando.
El hombre de inmediato se puso ¡Chivo! « ¡Esto no está nada bien! » - Se dijo - Era muy atrevido permitir que aquello lo hiciera aquel hombre desconocido, elegante y mucho más joven que él!
-«¡Tengo que ingeniármela para hacerme poeta! ¡Buscar la manera para complacer a mi adorada esposa, sino la pierdo de cualquier forma! » -Se dijo para su adentro.
Lo primero que hizo fue buscar al juglar suplicándole casi de rodillas, que lo convirtiera en poeta, que le pagaría el dinero que pidiera.
El poeta muy compungido le dijo.
-¡Lo siento! Esto es imposible. Hay que nacer con éste don, sentirlo y cultivarlo por años – Respondió el afamado poeta – De lo contrario es un fiasco – Siguió diciendo.
- Pero… -Dijo el acaudalado.
- Ningún pero –Respondió el bardo recogiendo sus pertenencia para emprender el regreso a su pueblo – No me presto a este juego imposible, búsquese otro hombre.
Decepcionado Milqueades, esa noche sin darse cuenta fue a parar a un cabaret de mala muerte. Pidió una copa, otra y otras… Cuando se sentía bien mareado, con su adorada esposa metida entre cejas y cejas, se le apareció un pobre borracho dando tumbos con una botella de aguardiente en su mano, le echó un brazo sobre su espalda diciéndole con voz estropajosa.
-¡Señor! ¡Señor!... ¿Qué hace en éste…piojoso lugar…? –Preguntó con dificultad el borracho, empinando hasta el fondo la botella con el último trago que le quedaba – Su… su pinta es de.. es de un hombre acaudalado… Puedes estar en peligro en éste lugar…apestoso.
- Sin darme cuenta he llegado hasta aquí – Respondió Milqueades colocando un asiento a su lado, invitando al desconocido a sentarse, pidiendo a la vez una copa de aguardiente.
-Lo… lo noto preoo…preocupado – Dijo el desconocido - ¿Qué.. qué le ocurre? ¡Confíes en mi! – Dijo llevándose la copa de alcohol a su boca.
Milqueades se sinceró con aquel hombre desconocido y fue sacando de su pecho y de su cabeza contrariada todo lo que afectaba su existencia por la mujer que amaba. Al terminar de contar en detalle lo que le exigía su amada esposa y lo que había hecho para no perderla, el hombre sin pensarlo dos veces le dijo.
-¡ Déjela… que se marche! – Dijo hipando.
- ¿Cómo me dice esto? – Gritó Milqueades poniéndose tenso sobre el asiento.
- Es.. es la única manera que…que puedes ser un…un buen trovador y re-conquistar un día a…a su adorada… esposa.
- Pero… - Arguyó el acaudalado hombre tratando de refutar la idea de su amigo borracho.
- ¡Llévese de mi…! El trovador que contrató le dijo la verdad – Dijo aclarando su voz para dejarse entender por el hombre – El sufrimiento, el desazón en el alma, es la mejor escuela para hacerse un trovador – Hizo silencio para llevarse nuevamente la copa a la boca. Escanció por completo el líquido que quedaba en ella, Milqueades en ese momento con una señal pidió al barman que se la llenara de nuevo.
- La calle… Las calles - Siguió diciendo, limpiando con el dorso de su mano el licor derramado en sus labios – Es… donde se aprende, donde… se enjugan los sufrimientos con una copa de alcohol… te hace fuerte y puede…sacar de adentro lo que te oprime, asfixia y te quiere matar… - Hizo una nueva pausa.
- Las palabras, entonces – Siguió diciendo - se hacen fáciles, brotan hermosas de lo profundo del corazón – Hizo silencio para luego decir.
- El… el que no ha sufrido por un amor… no, no puede hacer versos. Hay que sentirlos, dolerle en lo profundo del alma - Continuó diciendo – Entonces, con el tiempo nos volvemos poetas… Habladores de las palabras que calman nuestro dolor – Se incluyó-
- Usted parece que has pasado por esto ¿Verdad? – Preguntó Milqueades confundido.
-¡Si!... –Respondió el desconocido – Por eso estoy aquí.. –Se le quebró la voz y los ojos se les nublaron por las lágrimas que querían brotar- …aquí he llorado, aquí he sufrido… aquí, aquí he muerto tantas veces; pero…también aquí he sabido vivir sin tener que cortarme las venas – Calló. Se hizo un silencio sepulcral, roto más tarde por el desconocido.
-Noche tras noche… éste lugar se ha convertido en confidente de mi pesar… Escribo… Escribo para desahogar el dolor que me oprime. Canto, declamo enfurecido ¡Bebo! bebo… hasta ahogar la pena que traigo clavada como una espina en mi pecho… por la mujer que se fue. Cada noche… la nostalgia me mata; pero al otro día amanezco vivo para seguir sufriendo – Calló. Momento que fue aprovechado por Milqueades.
-Una buena lección me ha dado – Dijo con tono desabrido – ¿Sugieres …que para hacerme trovador tengo que pasar por esto? – Preguntó alarmado Milqueades.
- ¡Así es, amigo! – Arguyó el desconocido – Esto…esto es la mejor medicina para el desamor y…y también lo que ayuda a sacar las palabras más hermosas de la interioridad del alma……
Ese primer encuentro con el desconocido fue de mucho provecho para Milqueades. Surgió una gran amistad con aquel hombre, donde él fue el mayor beneficiado. Cada noche aprendía una lección nueva de la vida.
El desconocido resultó ser un poetas de renombre, traicionado por su esposa huyó de su lado, se refugió en las bebidas, convirtiéndose en cliente asiduo de aquel bar.
A partir de entonces los acontecimientos fueron sucediendo vertiginosamente. Cada noche sus encuentros se convirtieron en un hábito, dando al traste con la ruptura del matrimonio de Milqueades, donde la mujer al no encontrar quien le declamara poesías a la hora de dormir, de manera tempestuosa un día se marchó de su lado, dejando un gran vacío y profundo dolor en el alma de Milqueades.
De esta manera Milqueades se hizo un gran poeta, bajo la tutela y enseñanza de aquel hombre de mundo que la vida puso en su camino. Conoció una bella mujer con quien casó más adelante, haciendo realidad su sueño de poeta soñador. A partir de entonces, Milqueades fue feliz al lado de su nueva mujer.
JOSE NICANOR DE LA ROSA.
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