El Usumacinta aúlla desde los Cuchumatanes en cercopitecoidéo; el tercer día del martes se desquebraja el mam y el cuchuj se desmorona en dieciséis diptongos desordenados, así, el curso fluvial, con la lengua endeble, se divide en caudales indeterminados y de poca sintaxis.

En consecuencia, un brazo se accidenta en una geografía rocosa, golpea el monema de un guijarro, lo revuelca hasta la diptéria y, éste, se echa a volar. Por otro lado, un apéndice del río se ha alejado tanto del Popocatépetl, que le es imposible sostenerle el lexema a gritos, se le vuela el gramema y el cerro que trasmuta en una estrella con caldera humeante.

Una roca metamorfoseada en mosca mineral, aletea a su solifluxión siguiendo la pista de una fulgente humareda astronómica; y el infante que ha descubierto, casi por error, la raíz gramatical del Chamá, ríe desconsolado al ver su realidad vuelta un disparate.