También desde el mar:

Me cuesta mucho escribir acerca de Playa Ancha, y es que el final de mi estación allí en el cerro grande del puerto termino catastróficamente y los recuerdos aun duelen mucho, en algún instante regresare a la república independiente. Hubo un espacio muy corto de tiempo que pase por Valparaíso ya que fue solo un día o medio día, un par de horas antes de embarcar en la motonave de la Armada de Chile la “Capitán Orella” fue en los primeros días de diciembre del año 68, y es que habiendo cumplido los 20 fui llamado por el Ejercito para cumplir con el año de conscripción, a los 20 años encerrarse en los muros de un regimiento no era la mejor cosa, de partida era conocido que serian 6 meses o mas para recibir patadas por el culo y palizas al por mayor, el destino; El regimiento de Artillería Nº 2 Arica asentado en la ciudad de La Serena, lleva el nombre de un tipo oscuramente recordado en Iquique, el general Silva Renard, de el conversare mas adelante, así un día después de cumplir los 20 acuartelado en el regimiento Tacna, ambos con oscuras historias en los días posteriores al 11 de setiembre del 73 y antes también.
A la 8 de la mañana entramos a lo que habían sido las caballerizas cuando los cañones eran Krupp, allí fuimos contados y ubicados en los lugares correspondientes, allí nos encontramos muchos amigos ya que todos correspondíamos a jóvenes de la misma comuna (municipio), allí nos juntamos el macaco que más tarde se convertiría en uno de los más grandes traidores, el que entregó a los compañeros de años, varios detenidos desaparecidos, estaba también el Julio que siendo de izquierda estaba en otro partido y en alguna ocasión nos trenzamos a puñetes, pero, la amistad era mas grande que peleas transitorias y el rubio Martín, quien en los 80 al colocar una carga en la vía férrea por un mal calculo y no contemplar los fenómenos físicos su mina que tenía un fulminante eléctrico con el campo electromagnético de las líneas de alta tensión se activo y mató al rubio Martín.
Ese día, desde las 8 de la mañana y hasta las 7 de la tarde bajo el calor que había en las caballerizas del regimiento, contados una y otra vez, formados una y otra vez, los sargentos se paseaban por entre las hileras de jóvenes, a eso de las 12 almuerzo, primero entregaron unas escudillas de aluminio y una cuchara, luego formados por compañías fuimos recibiendo el alimento que nos acompañara por un año, porotos, porotos con aroma a piedra alumbre, para bajar los apetitos sexuales de los 500 y tantos que habíamos en la larga fila, terminada la porotada, directo a lavar los platos, lavar y guardar luego de comer esperar, esperar que nos cargasen en los camiones pegaso con los que tiraban los obuses, de ahí, a la Estación Mapocho, en ella estaban los familiares esperando por los muchachos que íbamos a Valparaíso y de ahí al puerto nortino de Coquimbo, despedirse de padres, madres, hermanos y novias, finalmente llaman a subir arriba de los carros y con el pito del conductor se mueve el largo tren, tres y media hora antes de llegar a Valparaíso, desde la Estación Puerto al Molo de abrigo de la Armada, otra vez esperar, en la espera nos dan una jarro con leche y algo parecido a café, la noche es fresca, un par de horas de espera y la orden de embarcar, por batería subimos uno a unos los pelaos conscriptos, los primeros se ubicaron bajo la cubierta, nosotros últimos sobre la cubierta de la pequeña nave, digo pequeña ya que en ella solo servían 60 marinos y nosotros éramos mas de 300, frío hacia en la cubierta, luego nos percataríamos que fue lo mejor no insistir en bajar ya que a los minutos de zarpar, el movimiento de la nave, su movimiento hizo que el organismo devolviese lo comido, el mareo también soltó los esfínteres y el olorcito por los gases intestinales y aun mas un día entero de verano con los zapatos y calcetines no olian bien los pies, así que mezcla de patas, porotos con alumbre hizo poco apetecible el bajar a los camarotes.

El Dioscoro Rojas dice en su vals:

Valparaíso dale, puerto de mis amores
Hundido en tus balcones un día pude ver
Como un ángel borracho tus calles dibujó
Y tu noche de luces un gran mago la inventó

Esa noche vi el puerto desde el mar, un caos de luces, no podía ser de otra forma, la ciudad puerto es todo menos una ciudad como las otras del país, todo rectángulo, uniformes, simétricas, el puerto una por acá y otras por allí, las de un cerro y las de otras y la verdad que se requirió de un gran mago para hacerlo, y el ángel debió haber estado muy bebido de otra forma no se explica tal anarquía, bello caos, imponente puerto, cielo limpio, luna hermosa reflejándose en el mar, las estrellas están arriba y también abajo, abajo en las aguas del Pacífico poco pacífico, allí en medio de las olas el brillo del firmamento en las aguas reflejando las estrella y también las propias estrellas en forma de peces que por su concentración de fósforo brillan como movedizas estrellas, avanzando junto a la nave, esa noche le dijimos hasta la próxima visita al puerto bello de Valparaíso. Para ese regreso faltaba un año a lo menos, un año que habría que conformarse mirando y recorriendo el puerto de Coquimbo, pero lo de Coquimbo y la Serena es la historia de un año completo en el castillo del cerro Santa Lucia en donde acantonaba el Regimiento de Artillería Nº 2 Arica del General Silva Renard, oscuro militar que su principal éxito militar de su carrera fue él haber ordenado la masacre de trabajadores del Salitre allá en el nortino Iquique es la Escuela Santa María de Iquique, en donde a los menos asesinó a 2000 hombres mujeres y niños, ( esta es otra historia de la que se puede hablar mucho, pero como es otra historia, para otro instante será) jamás sentí orgullo por el lugar en que estuve.
Alguna vez lo he visto desde el cielo, pero desde el mar es imponente.