Esto es sólo un recordatorio, una lista de declaraciones posteriores. El parteaguas siempre será tu partida.

Hoy, como siempre escribo a destiempo. En estos momentos de soledad absoluta de no tener más nada que silencio.

Tras el tiempo que absoluto se niega a volver a estar de parte mía. Tras las sombras que me cubren por la noche sobre esta cama que un día fue nuestra silenciosa cómplice, y se balanceaba a tu ritmo.

Demasiado tarde para todo, para el viento que duele tras su paso. En medio de paredes que mudas sólo se quedan firmes mientras las miro. Y se derrumban al cerrar los ojos, encogiéndose... Y pica el frío.

Te pienso muchas cosas, te extraño de un modo incomprensible hasta para mi, no te pido que me entiendas. Deberían prohibir doler tanto... Castigarte por no saber como dueles, y hacer algo por evitarlo, como desaparecer...

Esto es demasiado complejo para masticarlo solo. No vislumbro solución más dolorosa que tu arribo lejos de mi, no hay atenuantes sino dolorosos paliativos que sólo lo empeoran todo al final, y cargo en la nuca un peso que oprime, recuerdos que punzan y laceran si te pienso.

Tendré que acostumbrarme a no esperarte llegar a casa, a no pensar qué te haré cuando llegues. Planas de olvidar sin ganas, suelo frío de ausencia de tu cuerpo.

Sentado espero a que no duela la cabeza con tu nombre, a que al ver tus fotos no me de un vuelco el estómago congestionado de odio absoluto, de rencor acumulado de no poder besarte, de tristeza simple de no tocar tu cuerpo, que tibio me hacia soñar en un mejor mañana, que nunca llegará tras tu partida.

Me estoy enfermando, estornudo para sacarte de mi cuerpo, pero te inhalo en esas prendas dolorosas que dejaste aquí. Cierro los ojos en el estremecimiento de querer dormir para encontrarte, y no dejarte partir de nuevo. Sólo para decirte que no puedo soltarte, porque me significas lo que a nadie, porque si digo amor es verdadero, y si dijiste adiós, fue para siempre.