Cap.6
-Llorar de alegría también es llorar-
Shinda introdujo los sucios dedos con ansia en el plato metálico. Agarraba la mayor cantidad que podía de aquella pasta y se la llevaba deseosa a la boca sin un solo segundo de descanso. Su avidez era tan feroz que, cuando terminó de devorar el alimento, se vio en los dedos pequeñas erosiones ocasionadas con sus propios dientes. Cuando la escudilla estuvo totalmente vacía la lanzó con furia contra una de aquellas paredes plagadas de luces.
¡Aún tenía hambre!
Se levantó nerviosa y comenzó a andar de un lado para otro de aquel receptáculo, buscando sin éxito algo más contundente para llenar su hambriento estómago. Tocó con las manos cada una de las esquinas de la estrecha habitación y se volvió a sentar desesperada en el suelo. Las luces parpadeantes que emitían las paredes la volvían loca. El sonido siseante y metálico que la envolvía la ponía aún más frenética. Le parecía que llevaba siglos allí encerrada.
Al rato, un sonido similar a una nota musical le hizo levantar la mirada hacia aquella dirección. Una especie de niebla espesa dejaba entre ver como una parte importante de una de las paredes se deslizaba sigilosamente hacia un lateral, dejando un amplio espacio abierto. Por un momento dudo en levantarse y dirigirse hacia el hueco, pero enseguida, una sombra la intimidó.
El Debrariano entró a la estancia sin hacer ni un solo ruido al caminar. Sus pies descalzos eran tan enormes como el resto del ser que, detenido en el umbral de la entrada, observaba silencioso a la chica.
Aquella criatura, de cerca de 2,50 m, vestía un luminoso traje, ceñido y de una pieza, que contrastaba enormemente en color con su piel cyan. Su cabello, rubio y largo se movía hacia los lados, al tiempo que el aire se escabullía por el hueco que había creado la pared al desplazarse.
Shinda se puso en pie, desafiante.
- ¡Ya era hora! – Gritó gesticulando con las manos -… ¡Llevo una eternidad aquí y quiero marcharme!
El Debrariano no se inmutó, pero abrió sus labios como si fuera a emitir algún sonido. Sin hacerlo, giró sobre sí mismo y pasó su mano enorme por la pared.
La puerta se cerró lentamente a su espalda.
De un solo paso, ágilmente avanzó hasta la cercanía de la chica que volvió a sentarse en el suelo amedrentada.
- Yo Debrariano al que llaman Shoel – dijo casi en un susurro acercándose a su cara.
Su voz, como la de todos los Debrarianos, era armónica y profunda.
- Muy bien, tú Shoel, yo Shinda. Echas las presentaciones no tenemos más que hablar. – dijo desafiante -… Ya es tiempo para que me largue de aquí.
- Shoel y los demás son contentos con tú. Bien has sido, pero tú no irte. Tú no terminar aún con Debrarianos.
- ¿¡Que!?..¡No, espera, eso no es lo que dijisteis!...
- Tú acompañas al mundo. Debrarianos necesitan de tú.
Shinda se levantó de un brinco apartándose rápidamente del alienígena y apoyó ambas manos contra el panel a su espalda, buscando desesperadamente el interruptor o lo que fuera que Shoel había tocado para cerrar la puerta.
- Puerta no abrirá – dijo Shoel con tranquilidad - …Puerta abre con pensamiento.
- ¡Malditos mentirosos! – gritó - ¡Me dijisteis que cuando lo encontrara me liberaríais! ¡Que me quitaríais el maldito bicho y me dejaríais ir!
- ¡Shoel ya explicado! ¡Shinda se queda! Pronto iremos lejos. Otro cúmulo de tierra más lejos de la gran agua, donde tú ayudar otra vez… Ahora si quieres mas comer Shoel dirá para traerte comida a tú.
Shinda pareció resignarse en introdujo sus manos dentro de los bolsillos a modo de rendición.
- ¡Está bien! Aún tengo hambre…por favor, tráeme más comida.
- Esta…bien – dijo el Debrariano imitando el tono de Shinda -…Shoel pide por tú.
El enorme ser se acercó de nuevo hacia donde estuvo la puerta y pasó la mano sin tocar la pared. Se oyó una breve nota musical y una abertura comenzó a aparecer delante de él. Shinda se situó a la espalda del alienígena y buscó algo entre los harapos que vestía. Encontró en la cintura de su pantalón un pequeño aparato del tamaño de un bolígrafo y, cuando el hueco de la puerta fue lo suficientemente amplio, lo aplicó con fuerza contra el cuerpo del Debrariano.
Un chisporroteo eléctrico de tono verdoso se disparó desde la punta del artefacto haciendo que el Debrariano cayera instantáneamente inconsciente al suelo.
- Shinda se va, Shoel se queda – dijo con una mueca.
Y, aunque en su interior sentía una gran alegría ante la cercana probabilidad de marcharse de allí, una gruesa lágrima azul celeste le recorrió la mejilla.
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