La felicidad es una idea y un sentimiento.
Es el estado de máximo bienestar al que puede aspirar el ser humano; es tranquilidad y gozo. Es el placer en su forma esencial, no el desbocado, no el que agota al cabalgarlo a galope; el placer no es sinónimo de ser feliz pero es premisa, es el antídoto al dolor, y en ausencia de dolor el campo es fértil a ese sentimiento de plenitud, de ensanchamiento, de capacidad de poder; del poder para hacer, no para someter, del poder para construir y no del poder utilizado para sojuzgar y manipular en provecho propio explotando la debilidad de otros.
Ser feliz no es una extraña condición destinada a seres humanos tocados por un don, o de aquellos que han conseguido todo lo que su ego ha podido desear. Es encontrar en esos efímeros, y no por eso insignificantes, chispazos de luz que iluminan la vida con suficiente constancia, la razón esencial de vivir, el disfrute de la vida.
¿Será más feliz el que acumula un número mayor de esos momentos, o el que teniendo menos los disfruta con más intensidad?
No creo que tenga que ver con la carencia de preocupaciones ni con el desapego hacia los problemas. Por el contrario, surge cuando nuestro esfuerzo es parte de la solución.
Aquel que al despertar rehuye el noticiero para no ver los problemas del mundo, que esquiva los conflictos para no involucrarse en ellos y evade la crítica y la confrontación de ideas contrarias a las suyas, sigue sumido en una realidad de sueño, en la que su felicidad se encuentra por encima de la de los demás y por tanto bastará con preocuparse por sí mismo para ser feliz, y de ese modo piensa que su felicidad supuesta se irradia de manera automática. Esta felicidad es imaginaria, carece del soporte indispensable y duradero que solo lo proporciona la búsqueda permanente por mejorar su entorno, el mismo de todo ser vivo que habita el planeta.
Considero por ello que la felicidad total es un horizonte lejano que entre más se busca más se aleja. Pareciera una contradicción a lo expresado antes, ese es el punto fundamental, no tener en las manos firmemente asida esa felicidad última obliga a seguir buscando y a redoblar esfuerzos; esto incita al individuo a mejorar y necesariamente, en el proceso, va descubriendo que su mundo ahora es otro, uno mejor.
Entonces, siguiendo la línea del planteamiento, concluimos que:
1°- No es posible alcanzar la felicidad absoluta. No, porque habiendo en el mundo un ser que sufra, un niño con hambre, un ser explotado, una guerra, un desplazado, un enfermo, una mujer vejada, una selva aniquilada, un mundo contaminado, un hombre derrochando y otro muriéndose en el desamparo ¿quién podría?, pero sí podemos obtener la felicidad suficiente para que cualquier individuo sienta gozo, la satisfacción de vivir.
2°- Que en esa búsqueda incesante, descubre que su bienestar es directamente proporcional al de la sociedad y esto a la vez incrementa su estado de satisfacción, es entonces más feliz. Círculo virtuoso nada utópico, es un proceso totalmente realizable.
3° - Los problemas como efecto de la causalidad del existir no se acabarán nunca mientras viva un ser pensante que los sienta, los analice, comprenda y resuelva.
4° - Los problemas como generadores de dolor y su solución como satisfacción que lleva al placer, genera la dualidad dolor-placer que es el motor de arranque para mover al individuo y a la sociedad. Ahí se haya el abrevadero de la felicidad que mana.
Cualquier ser humano tiene la capacidad para ser feliz siempre que sus preocupaciones vayan de la mano con sus compromisos por ser mejor y hacer mejor el mundo en la medida de sus posibilidades.
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