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Tardío amanecer
Evaristo se despertó a las seis, como cada día, pero no percibió la claridad habitual; volvió a dormir y al abrir sus ojos una hora después comprobó que la oscuridad era absoluta.
Abandonó el lecho desconcertado; se asomó a la ventana y no observó nubes grises que justificaran la negritud del día.
Como pasaban las horas y el panorama no cambiaba, decidió esperar para prepararse. Dio otro vistazo y concluyó que en el vecindario y en las calles todos estaban en espera de la luz del amanecer; hizo algunas llamadas y se enteró que sus allegados permanecían en sus casas, temerosos de salir con las condiciones del momento.
No fue hasta pasadas las cinco de la tarde cuando un tenue resplandor empezó a esclarecer el ambiente, pero sólo después de las seis el sol comenzó a brillar y con su presencia la ciudad tomó su movimiento matutino.
Con los primeros visos de luz, Evaristo realizó su rutina habitual: coló café, hizo su desayuno y salió presuroso en busca de un transporte para dirigirse a la fábrica de camisas en la que laboraba. En las calles una gran la cantidad de pasajeros se disputaban un lugar en los vehículos que circulaban.
Consiguió un asiento vacío y subió al autobús satisfecho de poder salir a laborar a tiempo en el horario diurno de la empresa, superada la incertidumbre de las últimas horas. Fue entonces cuando, ante el asombro y la risas de todos, un hombre sentado al final del bus, evidentemente ebrio, empezó a cantar un bolero mientras el vehículo se desplazaba por las calles de la ciudad.
Ya en su trabajo, Evaristo se sentó frente a su máquina de coser pensando en aquel tardío amanecer que había paralizado las actividades de tanta gente por 12 horas, y concluyó que el sol y la luna habían cambiado sus horarios y por eso la noche se hizo tan extensa.
Entonces decidió cambiar el recuerdo del mal momento pasado y sustiuirlo por el de la escena del borrachín del autobús y se paró y entonó a viva voz la misma canción de Luis Miguel:
“Amanecí otra vez entre tus brazos
y desperté llorando de alegría,
Me cobijé la cara con tus manos
para seguirte amando todo el día…”
Alberto Vasquez. |
Texto agregado el 16-08-2014, y leído por 255
visitantes. (6 votos)
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Lectores Opinan |
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17-08-2014 |
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Es un agrado leerte, gracias por eso.
Un abrazo. gsap |
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16-08-2014 |
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Si el extracto de la canción es la misma que pienso, es de José Alfredo Jimenez y en voz de Chabela Vargas es otro mundo.
Por lo demás entretendo. Raramuri |
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16-08-2014 |
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Le anotaron una ausencia y le descontaron la paga del día. Que compré un despertador y aprende a moverse en la obscuridad. Rentass |
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16-08-2014 |
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Un relato simpático.UN ABRAZO. gafer |
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16-08-2014 |
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Al mal tiempo buena cara. !muy bien! Abrazos. NINI |
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