Mientras tocas tú el violín y yo el chelo, nuestras miradas se cruzan, los sonidos de nuestros instrumentos se encuentran en una sincronía casi perfecta, nos encontramos en el momento cumbre de la sinfonía; estamos a punto de llegar al final y al hacerlo, la gente se levanta de las butacas del teatro y comienza a aplaudir de manera potente y entusiasta.
Entonces, tú tomas mi mano, nos dirigimos hacia la parte frontal del escenario y hacemos una reverencia de agradecimiento al público, a nuestro público que no para de aplaudir, después de esto salimos del escenario silenciosamente, casi con parsimonia, como si hubiéramos sido protagonistas de un rito sagrado.
En ese momento, aparece Josefina la pianista que ejecutó su número antes que nosotros; a todos los alumnos del Conservatorio parece interesarles ésta mujer, el día de hoy luce un sobrio vestido negro que deja entrever su escultural figura, coquetamente te dice:
-"Hola muñeco"- y te manda un beso desde lejos, tras lo cual te pregunta:-"¿Te vas conmigo?"- tú la volteas a ver y educada mente le dices:
-"No gracias, ella y yo venimos juntos"-yo no lo puedo creer, sin embargo descubro que todavía existen hombres que son caballeros.
Subimos las escaleras, todavía en silencio, tal vez no queremos romper la magia de lo que sucedió, cuando ejecutábamos juntos aquella sinfonía; salimos a la calle y el estruendo del tráfico nos aturde, nos dirigimos al café que solemos frecuentar después de los conciertos.
Al entrar al café, descubrimos que hay bastante gente, elegimos para sentarnos una primorosa mesita del fondo decorada con pequeñas rosas y margaritas.
Tal pareciera, que a las mujeres les gusta perseguirte, eres un hombre promedio, sin embargo tu porte y sonrisa llaman poderosamente la atención.
Dos mujeres se han sentado frente a nosotros, no paran de mirarte mientras se dicen cosas en voz baja, al grado que una te guiña el ojo de manera traviesa, sin embargo tú permaneces impasible ante semejantes actos de coquetería.
Me miras sólo a mi, prestando atención absoluta a todas y cada una de mis palabras; no sé si esto es una bendición o un castigo divino, si estás fingiendo o es real, pero por el momento decido disfrutar de estos instantes mágicos...
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