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A comienzos de julio el calor del verano ya estaba encima, y el laboratorio de Xabi se estaba convirtiendo en un auténtico invernadero después de estar toda la mañana expuesto al sol. Por si fuera poco, la persiana rota a medio bajar no ayudaba precisamente a detener el bochorno pegajoso que entraba por la ventana, y suponer que iban a arreglarla antes de las vacaciones era esperar un milagro.
El becario podía notar el vello de sus manos humedecido bajo los guantes de látex, y los goterones de sudor resbalando poco a poco por su frente. Había terminado de pipetear las disoluciones y tenía un rato libre entre ensayo y ensayo, de manera que se desprendió de los malditos guantes, se lavó las manos para arrastrar los restos de polvo de talco y sudor adheridos a la piel, y arrojando la bata sobre el respaldo de la silla de su escritorio, salió del laboratorio de Bioquímica I dispuesto a tomarse el café de las once en el bar de la facultad.
Pero no entró en el local, a pesar de que se tomó la molestia de atravesar el angosto pasillo que lo unía con su laboratorio, esquivando alumnos que guardaban apuntes y ropas en las maltrechas taquillas metálicas recubiertas de pegatinas y mensajitos obscenos, que la gente pintarrajeaba con rotuladores indelebles. Y el motivo que impidió a Xabi alcanzar su objetivo final era bien sencillo: El pesado de Ricardo Etxeberria estaba apoyado en la barra del bar discutiendo acaloradamente con Jorge Alonso, «su ilustre colega», y jefe de Xabi.
«Si entro no tendré excusa alguna para no acercarme a saludarlos, y encima me tendré que tomar el café con ese par de muermos a los que no les aguanta nadie, ni en el laboratorio ni fuera de él» Pensó para sí «Así que casi que paso, que mejor andar solito por el mundo que mal acompañado. El café de este bar ya es bastante malo como para que encima me lo empeoren Bacterio y Tornasol con sus absurdas divagaciones metafísicas que no llevan a ninguna parte».
Dejando a un lado sus pensamientos ácidos, Xabi se paró delante de la máquina de refrescos y sacó una lata de Coca-Cola.
El bar estaba vetado, así que en vez de tragarse las batallitas de su jefe sobre lo duro que era estudiar en tiempos de Franco y lo fácil que lo tenían los estudiantes ahora que parasitaban en casa de sus padres hasta los treinta y tantos, decidió visitar a Andrés, un antiguo compañero de carrera y de juergas que estaba haciendo la tesis dos pisos más arriba en el departamento de polímeros.
Vamos, todo un revolucionario de mayo del 68 su jefe, pero por si acaso los estudios se los pagó papaíto, un pez gordo que trabajaba en el ayuntamiento cuando los cargos públicos se conseguían cantando cara al sol con la camisa nueva.
Subiendo las escaleras se cruzó con Igor y Sandra, otros dos becarios de su misma edad que también estaban haciendo la tesis en ese departamento, pero en laboratorios distintos al de Andrés. Los dos alumnos, que bajaban las escaleras apresuradamente con cara de pocos amigos, ni siquiera se dignaron mirarle cuando pasaron a su lado.
- ¿Pero qué les pasa a estos dos descerebrados? Ni que fueran de una casta superior de químicos. ¡No te jode! Pues cuando querían mis apuntes bien que se acercaban a hablar conmigo durante la carrera. Hay algunos a los que se les sube el ego de una manera que no veas. Y encima ni siquiera han sido capaces de disimular, porque bien que han visto que les saludaba.
Con quién sí se paró a hablar fue con Ainhoa, una de las becarias de Luis Mújica, el profesor responsable del laboratorio de Bioquímica II y enemigo declarado de su jefe, que bajaba de la biblioteca situada en el primer piso.
**********

Toda la facultad conocía de sobra la manifiesta antipatía que se profesaban su jefe y el de Ainhoa, y a pesar de que las rencillas entre ellos eran más bien de tipo personal, o al menos eso era lo que se rumoreaba en los mentideros oficiales, al final, poco a poco el ámbito profesional también se había visto afectado hasta tal punto que, aunque entre becarios no había roces y el trato era correcto, tampoco es que tuviera mucha confianza con ellos. De hecho con la única becaria con la que solía hablar era con Ainhoa, que había sido la última en llegar y por lo tanto también era la menos afectada por el ambiente enrarecido.
Sin embargo, su relación con Bárbara y Miguel Ángel - los becarios más antiguos - era más bien fría y distante, como si estos hubieran heredado parte de los odios ancestrales de su jefe.
También es verdad que de los tres, Ainhoa era la más maja y normalita, porque los otros dos eran un par de ratas de laboratorio que no sabían desconectar del trabajo ni siquiera a la hora de la comida. De hecho, en el caso concreto de Miguel Ángel García, Xabi incluso trataba de evitar coincidir con él en la cafetería porque compartir una comida con semejante personaje podía resultar mortal. Y es que ellos comían proteínas y almidón cuando otros tan solo veían en el plato un filete con patatas, lo cual constituía claramente una deformación profesional de las de manual de psiquiatra de tercera.
Por si fuera poco, como la facultad estaba dividida en departamentos, los dos laboratorios estaban en el mismo pasillo, uno junto al otro, separados por una pared, de manera que los encontronazos en las zonas comunes eran continuos. Eso sí, no sabía cómo lo hacían, pero sus jefes no coincidían jamás en el pasillo. Era como si antes de salir espiaran por la rendija de la puerta a ver si no había moros en la costa, o peor aún, a lo mejor es que después de tantos años de rivalidad eran capaces de oler al oponente, y solamente salían cuando el otro se había largado.
- ¿Qué tal Xabi? ¿Qué vas, a visitar a los colegas?
- Pues sí, un descansito de vez en cuando sienta bien, y además, como mi jefe está en el bar divagando con el petardo de Etxeberria, pues cuanto más lejos mejor.
- Vamos, que tu jefe sigue igual de coñazo que siempre, y encima codeándose con ese experto en largar chapazos infinitos, de esos que tanto furor causaban en clase. Menos mal que tú pasas de malos rollos que sino.
- ¡Buah! Mi jefe no cambia por mucho que lo intente. Estar mosqueado y con careto de avinagrado es algo intrínseco a su persona. Y del otro mejor no hablamos que con su cháchara infernal me pone enfermo.
- Al menos tienes jefe, porque al mío, entre reuniones, clases y congresos no le vemos el pelo más que para pedirnos resultados. Y encima ahora se ha metido con un tema nuevo que le tiene completamente absorto y es imposible pillarle para nada. Llevo dos días intentando que me corrija un artículo que vamos a publicar y ni siquiera tiene tiempo para eso. Oye, por cierto, si sigues interesado en el programa de tratamiento de imágenes del que te hablé el otro día, lo tengo instalado en mi ordenador, así que si quieres te puedo hacer una copia.
- ¡Hey, estupendo! No veas el favor que me haces porque la versión antigua era una mierda. Cuando quieras te paso una memoria USB.
- Ahora ando un poco liada con la bibliografía del artículo, pero si quieres pásate esta tarde por mi labo y lo copiamos. Y ahora te dejo que tengo prisa.
- Así es mi vida, tarde o temprano todas me abandonáis. Es mi sino.
- Pero que capullo que eres. Seguro que eso no lo dices delante de Amaia.
- Delante de Amaia ni siquiera comentaría que he estado hablando contigo.
- Humm, así que novia celosilla ¿Eh?
- ¿Celosilla? Si yo te contara de lo que es capaz.
- Pues nada, nada, mejor te dejo en paz, no vaya a ser que sea motivo de ruptura conyugal sin comérmelo ni bebérmelo. Adiós.
- Venga, hasta luego. Después de comer me paso por tu laboratorio para que me copies eso.
Xabi terminó de subir las escaleras que le faltaban para llegar al segundo piso de dos en dos para llegar más rápido. El descansillo que daba al pasillo de Ingeniería Química volvía a apestar a monómeros, pero al abrir la puerta y entrar en el laboratorio de Andrés, que estaba en el pasillo contiguo, el intenso y tóxico aroma desapareció sustituido por el olor a mezcla de asfalto de carretera y cresol, que delataba la presencia de Andrés y de su hermano Enrique.
Enrique era el mayor de los dos, pero como trabajaban en el mismo laboratorio, la gente tendía a confundirlos con frecuencia. Pero qué se podía esperar de semejante panda de científicos despistados que erraban por los pasillos abstraídos en sus mundos de partículas subatómicas y Premios Nobeles.
Xabi saludó a Andrés que estaba trabajando en una campana extractora de gases con sus asquerosas mezclas de betunes y polímeros. Llevaba tanto tiempo con los betunes de carreteras a cuestas que ya ni siquiera percibía el olor del chapapote, que era la manera que tenían sus compañeros de llamarlo desde que se hundiera el Prestige en las costas de Galicia y aparecieran todas las playas y bichos del Cantábrico embetunados.
Al fondo del laboratorio vio a dos de sus compañeras sentadas delante de un ordenador que controlaba una extrusora de polímeros, y un poco más cerca estaba otro becario sentado en una mesa escribiendo un informe en un ordenador portátil.
Pero en esta ocasión en vez de saludarle con un «¡Hombre, Xabi! Ya estas por aquí dando la lata como siempre» se limitaron a mirarle de refilón y siguieron absortos en su trabajo.
- Pasa de ellos, llevan toda la semana muy raros - le dijo Andrés - A nosotros tampoco nos han hecho ni caso y eso que llevaban una semana entera sin vernos el pelo porque hemos estado cinco días en un congreso en Tarragona. El único que se ha dignado hablarme ha sido mi jefe y lo único que quería era saber cuándo nos íbamos a reunir para discutir los últimos resultados.
- Será el calor que les afecta, porque antes me he cruzado con Igor y Sandra y han pasado de mí como de la mierda.
- ¿Ah, sí? Bueno, ya sabes cómo son esos dos cuando quieren. Pero sí, la verdad es que la peña está un poco subidita de tono últimamente. Como se nota que las vacaciones están a la vuelta de la esquina, porque están todos metiendo horas a saco. No quiero ni pensar el humor que tendrán los que tengan que quedarse aquí en agosto.
- No te creas. La verdad es que aquí en agosto se trabaja mucho mejor, porque estas más tranquilo sin que nadie te moleste, y todos los equipos están libres. El único problema es que en mi laboratorio el calor es matador.
- Toma y en el mío, eso es porque les da el sol por la mañana y se recalienta el ambiente para todo el día. Esto es asfixiante. Pero chico, me parece que si estamos esperando aire acondicionado, vamos listos.
- Ja, contento si este año me compran el portátil para poder escribir la tesis en algo que no estuviera ya obsoleto en el siglo pasado. Llegará un día en el que los ordenadores serán del tamaño de un folio, y entonces será cuando mi jefe me regale su portátil de cinco kilos.
- ¿No me jodas que todavía sigues trabajando con esa patata?
- A ver, ya sabes, las cosas de palacio van despacio.
- Pues si los jefes quieren informes, o ponen los medios o las gráficas se las tendremos que dibujar con lápiz y regla.
- Sí, hombre, y yo les dibujo el crecimiento de mis levaduras a mano alzada. Total, para que voy a digitalizar el proceso con lo fácil que es el manejo del carboncillo.
Enrique dejó las disoluciones de polianilina en cresol que estaba manipulando dentro de unos viales y se acercó a saludar a Xabi. Con la excusa de tener que escribir la tesis se acababa de comprar un portátil así que la conversación se desvió hacia la piratería de programas informáticos y quién de la facultad se los podía pasar sin poner muchas pegas.
La verdad es que Bill Gates no se iba a forrar mucho con ellos porque en la Uni las mafias estaban al orden del día.
Siguieron hablando un rato más de informática, de los amigos comunes, los cotilleos del congreso, y de la próxima cena que estaban preparando con los de clase.
La mayoría de los colegas seguía en la facultad haciendo la tesis, pero un par de ellos había empezado a trabajar una vez acabada la licenciatura y solamente se veían de vez en cuando, así que esas cenas eran la mejor forma de reencontrarse, y entre kubata y kubata, comentar qué había sido del resto de la gente de la facultad y poner a caldo a los antiguos profesores.
Veinte minutos más tarde Xabi decidió probar suerte y pasar por el bar antes de ir al laboratorio a ver si el dúo dinámico ya no estaba por ahí, y al menos podía encargar el bocadillo para irse a la playa al mediodía.
El dueño del bar era un cascarrabias que siempre estaba gruñendo por todo, así que no le sorprendió nada la cara de asco que le puso, y el gruñido que soltó cuando para pagar el bocata le dio un billete de cincuenta euros.
Pero lo que si le chocó es que Alfonso, el becario de informática más dicharachero de todo Barrio Sésamo, cruzara por delante de él en dirección a la sala de informática sin ni siquiera pararse a saludarle.
- ¡Vaya día! Ni que fuera un apestado.
- Está visto que el calor debe inhibir los buenos modales a esta fauna hipócrita. Mejor acabo cuanto antes aquí y me largo a la playita, que para aguantar malas caras ya tengo a mi jefe.
**********

La verdad es que entrar en el laboratorio de Bioquímica II no molaba en absoluto, sobre todo teniendo en cuenta lo que pensaba su jefe de sus contactos externos, pero hacerse con una copia de ese programa era la leche, así que después de tostarse en la playa durante una hora, Xabi cogió una memoria USB y se infiltró en territorio enemigo. «La zona oscura» como solía llamarle Ainhoa.
Pero cuando entró en el laboratorio en busca de Ainhoa sólo encontró a Bárbara. Estaba de espaldas a la puerta examinando uno de los ratones blancos que tenía encerrados en varias jaulas de metal. Tenía la música a tope, sin duda un vicio que se permitía cuando trabajaba sola porque sus gustos musicales eran más bien fuertecillos comparados con los de Miguel Ángel. Si a eso se le añadía la ropa negra ajustada y la chupa de cuero que solía llevar fuera de la facultad, el aspecto de la becaria era más bien el de un motera cañera que el de una universitaria empollona.
- ¡Hola Bárbara! Gritó Xabi, intentando hacerse oír por encima de la música.
- ¡Uy! Hola Xabi. Dijo Bárbara sobresaltándose.
Metió al ratón en su jaula correspondiente y se acercó al ordenador que tenía sobre la mesa para bajar el volumen de los altavoces, dejando mudo de repente al cantante de Metallica.
- ¿Todavía no ha llegado Ainhoa? Había quedado aquí con ella para que me pasara un programa nuevo que tenéis.
- No, pero me imagino que estará al caer. Suele ir a comer a casa en moto y regresa hacia las dos y media. Siempre y cuando no haya atasco en la playa, claro.
- Ah, vale, pues entonces casi que me quedo esperándola aquí. Es que me tiene que grabar el programa desde vuestro ordenador.
- ¿Qué programa es, el de tratamiento de imágenes?
- Sí.
- Vaya, si no estuviera tan liada con estos bichos te lo copiaba yo misma, pero mejor esperas a que venga Ainhoa, porque estos cuando tienen hambre no perdonan.
- No, no te preocupes, tú tranquila, sigue con tus ratones.
Bárbara sacó otro ratoncillo de la jaula y empezó a examinarlo.
- ¿Y tú qué tal vas con tu tesis? ¿Ya has empezado a redactarla?
- Bueno, ahí andamos, de momento todavía estoy pegándome con la parte experimental, pero yo creo que para finales de este año empezaré a escribirla. Me imagino que tú ya estarás acabándola ¿No?
- Sí, si ya se la he entregado a Luis para que me la corrija pero ya sabes lo liado que anda siempre, así que hasta que no le dé el visto bueno de momento me toca esperar.
- ¿Y luego, qué? ¿Tienes oportunidad de quedarte por aquí o ya tienes reservada plaza en la cola del INEM como los demás?
- La verdad es que intentar aspirar a una plaza de profesora aquí lo veo difícil así que lo más seguro es que acepte una post-doc que me ha ofrecido Luis.
- ¡Vaya! Me alegro. Entonces, eso es que habéis avanzado mucho en la modificación genética ¿No?
- Sí, la verdad es que las cosas han salido mejor de lo que esperábamos y hemos logrado publicar un artículo bastante interesante con los resultados finales de mi tesis.
La conversación intrascendente entre Xabi y Bárbara apenas duró cinco minutos más, ya que en cuanto Ainhoa hizo su aparición Bárbara se alejó dejándoles a solas.
- Hola Xabi ¿Has traído algo para que te grabe eso?
- Sí, aquí lo tienes. No tiene nada grabado así que no habrá problemas de espacio.
Ainhoa introdujo la memoria USB en el lector del ordenador y copió la carpeta que contenía el programa.
- ¿Qué tal en la playa? ¿No había galerna?
- ¡Qué va! Se estaba de maravilla. La verdad es que me ha costado volver.
- Me parece que eso nos pasa a todos... Mira ya está copiado. Échale un vistazo y si tienes alguna duda de cómo usarlo me preguntas.
- Tú tranquila que sabes de sobra que si hay que molestar se molesta.
- Para eso estamos ¿No? Je, je.
- En fin, os dejo, que mi jefe estará al llegar y no creo que le haga ni pizca de gracia verme salir de este laboratorio.
- Es que solamente a ti se te ocurre pasarle información al enemigo.
- Sí, lo que yo te diga. Al enemigo ni agua. Bueno, adiós y gracias.
- Adiós James Bond,... digo Xabi.
Su jefe no le pilló pero por poco, porque cuando entró en su laboratorio, Alonso ya había llegado, pero en esos momentos estaba tan absorto mirando el correo electrónico en su despacho que no le prestó la más mínima atención.
Xabi metió la memoria USB en el cajón de su escritorio porque tampoco era plan de que su jefe le pillara con información proporcionada por la competencia, y retomó el trabajo que le quedaba pendiente de la mañana.
De todas formas tampoco le corría tanta prisa digitalizar esas fotografías, así que ya le echaría un vistazo al programita al día siguiente, cuando Alonso se fuera a comer y el laboratorio se quedase libre de pesados entrometidos. Pasarían por lo menos un par de semanas más hasta que su jefe se diese cuenta de que estaba trabajando con el programa nuevo, y para entonces bastaría con decirle que se lo había descargado de la red, en vez de confesar sus oscuros orígenes.
Hacia las siete y diez su novia le envió un SMS al móvil. Estaba esperándole en el aparcamiento de la facultad para dar una vuelta y cenar juntos, así que como ese día había sido bastante suavecito y ya había acabado con todo los asuntos pendientes, Xabi recogió sus cosas en un par de minutos y para las siete y cuarto ya estaba metiendo la tarjeta magnética en el dispositivo de apertura de la puerta.
Besar a Amaia y olvidarse de la bioquímica fueron a la par. Si había algo que Xabi sabía distinguir perfectamente era su vida profesional de la privada, y desde luego, si algo tenía claro desde que comenzó la tesis era que la primera no le robaba tiempo a la segunda, como veía que le ocurría a muchos becarios y profesores que, dedicados en cuerpo y alma a la ciencia, descuidaban su vida privada.
Eran genios para muchas cosas pero para otras se comportaban como niños de parvulario, pataletas incluidas.
La vuelta por el paseo marítimo, seguida de la cena en un bar de la parte vieja, les llevó prácticamente toda la noche, así que al llegar a casa se fueron directamente a la cama. Xabi tenía que madrugar para estar a primera hora en la Uni ya que tenía que controlar el crecimiento de sus levaduras, y esas no perdonaban los retrasos. Además, los programas nocturnos de la televisión eran cada vez peores y daba grima robarle horas al sueño por culpa del dichoso aparatito de las narices.
**********

A la mañana siguiente Xabi llegó a la facultad a primera hora. Se pasó toda la mañana actualizando la bibliografía de su tesis en la biblioteca, de manera que para las once y cuarto ya estaba tan agobiado del puñetero buscador de referencias bibliográficas - y de las dos petardas que tenía a su lado incapaces de entender lo que era chismorrear en susurros y no como si estuvieran en una discoteca pegadas a los bafles - que decidió pasarse un rato por la cafetería a ver si veía a Andrés. Pero su expedición no tuvo ningún éxito porque el bar, cosa extraña a esas horas, estaba prácticamente desierto.
Decidió subir a visitarle. A fin de cuentas, con la suerte que tenía, fijo que se apoyaba en la barra del bar, pedía un cortado y al minuto aparecía su jefe con Etxeberria y le caía una condena a risas forzadas de por lo menos quince minutos de duración.
Cuando entró en el laboratorio, Andrés estaba reunido con su jefe discutiendo sobre los últimos resultados de su investigación. Parecía que la reunión estaba terminando, así que Xabi se quedó esperándole cerca de su mesa.
Según pudo entender, después de varios meses atascado en sus experimentos, a Andrés por fin le iban bien las cosas, porque al finalizar la reunión su jefe le recomendó que se tomara las cosas con más calma, ya que veía que le dedicaba demasiadas horas extras a la tesis cuando no hacía falta ser tan exigente consigo mismo, puesto que tenía resultados de sobra para escribir la tesis.
Cuando el jefe de Andrés se fue a su despacho Xabi se acercó a la mesa donde estaba su amigo recogiendo los papeles de la reunión y dándole unas palmaditas en la espalda le dijo.
- ¡Joder tío! Ya me gustaría tener a mí un jefe como el tuyo. No sé qué le has contado pero un poco más y te manda de vacaciones con los gastos pagados.
- Es un exagerado. Dice que me lo tome con calma justo ahora que las cosas están saliendo bien. ¿Pero es que no ve que es precisamente ahora cuando hay que tomarse el asunto en serio y dedicarle todo el tiempo que sea necesario? Este hombre no está a lo que hay que estar. Sólo piensa en largarse de vacaciones en agosto.
- Vaya, vaya, pues si que estas motivado. No me digas que vas a venir a trabajar también en agosto.
- Al final seguramente sí. He estado hablando con mis compañeros y como todos me han confirmado que van a quedarse trabajando durante el verano he decidido que yo también voy a venir.
- Por cierto..., ¿Querías algo importante?
- No, simplemente he venido de visita a ver qué te contabas, pero ya veo que estas liado con el trabajo.
- Pues sí, la verdad es que me pillas en mal momento porque quiero hacer un par de medidas más antes de comer y reorganizar las notas que he tomado durante la reunión, así que ya me perdonaras si no te hago mucho caso.
- No, tranquilo, si estás muy liado casi me voy y así no te molesto.
- Sí, será lo mejor.
- Bueno, pues entonces, hasta luego.
- Adiós.
**********

Xabi se marchó con la sensación de ser un estorbo y de que Andrés le había dado puerta de buenas maneras, aunque en un tono bastante frío y distante, cosa bastante rara en él todo había que decirlo.
- Pero, ¿qué coño le pasaba? Criticar al jefe porque te dice que te relajes y disfrutes de la vida. ¿Qué sería lo siguiente, convocar un comité de disciplina y pedir su cese fulminante?
La sensación no mejoró mucho cuando al salir por la puerta del laboratorio Xabi se despidió de los compañeros de Andrés, ya que estos precisamente no fueron muy efusivos al despedirse. De hecho ni siquiera se molestaron en mirarle y siguieron absortos en su trabajo.
Pero lo peor de todo es que en el pasillo se encontró con Enrique, que salía de otro laboratorio, y éste no solo no le saludó sino que pasó por su lado esquivándole sin muchos miramientos.
- ¡Adiós Enrique!
Fue un grito desesperado en medio de una isla desierta, que no tuvo respuesta por parte de Enrique, tan solo un leve movimiento de cabeza que venía a decir «ya te he visto Xabi pero ahora déjame en paz, o es que no ves que estoy ocupadísimo».
- ¿Les habrán abducido? Porque si no esto no tiene explicación.
- ¿Es que soy el único que se va a coger vacaciones en agosto en esta facultad?
Cuando llegó a su laboratorio, Xabi aplazó sus meditaciones acerca del extraño comportamiento de sus amigos para dedicarse de lleno a la ciencia. Además, había decidió comer en la facultad en vez de irse a la playa, ya que tenía la intención de hacer jornada intensiva porque había quedado con Daniel, un amigo del instituto, para jugar al paddle.
**********

Cuando Dani fue a reservar la pista, el único turno disponible que quedaba libre a partir de la hora en que ambos solían salir de trabajar era el de las seis y media, así que ya se iba a largar demasiado pronto como para encima andar perdiendo un par de horas en la playa.
El bar de la facultad estaba bastante lleno, aunque sus únicos moradores eran profesores y becarios como él. Al fondo del recinto vio a Bárbara y a Miguel Ángel comiendo juntos. Menos mal que estaban en una mesa llena de gente donde él ya no cabía. Así no tendría que fingir que no les había visto, porque si algo tenía claro es que ya acarreaba un día desastroso como para tener que aguantar las peroratas de Miguel Ángel sobre el contenido en aminoácidos de la morcilla de Burgos.
Se puso en la cola para la comida. Cuando acabaron de servirle dejó la bandeja en una mesa donde estaban comiendo varios becarios de ingeniería, se acercó de nuevo a la barra del bar y pidió una Coca-Cola.
Si no fuera porque odiaba las hamburguesas y hablaba un espanglis patético, con tanta Coca-Cola en el cuerpo como se metía a lo largo de un día podría haber pasado perfectamente por el prototipo típico de Americano medio que salía en los anuncios publicitarios.
Comer le llevó poco más de veinte minutos porque, a pesar de que los becarios que le acompañaban le conocían perfectamente, apenas si hablaron con él. Y además, no fue una conversación precisamente de cortesía sino más bien un interrogatorio a conciencia sobre el tema de su tesis, como si fuera fundamental que ellos supieran algo de bioquímica para sintetizar látex poliméricos.
Lo peor de todo es que, o él era muy bueno explicándose o su tema de investigación era de lo más simple, porque a pesar de trabajar en un área de la química completamente diferente a la suya, entendieron todo lo que les contó a la primera.
Total, que después de cinco minutos resumiéndoles sus penas bioquímicas y veinte más aguantando algunas propuestas que le hicieron, lo único que Xabi tenía en mente al acabar el postre era pasar de tomarse el café con ellos para poder largarse de allí lo antes posible y no tener que seguir aguantando a la Santa Inquisición Investigadora y sus elucubraciones científicas.
Volvió a su laboratorio sintiéndose un bicho raro entre tanto cerebrito tocapelotas, y como seguir con la bibliografía después de comer podía dejarle K. O. y tampoco era cuestión de que al regresar de comer su jefe le pillara dormido babeando sobre la mesa, decidió dedicar parte de la tarde a limpiar el material de vidrio que se había ido acumulando en la fregadera.
No obstante, el rollo fregaplatos le duró poco tiempo, porque después de media hora de jabón y escobilla, estaba tan aburrido de limpiar que, en cuanto acabó de secar y guardar las últimas probetas, decidió echarle un vistazo al programa que le había copiado Ainhoa.
Se sentó en el escritorio y encendió el ordenador, dispuesto a tomarse con calma el dichoso programita, pero la sorpresa fue mayúscula cuando al entrar en la carpeta del programa para buscar el archivo de ejecución descubrió que además de los archivos propios del programa de tratamiento de imágenes, Ainhoa le había copiado otra carpeta llamada «Mut-Neu» que contenía un archivo word denominado «Mutagen» y medio centenar de documentos tipo excel identificados con nombres de personas.
Lo primero que Xabi abrió fue el documento word. A primera vista parecían notas de laboratorio tomadas por un profesor o algún becario sobre un tema que no acababa de entender mucho denominado Mutación Neuronal, pero que desde luego no tenía nada que ver con los estudios sobre terapia génica aplicada a la erradicación de glioblastomas, que era a lo que se dedicaba el grupo de Luis Mújica.
La cirugía y la radioterapia servían de poco ante el glioblastoma, una de las formas más malignas de cáncer cerebral, ya que dicho tumor destruía los tejidos con tanta velocidad que la enfermedad terminaba con la vida del paciente en menos de diez meses. Con la introducción de un gen suicida capaz de convertir una sustancia inocua en un potente veneno celular, el equipo de Mújica pretendía eliminar todas las células cancerosas y evitar la reproducción de los tumores. Pero la investigación todavía estaba en sus comienzos y Bárbara había empezado a aplicar este tratamiento experimental a ratones de laboratorio hacia muy poco tiempo.
Xabi no llegó a leer mucho más porque de repente entró su jefe en el laboratorio. Tan inoportuno como siempre, en vez de meterse en su despacho se puso a salsear con la centrifugadora, lamentando en voz alta que no hubiera limpiado unos pegotes blanquecinos que había en la tapa desde hacía no se sabe cuánto tiempo.
¡Lo que faltaba para rematar la tarde! Tener que aguantar a ese pesado que si se pensaba que él se iba a responsabilizar también de eso iba listo, más que todo porque las manchas eran fruto de las prácticas que había hecho un grupo de alumnos bastante patosos, y él no era «el docente responsable».
Lo más extraño de todo fue el tono monótono y aséptico que usó para explicarle todas y cada una de las razones por las cuales había que ser meticuloso en el trabajo, como si en vez de recriminarle que el aparato estuviera sucio, como habría hecho cualquier otro día, pretendiese motivarle para que fuera el becario number one.
Con semejante panorama a la vista resultaba imposible concentrarse así que, a pesar de lo ansioso que estaba por estudiar su descubrimiento con detenimiento, Xabi se vio obligado a cerrar el documento word sin llegar a poder ver lo que contenían los archivos excel.
Para disimular y evitar que Alonso le pillara perdiendo el tiempo en algo que nada tenía que ver con su tesis, retomó la instalación del programa que le había pasado Ainhoa cuidándose muy mucho de revelar su oscura procedencia.
De paso, y sólo por no tener que soportar más charlitas sobre lo importante que era la higiene en un laboratorio de bioquímica, mientras la instalación del programa se ejecutaba, aprovechó para limpiar la dichosa centrifugadora.
Instalar el programa, verificar que funcionaba bien y asegurarse de que era capaz de manejarlo le llevó bastante tiempo, así que, a pesar de que su jefe seguía encerrado en su despacho trabajando, cuando lo normal era que se hubiera marchado hacía más de media hora, decidió largarse a casa.
Como no tenía ningún compromiso esa noche, porque Amaia había quedado con sus amigas para despedirse de una de ellas que se iba a hacer un master a Inglaterra, Xabi decidió llamar por el móvil a Dani para cancelar el partido y así poder largarse a casa y mirar con más detalle qué narices era eso que Ainhoa le había copiado por error.
Inventarse una excusa fue cosa fácil pero aguantar las quejas por teléfono de su amigo por haberle dejado colgado cuando ya estaba en la puerta del polideportivo le llevó bastante más tiempo, así que nada más llegar a casa dejó la bolsa de deportes en su habitación y sin perder ni un minuto más de tiempo conectó el portátil para retomar la lectura del documento.
A medida que lo iba leyendo, Xabi pudo comprobar que en el estudio se hacían constantes referencias a una sustancia a la que los investigadores que estaban llevando a cabo esa investigación llamaban Mutagen y que, además, cuando citaban a las personas que habían tomado el dichoso Mutagen, se referían a ellos como «individuos en proceso de evolución», lo cual sonaba a experimento nazi para perfeccionar la raza aria o a un lavado de cerebro de esos que sufrían los miembros de las sectas destructivas.
Por otra parte, era evidente que los nombres de los individuos citados en el estudio se correspondían con los de los archivos excel, así que Xabi empezó a comparar las notas y conclusiones con los datos que aparecían en las tablas en las que, principalmente, se enumeraba el número de dosis de mutagen y la frecuencia con la que habían sido suministradas a cada individuo, así como otros datos descriptivos de las personas analizadas, tales como el sexo, la edad o el peso aproximado.
Según parecía, la mutación neuronal que estaban estudiando era un proceso inducido por algún tipo de sustancia natural manipulada artificialmente que permitía alterar los mecanismos neuronales naturales de las personas que entraban en contacto con ella de manera prolongada. De esta manera, a medida que aumentaba el número de dosis inoculadas en los sujetos, estos iban adquiriendo nuevas facultades mentales inducidas por la mutación de zonas localizadas de su sistema neuronal.
Los parámetros analizados evidenciaban un aumento de la actividad neuronal en zonas del hemisferio izquierdo que el ser humano actual apenas empleaba y en zonas del hemisferio derecho vinculadas a las emociones en vez de a la lógica, de forma que la capacidad intelectual de las personas afectadas se estaba viendo incrementada de manera exponencial.
Sin embargo, los individuos que más tiempo llevaban expuestos a la sustancia parecían trastornos de personalidad inesperados, ya que en las primeras fases de la mutación los investigadores habían constatado que se volvían más taciturnos e introvertidos, reaccionando de forma olvidadiza e incluso negativa ante personas, cosas o actividades que antes les atraían y motivaban.
**********

Según aparecía descrito en el informe, con el paso del tiempo los saludos amistosos y las conversaciones intrascendentales iban desapareciendo de la rutina habitual de estas personas, transformándolos en seres hoscos y vacíos, más parecidos a los hombres grises de Momo que a otra cosa.
Además, los sujetos investigados perdían interés en actividades deportivas o lúdicas que en otros tiempos habían constituido parte fundamental de sus vidas, y que ahora dejaban de lado para centrarse más en la docencia y en sus proyectos científicos, trabajos a los que dedicaban la mayor parte de las horas del día.
En las últimas fases del proceso estas personas únicamente reaccionaban de manera positiva ante estímulos intelectuales, siendo capaces de memorizar y analizar multitud de información que antes eran incapaces de asimilar en tan poco tiempo, pero comportándose como verdaderos autómatas cuando afrontaban las tareas más rutinarias y que, por tanto, exigían menor esfuerzo mental.
Su sistema neuronal presentaba una actividad tan grande que acortaban el número de horas dedicadas al sueño con objeto de poder procesar toda la información extra que iban asimilando.
Concentraban todos sus esfuerzos en sus respectivas investigaciones y los tiempos muertos restantes los ocupaban en recopilar información en la biblioteca o a través de internet.
Se interesaban en los proyectos de sus compañeros, sobre todo en los de aquellos que estaban sufriendo un proceso similar de mutación, ya que se volvían mucho más receptivos a sus propuestas, y de esta manera, tendían a marginar a los individuos que no sufrían evolución alguna y que, por tanto, seguían llevando una vida normal.
Pero la lamentable conclusión a la que se podía llegar era que dejaban de comportarse como seres individuales para pasar a ser parte de «un proyecto más grande» que no les permitía entender como había gente que perdía su tiempo viendo la televisión, jugando al fútbol o quedando con su pareja, cuando había tantas cosas que innovar y perfeccionar en el campo de la ciencia.
Al parecer, este tipo de observaciones no pasaban de ser meras especulaciones ya que los que estaban desarrollando ese macabro experimento no habían entrado en contacto directo con la sustancia, por lo que el control sobre sus cobayas humanos se veía restringido tan solo a las horas lectivas ya que ellos sí que precisaban de un descanso nocturno normal.
En numerosas anotaciones aparecían comentarios irónicos del tipo: «después de dos dosis ingeridas con certeza en menos de 48 horas el sujeto Iker ya no pierde el tiempo jugando al mus en el bar y afirma haber dejado sus clases de karate, por lo que abandona la facultad cuatro horas más tarde de lo habitual» o «el sujeto Antonio, con cinco dosis ingeridas de manera probada a lo largo de tres días, presenta claros signos de hiperactividad neuronal, ya que asegura dormir tan solo cuatro horas diarias sin necesidad de estimulantes externos».
Estos apuntes dejaban patente que sus investigaciones no abarcaban horarios extralaborales, viéndose obligados a sonsacar la información a sus propias víctimas, y que, además, ellos mantenían un equilibrio mental no alterado que les permitía contemplar los cambios que iban sufriendo estas personas durante el proceso de mutación de su sistema neuronal.
Además, era lógico pensar que, al tratarse más que probablemente de una investigación clandestina, esta gente tendría que continuar con sus rutinas habituales para intentar pasar desapercibidos y que nadie sospechase de sus maniobras.
Xabi no tardó mucho tiempo en darse cuenta de que la gente que aparecía citada en las notas eran becarios, profesores y trabajadores de la facultad.
Desconocía gran parte de la vida privada de la mayoría de las personas que aparecían reflejadas en esos archivos, pero en cambio no tuvo ningún problema para relacionar el contenido de los archivos designados como Andrés y Enrique con las aficiones, actividades y horarios que tenían sus dos amigos.
También logró identificar, aunque en menor medida, los archivos correspondientes a otros becarios y profesores con los que tenía menos trato, y de los que conocía menos datos personales, pero que en los últimos días habían tenido comportamientos extraños que él había podido observar de primera mano, como era el caso de los becarios de ingeniería o los compañeros de Andrés.
Pero sin duda, lo más interesante era que según aparecía reflejado en los archivos asignados a Andrés y Enrique, éstos presentaban únicamente los primeros síntomas de contaminación por Mutagen, ya que al parecer tan solo habían ingerido dos dosis confirmadas, mientras que la mayor parte de la gente que aparecía en el estudio había presentado esos mismos síntomas más o menos una semana antes que sus dos amigos, y en la actualidad su exposición a la sustancia era en la mayoría de los casos de seis y siete dosis constatadas.
Por otra parte, los criminales que estaban haciendo eso habían llegado a la conclusión de que a partir de la quinta dosis el efecto del Mutagen era permanente, pero la actividad neuronal de las personas inoculadas no seguía creciendo indefinidamente a medida que aumentaba el número de dosis, sino que llegaba un momento en que dicha actividad era tan grande que la evolución se estancaba, y es que un mayor incremento habría acabado literalmente friéndoles el cerebro por culpa de una sobrecarga de información.
Por tanto, el hecho de que sus amigos no estuvieran tan afectados como el resto de las personas inoculadas debido a que la semana anterior habían estado fuera de la facultad, era un claro indicio de que no llevaban mucho tiempo realizando ese tipo de pruebas. Lo cual, por otra parte, era lógico, ya que sino las personas que trataban a diario con las víctimas del experimento se habrían percatado de los cambios de personalidad que éstas estaban sufriendo.
Si conseguía detener a tiempo ese asunto al menos podría evitar que sus amigos acabasen convertidos en monstruos de feria capaces de resolver ecuaciones diferenciales de memoria pero lobotomizados para todo lo demás.
El cabrón que estaba llevando a cabo ese experimento había tomado por cobayas humanos a la gente de la facultad, posiblemente porque era alguien de dentro, y al estar cerca de ellos tenía facilidad para controlar sus movimientos y sonsacarles la información necesaria para confirmar que fuera de la facultad su vida era tan fría y espartana como esperaban. De ahí que buena parte de los miembros de la facultad presentara los extraños comportamientos derivados de la ingesta del Mutagen.
Pero la pregunta clave era, por qué él, y otros pocos, que también pasaban buena parte del día en la facultad, no se habían visto afectados por el Mutagen y seguían comportándose como siempre. ¿Cuál era el método que estaban usando esos aprendices de doctor Frankenstein para que la gente estuviera expuesta a esa sustancia en repetidas ocasiones sin que se dieran cuenta?
La primera hipótesis que se le pasó por la cabeza a Xabi fue que pudieran estar utilizando el aire como medio de propagación del Mutagen, pero el edificio ni tenía un sistema de aire acondicionado general que permitiera dispersar la sustancia por la atmósfera ni estaba cerrado herméticamente, de manera que la gente externa a la facultad también se habría visto afectada.
Tenía que ser otra cosa. Esa gentuza tenía que estar impregnando con esa sustancia algo que todo el mundo tuviera que tocar a lo largo del día, como los interruptores de la luz, las puertas o el tarjetero que permitía abrirlas.
Pero eso tampoco podía ser, porque él también las tocaba y seguía vivito y coleando.
¿Y si fuera algún aparato comunitario?
Tal vez habían envenenado el teclado de algún ordenador emulando El nombre de la rosa.
Algo se le escapaba... ¿Qué era lo que él no hacía y el resto sí?
**********

Al día siguiente Xabi acudió a la facultad dispuesto a desvelar la trama que había descubierto accidentalmente. Había decidido mantener el mismo horario que seguía habitualmente para que su comportamiento no resultara excesivamente sospechoso, aunque a priori nadie tendría por qué haberse percatado de que él sabía algo que no tenía que saber, salvo que Ainhoa estuviese al corriente de lo que había hecho por error.
Por otra parte también era importante tener en cuenta que el día en que Ainhoa le hizo la copia de la memoria USB ninguno de los becarios de Bio II presentaba síntomas de sufrir los efectos del Mutagen, así que seguramente ellos, de una u otra manera, estaban involucrados en ese asunto.
Xabi no tenía muy claro qué papel jugaba Ainhoa en todo esto.
Quizás conocía todo el asunto, le desagradaba lo que estaba ocurriendo y pasarle una copia de los informes había sido una forma de pedir ayuda, o tal vez simplemente los había copiado por error y entonces, o bien desconocía el asunto por completo, o sino es que estaba metida hasta el fondo en él.
Tenía que hablar con Ainhoa, era la única que podía desvelarle algo, porque desde luego confiar en el otro par de lunáticos era lo último que pensaba hacer.
Cuando Xabi entró en el laboratorio a las nueve menos cuarto su jefe ya había hecho acto de presencia, cuando lo normal es que apareciese por el laboratorio a las nueve y media. Probablemente también estaba infectado por la sustancia y sus datos aparecían en uno de los muchos archivos que no había tenido tiempo de revisar.
Tenía que ponerse a currar al menos durante la primera hora para que viera que estaba trabajando y no le diese demasiado el coñazo, porque si ayer ya presentaba síntomas de cambio, a lo mejor hoy se empeñaba en discutir con él todos y cada uno de los resultados como debían hacer el resto de los profesores drogados con sus becarios.
En cuanto tuviera puesto en marcha un par de ensayos que no exigieran su presencia iría en busca de Ainhoa para hacerle algunas preguntitas, y en función de lo que le dijera se pondría en contacto con la policía y les denunciaría. Porque si había algo a lo que no estaba dispuesto era a que Mújica, sus becarios o quién fuese, siguieran convirtiendo a la gente en zombis alienados.
Al ver entrar a Xabi, Alonso se levantó de su mesa, se acercó donde él, y sin ni siquiera saludarle, se limitó a explicarle que iba a estar todo la mañana ocupado, y que por tanto era mejor que no le molestase nadie salvo que fuera algo urgente.
Además, como había calculado que iba a acabar para la tarde, a eso de las seis se podría sentar con él para programar el trabajo y comprobar que llevaba la tesis al día.
Xabi asintió pensando para sí que por primera vez en muchos años le iba a venir bien que su jefe tuviera un arrebato autista, aunque fuera inducido por las drogas. De manera que, media hora después de que su jefe se encerrase en su despacho, abandonó el laboratorio dispuesto a interrogar a Ainhoa acerca de lo que estaba pasando en la facultad.
Sin embargo, no contaba con que al entrar en Bioquímica II fuese a encontrarse únicamente con el pijo estirado de Miguel Ángel.
- ¡Epa!
- ¡Hola, Xabi!
- ¿Está Ainhoa?
- No, no ha venido en todo el día, por lo visto debe estar enferma.
- Vaya, no lo sabía.
- Ha debido de llamar por la mañana para avisar, pero el teléfono lo ha cogido Bárbara, así que no sé muy bien qué es lo que tiene. Debe ser un catarro o algo así.
- ¿Venías por algún motivo importante?
- No..., No, la verdad es que no era nada importante, solamente quería hacerle una pregunta, pero ya hablaré con ella cuando se ponga mejor.
- Vale, pero si es algo del trabajo puedes decírmelo a mí.
- No, tranquilo. Lo único... cuando vuelva dile que he venido a hablar con ella y que cuando pueda se pase por mi laboratorio.
- De acuerdo, no te preocupes, ya se lo diré cuando vuelva. De todas formas, supongo que no vendrá en lo que queda de semana. Ya sabes cómo son estas cosas, parece que estas bien, pero al final es mejor quedarse un par de días en la cama y volver renovado, que no funcionar a medio gas y contagiar a tus compañeros.
- Sí, claro, hay que rendir en el trabajo... Bueno, no te molesto más. Hasta luego.
- Adiós.
¡Dios! Como odiaba a ese prepotente. Y Ainhoa no estaba en la facultad. O eso era lo que querían que él pensara, porque si Miguel Ángel se creía que se había tragado lo del catarro iba listo. Ahí estaba pasando algo gordo y Ainhoa había sido la primera en caer.
Xabi volvió a su laboratorio pensando cómo podía desenmascararles.
Tenía que controlar sus movimientos, así que aprovechando que su jefe seguía encerrado en su despacho, en vez de quedarse en su laboratorio, cruzó el pasillo y se escondió en un aula que había enfrente, ya que a esas horas solía estar vacía porque las clases se impartían en horario de tarde.
Desde allí podría controlar sus movimientos y, si fuese preciso, seguirlos para ver qué hacían.
Las primeras horas de espionaje resultaron vanas, porque a los cinco minutos de esconderse allí Bárbara entró en el laboratorio, y ni Miguel Ángel ni ella salieron de allí hasta la hora de la comida.
Pirados o no seguían estando enganchados al trabajo o a lo que fuera que hicieran ahí dentro.
Pasaron más de tres horas en las que Xabi permaneció sin moverse del aula en penumbra hasta que, a eso de la una, Xabi pudo observar a través de la puerta entreabierta como los dos becarios abandonaban su laboratorio y se dirigían al bar comentando el menú que había ese día para comer.
La situación no hubiera sido nada anormal salvo por la extraña circunstancia de que Bárbara llevaba un bloc de notas en la mano y le comentaba a Miguel Ángel que ese día sería ella quién llevaría la cuenta.
Esperó unos minutos para darles ventaja y después salió detrás de ellos.
Al llegar al bar pasó a su lado y se puso en la cola de la comida para disimular, porque en ese preciso instante les estaban sirviendo la comida a ellos.
Mientras aguardaba en la cola, Xabi pudo ver como Bárbara y Miguel Ángel se sentaban en la mesa más céntrica de todas y empezaban a comer mirando con disimulo al resto de la gente que había a su alrededor.
Por delante de él tenía tres personas más esperando a ser servidas, que le proporcionaron el tiempo suficiente para escoger un lugar adecuado desde el que controlar a Bárbara y Miguel Ángel.
Para cuando le sirvieron y pagó la comida los otros dos ya iban por el segundo plato, pero, durante su espera, Xabi había visto que en la mesa contigua a la de Bárbara estaba Etxeberria comiendo solo, porque su jefe seguía trabajando y él era el único que aguantaba sus chapas, así que se sentó enfrente de él y después de un par de saludos y alguna explicación de cortesía justificando por qué se demoraba su jefe, se limitó a asentir mientras Etxeberria le contaba uno de sus interminables monólogos acerca de...
¿Y qué más le daba a él lo que le decía ese pelma? Lo importante es que su conversación no necesitaba réplica alguna y era la perfecta coartada para poder controlar los movimientos de Miguel Ángel y Bárbara.
Entre cucharada y cucharada podía ver como Bárbara anotaba cosas en el block. A veces las escribía por propia iniciativa y otras, en cambio, se las dictaba Miguel Ángel.
¿Pero qué coño era lo que anotaban? ¿Los nombres de los que estaban comiendo allí ese día? ¿Qué era lo que estaban comiendo?
- ¿Quieres vino?
Xabi miró abstraído a Etxeberria... ¿Qué le había preguntado?
- Digo, que si bebes vino o prefieres agua.
De repente Xabi vio en la botella que sostenía Ricardo Etxeberria la respuesta a todas sus dudas y por primera vez pensó que no le caía tan mal ese tipo.
- Sí, claro, por supuesto que quiero vino. Gracias.
Mientras Etxeberria llenaba el vaso de Xabi, retomó su cháchara impertérrita, comentando que tomar una copita de vino al día no sólo no era malo sino que los médicos consideraban que era saludable, pero que claro, tampoco había que abusar.
«Estúpido de mí, pero qué subnormal que soy. ¡Cómo no lo he visto antes! Utilizan el agua para transmitir el Mutagen. Por eso no se contaminan todos, sólo aquellos que beben el agua embotellada de la cafetería. En cambio, los que comen fuera de la facultad como Ainhoa, o no beben agua como Etxeberria, están sin infectar. Bendita sea la jodida Coca-Cola, de buena que me he librado por estar enganchado a esa mierda... Y el abstemio de mi jefe sin hacer caso de los consejos de su amiguito del alma. ¡Pero míralos! Si los muy desgraciados están bebiendo zumo de naranja como si tal cosa. ¡Claro! Y lo que hace Bárbara es apuntar la cantidad de agua que bebe cada uno, para así poder controlar de manera aproximada el proceso de transmisión del Mutagen y saber quién ha superado las cinco dosis y ya no les va a dar problemas. Tengo que entrar en su laboratorio y buscar esa sustancia lo antes posible para llevársela como prueba a la policía».
**********

Cuando terminaron de comer Bárbara y Miguel Ángel salieron del comedor.
Etxeberria se había acercado a la barra a pedir el periódico, así que Xabi acabó de comer a toda prisa y, aprovechando el momento de entregar la bandeja, se despidió de él para poder largarse sin tener que seguir dándole conversación.
Al salir del bar descubrió que Miguel Ángel y Bárbara no se habían dirigido a su laboratorio sino que estaban tomando un café de máquina con dos becarios del departamento de física que, si no recordaba mal, solían comer en casa, por lo que teóricamente no tendrían que estar infectados, ya que las máquinas de café funcionaban con su propio sistema de agua.
Estaba seguro que para facilitar el proceso de inoculación debían de tener guardada la droga en Bio II, y por el momento encontrarla era lo primordial, así que esa era la oportunidad que estaba esperando para echar un vistazo en su laboratorio sin ser visto.
Pasó de largo por delante de ellos sin que le hicieran el menor caso. Abrió la puerta de la calle con su tarjeta magnética, rodeó todo el edificio hasta llegar al lateral correspondiente a los laboratorios de Bio I y Bio II, y de un salto trepó al alfeizar de una de las ventanas que daban a Bio II, que al igual que las suyas solían estar abiertas prácticamente todo el día, para evitar que se acumularan los olores de las sustancias orgánicas en el laboratorio.
Miguel Ángel y Bárbara no tardarían mucho en interrogar a los físicos para determinar cómo podrían drogarles sin ser descubiertos, así que tan solo tenía unos minutos de ventaja para buscar algo que sirviera para inculparlos.
Afortunadamente no le hizo falta tener mucha imaginación para descubrir dónde estaba oculta la sustancia, porque lo más seguro es que tuvieran que conservarla a una temperatura controlada y en el laboratorio sólo había dos frigoríficos.
Uno estaba a la vista, repleto de muestras de las tesis de Miguel Ángel y Bárbara.
El otro, sin embargo, estaba más escondido ya que lo tenían dentro de un cuartito interior que debían usar como almacén de productos químicos. Y obviamente era allí donde guardaban la sustancia prohibida causante de tantos males.
Se encontraba almacenada en cinco frasquitos cerrados herméticamente donde se podía leer claramente la palabra «Mutagen», así que desde luego huevos no les faltaban. La mejor manera de que algo pasase desapercibido era dejarlo a la vista, mezclado con otras muestras y productos químicos, para que nadie sospechase.
Pero sabiendo de qué se trataba se arriesgaban demasiado, aunque bien mirado, en ese laboratorio no entraba nadie, exceptuando claro está, a Luis Mújica y a sus becarios.
A Xabi no le dio tiempo a decidir si se iba a llevar uno de esos frasquitos o era mejor dejarlos ahí para que no se dieran cuenta de su descubrimiento, porque en ese preciso momento oyó como una llave abría la cerradura de la puerta principal.
Cerró el frigorífico de un portazo y en vez de escapar por la misma ventana que había utilizado para entrar, que quedaba justo delante de la puerta que se estaba abriendo en ese momento, se metió en el despacho de Mújica que, afortunadamente, no estaba cerrado con llave.
Abrió la ventana dispuesto a saltar antes de que le pillaran in fraganti, pero la conversación que mantenían en ese momento Miguel Ángel y Bárbara le retuvo unos minutos.
- Pues sabes lo que te digo, que aprovechando que Mújica no está hoy en la facultad me voy a largar ahora mismo. Total, aquí ya he acabado con lo que tenía que hacer.
- Como se nota que ya no te preocupa la tesis. Hace seis meses no te habrías largado de aquí antes de la nueve ni borracho.
- Hace seis meses éramos unos simples becarios y no controlábamos la voluntad de media facultad. Además, te recuerdo que el último cargamento de agua me lo curré yo solito porque tú estabas en ese curso de biomedicina, así que este te toca a ti. Pero tú tranquila, que me acordaré de ti mientras me tomo una cervecita en alguna terraza del centro.
- Bueno, bueno, pues si que ha cambiado Miguel Ángel García por culpa del Mutagen. Y eso que ni siquiera lo tomas.
- Sabes de sobra que si lo tomase no perdería el tiempo hablando contigo.
- En fin, te puedo asegurar que dentro de un par de meses no va a hacer falta ni que vengas por aquí. Ya habrá alguien que haga tu trabajo por ti, y seguramente lo hará mejor que tú.
- ¡Eh! ¡Eh! Eso me ha dolido. Una cosa es que los evolucionados le dediquen más tiempo y recursos mentales a sus investigaciones, pero reconoce que nuestra inteligencia no es adquirida, sino de nacimiento. ¿O acaso han sido ellos quienes han desarrollado el Mutagen?
- De acuerdo superdotado, vete tranquilo, que ya me encargo yo del trabajito. De todas formas tengo que quedarme aquí hasta que vuelva Luis.
- ¿Y a qué ha ido ese al rectorado?
- No tengo ni idea, creo que a una reunión o algo así. Ya sabes, de momento tiene que seguir manteniendo su vida normal para que nadie sospeche nada.
- Sí, la verdad es que mejor que siga con su rutina, porque si desaparezco yo de mi trabajo nadie va a preguntar, pero si lo hace él fijo que a la media hora ya tenemos el follón montado.
- Bueno, coleguita, aquí te quedas que yo me las piro.
- Capullo. Pues de la siguiente entrega te vas a ocupar tú, que lo sepas.
Xabi ahogó un grito de rabia al escuchar la crudeza con la que esos dos desgraciados comentaban sus proezas.
Decidió volver a su laboratorio y controlar los movimientos de Bárbara.
Gracias a Dios esa parte de la facultad daba a un solar de manera que por ahí no solía pasar nadie, porque si alguien le hubiera visto justo en el momento en el que saltó por la ventana hubiera podido pensar que estaba robando o algo así, y lo único que le faltaba era que alguien avisase a los seguratas, le detuvieran y luego fueran a Bioquímica II a pedir explicaciones y comprobar que no hubiese robado nada, destapando así sus maniobras de espionaje.
Una vez en la calle se acercó a ver si la ventana de su laboratorio estaba abierta, pero Alonso la debía haber cerrado para evitar que entrase el calor, así que tuvo que correr hacia la entrada para no perderle la pista a Bárbara.
Y, coincidencias de la vida, al entrar de nuevo al edificio por la puerta se topó de morros con Miguel Ángel, que en ese mismo instante abandonaba la facultad.
- ¿Qué? ¿Vienes de tomar el café o de correr la maratón?
- Pues sí, ya ves, el de aquí no me gusta y prefiero salir a tomarlo fuera —respondió Xabi entre jadeos.
- Sí, la verdad es que tienes razón... Por cierto, Ainhoa no ha vuelto a llamar, así que no creo que venga mañana tampoco.
- Vale, vale, tú tranquilo, que ya me pasaré el lunes a ver si está.
- Bueno, pues hasta mañana entonces.
- Qué raro que te vayas tan pronto ¿No?
- No, si no me voy a casa, voy a hacer un encargo al centro y luego vuelvo... Sinceramente, creo que no me he ido a casa a esta hora jamás.
- Sí, es lo que tiene la ciencia, que te obliga a meter muchas horas que luego nunca recuperas... Bueno, tengo algo de prisa, así que mejor te dejo que vayas a hacer ese «encarguito». ¡Hala! Hasta luego Miguel Ángel.
- ¡Adiós! Y no corras demasiado, que con este calor a lo mejor te da un yuyu.
- Pásate por el bar y bebe un trago de agua, que además de refrescar es buena para los riñones.
Xabi se alejó camino de su laboratorio mentándole los muertos a ese hijo de puta, mientras en su cabeza resonaban las últimas frases que le había dicho recomendándole que se envenenase con algo de Mutagen.
Su jefe había vuelto de comer, pero seguramente no sería una gran molestia, porque con una dosis más en el cuerpo, dudaba que quisiera perder el tiempo reuniéndose con su becario, cuando podía hacer todo el trabajo él solito, sin que nadie le estorbase.
Desde Bio I se oía perfectamente cuando se abría la puerta de Bio II, y Xabi sabía de sobra que cuando se abriera sería Bárbara quién saldría por ella.
Haberse quedado fisgoneando en Bio II le había permitido saber con exactitud quienes iban a estar en el laboratorio por la tarde, sin contar con que había descubierto lo falso que podía llegar a ser uno con tal de quedar bien y no parecer un vago que se va a casa antes de las tres de la tarde, aunque fuese delante de un “paleto no evolucionado” como él.
**********

A las siete de la tarde quedaba poca gente en la facultad. Los alumnos hacía rato que se habían ido a casa, y los becarios y profesores más «evolucionados» estarían en sus lugares de trabajo hasta las tantas, así que ya no quedaba nadie por los pasillos, excepto las empleadas de la limpieza y los bedeles, que pronto serían sustituidos por vigilantes de seguridad vestidos de caqui.
Estaba sólo ante el peligro. Se iba a enfrentar a Bárbara cara a cara, aunque bueno, de momento, era tan solo pared contra pared.
De repente oyó como se abría la puerta contigua.
Bárbara salió del laboratorio. No se había quitado la bata blanca y llevaba una cajita de cartón en las manos. Desde luego a casa no se iba.
Agazapado detrás de la puerta de su laboratorio, esperó a que Bárbara avanzara por el pasillo para comenzar a seguirla, pero el paseo no duró más que unos segundos ya que la becaria giró en la siguiente esquina y se paró antes de llegar al final del siguiente pasillo, justo delante de la puerta del almacén que el dueño del bar tenía junto a la última fila de taquillas.
Xabi vio como Bárbara sacaba una llave maestra de las que tenían los bedeles y abría despreocupadamente la puerta del cuarto sabedora de que el dueño del bar se largaba a casa a eso de las seis de la tarde. Encendió la luz y cerró la puerta tras de sí.
El almacén era un cuartucho más bien pequeño con las paredes cubiertas por estanterías metálicas repletas de cajas de cartón que contenían la mayor parte de los productos empleados en la cocina del bar de la facultad. Allí se guardaban apilados desde botes de conserva y latas de refrescos hasta detergentes y escobas.
Xabi sabía que si entraba el choque con ella sería inevitable, así que le dio unos segundos de ventaja antes de irrumpir en el cuarto y sorprenderle en plena faena.
Finalmente se decidió y entró de golpe, pero apenas si llegó a cruzar el umbral de la habitación, ya que el frasquito con el septum de caucho para extraer líquidos colocado en su boca, y la jeringuilla con la aguja clavada en el tapón de una botella de plástico azul que Bárbara sostenía en sus manos, eran pruebas irrefutables de su implicación en ese asunto.
Bárbara ni siquiera se sobresaltó cuando lo vio entrar en la habitación, y eso que estaba metida hasta el fondo en ese asunto tan turbio.
Es más, en vez de amenazarle o abalanzarse sobre él para intentar neutralizarlo, continúo inyectando tranquilamente el líquido en la botella sin inmutarse ante su presencia. Hasta que finalmente se dignó a decirle en un tono más bien seco.
- Hombre, ya era hora de que Luis buscara a alguien para que venga a echarme una mano. Siempre me toca a mí hacer todo el trabajo sucio.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué, qué? - Dijo ella levantando la mirada.
Xabi se acercó y apartándole la mano de la jeringuilla la arrancó de la botella y se la mostró.
Bárbara se asustó al ver la reacción de Xabi. Se acababa de percatar de que esa visita no era ni mucho menos para ayudarle a cumplir con sus objetivos.
- ¿Por qué lo haces? ¿Desde cuándo ayudas a Mújica en esto? He leído lo que está investigando. ¿No te das cuenta de que es una locura intentar alterar la conducta de las personas?
- Mújica te está usando. En cuanto obtenga todo lo que quiere de ti te eliminará, o peor aún, te convertirá en uno de esos monstruos a su servicio. ¡Estás loca si piensas que a ti no te va a pasar nada! Ese tío es un desquiciado. Se cree un ser superior o algo así.
- Te equivocas, ¡Estúpido! - Le gritó Bárbara dándole un empujón -. Mi implicación en este asunto es diferente. Yo no trabajo para Luis. No soy una más de sus esbirros. En esto estamos a la misma altura. ¿Es que no lo entiendes? Yo he desarrollado buena parte de esta investigación. Y pensaba que Luis había decidido incluirte en ella... Pero veo que me he equivocado. Piénsalo bien, Xabi. Eres bueno en tu trabajo. Necesitamos gente como tú para avanzar en este proyecto. Todavía quedan muchas cosas por perfeccionar para que el Mutagen sea perfecto. Además, tú y yo podríamos...
Mientras decía eso, Bárbara se fue acercando lentamente a Xabi. Sonreía de manera insinuante. Se puso a su altura y comenzó a acariciarle los pelillos del pecho que le asomaban por el cuello de la camisa, mostrando una sonrisa pícara que Xabi jamás pensó que podría llegar a poner.
Por un instante dejó de ser una becaria fría y profesional, pero eso apenas duró unos segundos.
Bárbara ni siquiera se molestó en intentar arrebatarle la jeringuilla porque mientras fingía tontear con él ya había sacado la que llevaba de reserva en el bolsillo de la bata.
Xabi la miraba sorprendido sin saber qué hacer, pero en cuanto ella se echó sobre él gritando de manera enloquecida dispuesta a clavársela en el cuello, esquivó el ataque empujándola contra unas cajas.
Cayó de espaldas sobre ellas, golpeándose la cabeza contra una de las estanterías. Estaba aturdida por el golpe, pero no parecía que le había pasado nada grave.
Estaba tan loca como Luis Mújica, así que Xabi se acercó a ella con intención de inmovilizarla antes de llamar a la policía.
Pero cuando estaba a un paso de ella, Bárbara se recuperó del golpe y reaccionó violentamente arrojándole una lata de conservas directamente a la cara.
Xabi detuvo el golpe con las manos, evitando que la lata chocara contra su cabeza, pero no pudo evitar que Bárbara, aprovechando la confusión, se arrojara sobre él y lograra tirarle al suelo.
Se arrodilló a horcajadas sobre él, aplastándole la cara con una mano mientras con la otra intentaba clavarle en el cuello la jeringuilla que había recogido de suelo.
Xabi le agarró por la muñeca y comenzaron a forcejear, hasta que logró empujarla a un lado y echarse sobre ella. Un par de puñetazos bastaron para dejarla inconsciente y así poder arrebatarle la jeringuilla. Entonces se levantó de un salto dispuesto a dejar a esa aspirante a dominadora del mundo encerrada en el almacén mientras avisaba a la poli, pero todo fue inútil. Ni siquiera había retrocedido dos pasos cuando notó el frío cañón de una pistola contra su nuca.
- Siempre pensé que eras un chico inteligente y no me equivocaba. No has tardado mucho tiempo en descubrirnos, aunque de una manera más bien accidental según me contó Ainhoa ayer. Pobrecita, metió la pata y se dio cuenta demasiado tarde. Ha pagado bien caro su error.
- ¿Qué le has hecho a Ainhoa, maldito hijo de puta?
- Tranquilo, de momento ninguno de nosotros es un asesino. Cuando Ainhoa se dio cuenta de que había copiado por error unos archivos de la carpeta de Bárbara, no solo cometió la imprudencia de leerlos sino que encima vino corriendo a contármelo a mí, pensando que era algo que estaba haciendo Bárbara a mis espaldas. Y como comprenderás no podía permitir que fuera por ahí contando absurdas historietas evolutivas que hubieran desacreditado toda la labor investigadora del grupo. Así que tranquilo, que Ainhoa ya no volverá a perder el tiempo tonteando contigo, porque a partir de ahora va a dedicar la mayor parte de su tiempo a investigar y desarrollar la eliminación de glioblastomas, para que así Miguel Ángel y Bárbara estén más liberados y puedan seguir con nuestra pequeña investigación paralela. Si algo bueno tiene la mutación neuronal es que anula la personalidad de las personas convirtiéndolas en auténticas máquinas de pensar, así que Ainhoa podrá hacer el trabajo de los tres sin ningún problema.
- Estás loco Mújica. Jamás lograrás tu propósito.
- Sabía que tarde o temprano alguien acabaría interponiéndose entre nosotros. A Alonso y a ti os pierde vuestro concepto de la ética científica. Quizás por eso os descarté desde el primer momento y me limité a trabajar con mis becarios. Y veo que no me equivoqué, porque no sólo te has inmiscuido en nuestros asuntos sino que además has rechazado la oportunidad que te ha brindado Bárbara de unirte a la investigación más importante del siglo. Así que ahora voy a tener que eliminarte y te aseguro que no vas a tener la suerte de ver tu cerebro esparcido por el suelo. Esto va a ser más lento, pero no te preocupes, porque no va a ser nada doloroso. Creo que no hace falta que te explique que con cinco dosis bastará para que seas uno más de esos. ¡Parece mentira! No llevamos ni dos semanas introduciendo el Mutagen en el agua y ya habrás podido comprobar cuánto han evolucionado tus compañeros.
- Tienes toda la razón, jamás habría consentido esto. Estas usando a las personas que te rodean como si se tratarán de animales de experimentación.
- ¿Pero es que no lo entiendes, idiota? La evolución natural es lenta, muy lenta. ¡Demasiado lenta! El ser humano tardó millones de años en aprender a caminar erguido, hablar o llegar a la luna. Pero eso se acabó, porque a partir de ahora, gracias a nosotros todo va a ser muy distinto. No será necesario esperar a que el azar dote a un ser humano de un cerebro excepcional para que alguien desarrolle la teoría de la relatividad; y eso si tiene suerte y no muere antes masacrado en alguna guerra. A partir de ahora nosotros crearemos a los genios, y lo haremos a partir de cerebros normales. La materia prima es lo de menos te lo puedo asegurar. Hemos logrado que el ser humano evolucione artificialmente y en cuanto controlemos todas sus funciones cerebrales podremos alterar a nuestro antojo la personalidad de los individuos. Ni Aldous Huxley hubiera soñado un mundo así. Reconócelo. El progreso artificial no llegará de manos de la informática, la nanociencia o la robótica. Nadie tendrá que insertar microchips en los cerebros humanos para aumentar la memoria de las personas, como hacen con los ordenadores. Si el homo sapiens evoluciona será gracias a la bioquímica. Hoy empieza un nuevo futuro, y muy a tu pesar, nosotros somos sus dueños.
- ¿Y eso a costa de qué? ¿De crear robots sin sentimientos? Máquinas dispuestas a trabajar 24 horas seguidas sin protestar, porque son esclavos de su propio cerebro hiperdesarrollado.
- Estos tan solo son los primeros experimentos, pero la segunda generación de Mutagen ya está en marcha, y pronto controlaremos de una manera mucho más perfecta el pensamiento de cada persona. Y si hay algo que te tiene que quedar claro es que no voy a consentir que un estudiante de pacotilla altere mis planes. Así que ahora vamos a salir de aquí los tres juntitos como si no pasara nada y vamos a ir a mi laboratorio. Y si intentas hacer algo ten por seguro que no dudaré en pegarte un tiro, a ti y a cualquiera que se interponga en mis asuntos.
Bárbara se levantó aturdida por el golpe. Recuperó la jeringuilla y sonriendo se acercó a Xabi. Pronto la primera dosis recorrió sus venas.
De momento lo dejarían atado y amordazado en el laboratorio, pero un par de dosis más tarde ya no sería necesario. Su cerebro claudicaría ante el ansía de saber y pasaría a ser otra máquina más al servicio de la ciencia, como Ainhoa o sus amigos.
Los pasillos estaban vacíos de manera que el traslado fue rápido, y en apenas unos segundos Bárbara abrió la puerta del laboratorio bajo la atenta mirada del catedrático, que más que controlar sus movimientos, la devoraba con ojos lascivos.
Sin duda Mújica la deseaba en secreto y su interés por ella iba más allá de lo puramente científico. Y la pobre ilusa seguía pensando que lo que había primado en su elección era su capacidad investigadora.
Pero esa fue la perdición de ese loco, ya que Xabi aprovechó su descuido para echarse de golpe hacia atrás y destrozarle la nariz de un cabezazo. Luego, retrocediendo unos pasos, lo arrastró hacia atrás con su propio cuerpo y lo empotró contra una de las taquillas.
Entonces, agarrándole por la muñeca, golpeó repetidamente su mano contra la puerta hasta que la pistola cayó al suelo y pudo apoderarse de ella, apartándose al instante de Mújica para poder encañonar a ese par de locos.
A pesar de sangrar como un cerdo Mújica sonreía.
- ¿De qué te ríes bastardo? ¿Tan loco estas que no te das cuenta de que esto va a ser tu final? En cuanto llame a la policía vais a haceros famosos, pero no por ser los amos del mundo sino por ser los psicópatas del siglo.
Xabi sacó de su bolsillo el móvil y nervioso comenzó a teclear sin dejar de apuntarles.
- Te equivocas. ¿O es que acaso olvidas que aquí soy yo quién manda? Pocos quedan que no hayan probado ya el Mutagen.
Apenas unos segundos más tarde Xabi entendió el comentario de Mújica, ya que mientras le entretenía regodeándose en sus logros, por el pasillo se habían ido acercando varios profesores y becarios que habían oído el golpetazo contra las taquillas.
La mirada vacía delataba el bando al que pertenecían. Y al ver que estaba apuntando a Mújica empezaron a correr hacia él.
Xabi disparó tres veces contra ellos, pero fue inútil. La pistola estaba descargada.
La histriónica carcajada de Mújica volvió a romper el silencio. Sin embargo, Xabi supo reaccionar lo suficientemente rápido como para salir corriendo en la dirección opuesta, después de empujar de nuevo a Mújica contra las taquillas y apartar a Bárbara de un manotazo.
Pero la libertad estaba lejos, ya que por el otro pasillo aparecieron un par de guardas jurados enloquecidos que se sumaban al mogollón después de haber visto lo que pasaba a través de las cámaras de seguridad.
Xabi les encañonó haciendo que se pararan en seco. Habían abandonado la centralita antes de que él disparara por lo que desconocían que la pistola estuviese descargada. Esos segundos ganados le permitieron buscar refugio en el laboratorio de Bioquímica I. Si conseguía atrancar la puerta podría escapar por la ventana.
Cerró con llave y comenzó a arrastrar un arcón frigorífico para frenar el ataque de esos energúmenos, pero a una orden de Mújica comenzó el asalto y sólo le dio tiempo de contener los primeros golpes y empujones, apoyando la espalda contra la puerta para poder frenar con los pies los embates asesinos.
Empezó a llamar a la policía, pero con los nervios era incapaz de teclear los números y los porrazos eran tan grandes que en un momento dado se le cayó el móvil al suelo.
Al otro lado los dos guardas jurados se hicieron con sendos extintores para aumentar la intensidad de los impactos y poder así derribar la puerta, de manera que la barrera que le separaba de una muerte segura comenzó a desencajarse del marco.
Era inútil. Sus pies resbalaban en el suelo de baldosas y pronto quedó sentado en él, mirando al vacío, esperando el inevitable final.

Texto agregado el 15-08-2014, y leído por 119 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
25-08-2014 POr fin he terminado de leer. Buen cuento. Me gusta la ciencia ficción siemprearena
24-08-2014 ültimo párrafo siemprearena
22-08-2014 V) En confianza, ya no pude seguir, porque decayó mi interés. ¿Por qué? Demasiado largo, es conveniente subir un texto en varias partes, poco a poco. Todos vamos muy deprisa en internet, y la mayoría no lee, en serio. Sólo se leen "algunos amigos", es como todo: existen categorías. Y los hay, y muchos que comentan sin leer siquiera. Un abrazo. AMANTAE
22-08-2014 IV)"los individuos que más tiempo llevaban expuestos a la sustancia parecían trastornos de personalidad inesperados..." Me parece de manual de Psquiatría. Interesante sus detalles en este extraordinario relato que parece que nadie leyó. Es gran autor, sin duda.... Sigo AMANTAE
22-08-2014 III) Un oasis para el pobre de Xabi. AMANTAE
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