La venganza es dulce
Les conté en mi entrega anterior, que quiero vengarme de una cuentera que rompió mi corazón.
Por más que me esfuerzo pensando en alguna venganza cruel, pero al mismo tiempo fácil y barata, no logro que se me ocurra nada.
Ya desistí de presentarle a algún cuentero medio raro, que la enloquezca, que la mate de fastidio. Un cuentero de esos que escriben verdaderos ladrillos. Acá en la Página hay muchos e incluso creo que yo soy uno de ellos. Pero me da lástima, por el cuentero, no por ella, que se merece eso y mucho más.
Le fui a pedir ayuda y consejo a mi querido amigo Alexandrocasals que gracias a Dios está de vuelta en la Página. Recién llegado del Kurdistan, me recibió en su mansión de la Avda. Libertador.
Nunca me expliqué que cornos hace viajando por el mundo, por esos lugares de extremo peligro. En otro relato ya narré que me salvó la vida cuando estaba en Sudáfrica, para el Mundial de fútbol, hace 4 años. Yo había ido como ayudante del ayudante del vice corrector de pruebas de un importante diario argentino. ¡Sí, de ese mismo!, y Alexandro había exportado a Sudáfrica la insólita cantidad de un millón de vuvuzelas y se las había vendido a unos grones de la política sudafricana. No sé bien como fue el chanchullo, pero me convenció, dólares por medio, para que yo pusiera mi nombre en todos los papeles y por haber puesto el gancho ( firmado) casi me condenan a muerte. Por suerte Alexandro era amigo de otros gansterers más pesados que los políticos y me pude rajar del país en una balsa, disfrazado de náufrago alemán. Y además me perdí el Mundial y en el Diario me dieron el olivo. Pero igual le estoy agradecido y ahora, heme aquí esperando que me aconseje sobre una venganza.
Cont.
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