5
Lección de humanidad
Intentar abrir los ojos le produjo un increíble dolor. Sus pupilas parecían centellear con pequeñas puntadas azules y cada lucecita era un alfiler para sus corneas. Decidió mantener los ojos cerrados y recapitular.
Primero, pasaría inventario; Notó sus piernas, sus brazos y sus manos, aunque no podía mover ni un músculo. Se notaba en un estado de semi-inconsciencia, como adormecido por alguna droga. El frío que traspasaba por su espalda le hacia reconocer que se encontraba tumbado en una especie de cama metálica, sin sábanas. La ausencia de cualquier ropa le preocupó un instante, pero concluyó que aquello era un problema menor. Sin embargo la desaparición de sus armas y su mochila le turbó. Era consciente que de este modo se encontraba completamente desprotegido. Respirar le ocasionaba cierto dolor en el costado por lo que dedujo que habría algún tipo de lesión por esa zona. Aún estaba vivo, entonces la conclusión es que no tendría una herida mortal. Escuchó atentamente los sonidos que se producían a su alrededor sin conseguir identificar ninguno de ellos. Eran ruidos sordos que parecían manar desde cualquier sitio. A cierta lejanía podía escuchar voces pero eran completamente ininteligibles para él.
Segundo, recordar como llegó a donde estaba; Las imágenes venían a su mente como auténticos flashes y le resultaba costoso hilvanar los acontecimientos. Hizo un esfuerzo, pero su cerebro mezclaba situaciones del pasado con las del presente y seguramente con alguna alucinación, de manera que sus recuerdos eran un autentico caos. Se vio a si mismo, como en un película, de pie hablando con aquel doctor: “Kail, es usted un inmune…pero no se confíe; Cualquier causa normal que matara a un ser humano podría hacerlo con usted, pero puedo asegurarle que el virus Debrariano no lo hará”. Luego, en otra caótica sucesión de imágenes, sin saber bien por qué, recordó los años del primer contacto, de “la venida” como lo llamaron después. Su mente le proyectaba los recuerdos, como si fueran sueños reales y vívidos, de cómo en aquella época los Debrarianos se presentaron sin que nadie los hubiera localizado antes, con sus naves en forma de margaritas gigantescas como campos de fútbol y casi en cada una de las ciudades importantes del planeta y de cómo estuvieron suspendidos sobre esas ciudades más de un año sin mostrarse físicamente mientras adentro se “aclimataban” a las condiciones de la Tierra, según ellos. Cuando por fin descendieron fue un acontecimiento mundial. Su aspecto, curiosamente muy similar al humano excepto por la altura y el color de su sangre, extremadamente azul, tranquilizó a las masas que contaban con que el día que bajaran de sus naves se encontrarían con alguna especie de monstruos alienígenas que poco menos que se los comerían enteros, de modo que todos los ejércitos del mundo se mantenían expectantes y en alerta con las armas preparadas. En cambio, el aspecto agradable y ciertamente familiar biológicamente con el que se presentaron (en realidad se parecían más a asiáticos, pero de gran altura, ojos rasgados, grandes y hermosos, pelo rubio o cano y un color de piel claramente cyan) tranquilizó sumamente a la población en general y a los militares en particular, ya que a modo de presentación pacífica se definieron en todos sus aspectos biológicos y resultaron ser tan mortales como los mismos humanos.
También resultó que los Debrarianos eran unos seres tecnológicos muy inteligentes y avanzados pero con escasa capacidad armamentística. Ese era un concepto que para ellos no existía. Digamos que en su idioma ni siquiera había una palabra para describir “guerra”. Según se supo posteriormente esta raza tan solo se limitaba a vagar por el universo adquiriendo los recursos necesarios para su existencia y en cuanto encontraban algún impedimento sencillamente se marchaban a otro lugar. Con estas pacíficas condiciones pronto fueron aceptados en prácticamente todo el mundo y se gozó de un transmitir continuo de conocimientos que enriqueció enormemente a la raza humana sobre todo. A cambio, los Debrarianos solo pedían explotar ciertos recursos que necesitaban y que se encontraban mayormente en la Luna. Esto no supuso ningún problema a las autoridades que dieron carta blanca al proceso, ante la incapacidad tecnológica de la raza humana para aprovechar para si esos recursos, siempre dentro de la supervisión de una comisión que se creó para tal efecto. Durante algunos años esta colaboración entre razas supuso una bonanza para ambas especies y la cultura, la biología y la tecnología avanzaron espectacularmente.
Lo que sorprendió en la misma medida a humanos y Debrarianos fue que una pequeña pandemia que ocurrió entre los visitantes que, siendo para ellos poco menos que un resfriado, resultara ser un virus terrible para la humanidad y el resto de las especies animales. Este suceso puso en guardia automáticamente a las autoridades militares y civiles del planeta y en cuanto se conocieron los horrorosos síntomas que el virus desplegaba en todas las especies de la tierra se instó, incluso por la fuerza, a todos los Debrarianos que permanecían en suelo terrestre a que lo abandonaran y se confinaran en aislamiento en sus naves hasta nuevo aviso, ya que la peculiaridad de este virus, como tantos otros terrestres, era la propagación no aérea y tan solo por transmisión de fluidos o contacto directo.
Esta situación se trocó en una verdadera pesadilla de extinción para las especies terrestres ya que ni los Debrarianos tenían un remedio específico para un mal que para ellos no reportaba ningún inconveniente. Un Debrariano infectado pasaba por unos pocos síntomas que no excedian de un malestar y al poco estos síntomas les desaparecían solos; Sin embargo un humano sufría cuatro terribles fases que consistían en: La infección: fiebre altísima con daños cerebrales profundos. La propagación: El virus muta los órganos de todo el cuerpo para adecuarlos a su propia supervivencia, cosa que provocaba terribles hemorragias. El síndrome del muerto viviente: El ser infectado, ya sea humano o animal, entra en un estado comatoso en el cual no mantiene constantes vitales aparentes, aunque el organismo invasor continua latente. Esta fase es la más corta de las cuatro y seria comparable al de una crisálida mientras el virus termina por tomar posesión física y mental del individuo. El dominio: Una vez adaptado totalmente el cuerpo y la mente al virus alienígena, este se transformaba en un parásito que solo vive para comer, manejando el cuerpo ocupado como una marioneta sin consciencia con el único fin de proporcionarse alimento, ya sea de comestibles habituales o cualquier otra cosa orgánica que esté a su alcance. En este periodo, a falta de cualquier otro alimento o ser vivo, se sucede el canibalismo ya que a ese nivel el cerebro está “muerto” y no distingue entre seres iguales, sanos o infectados. A estas alturas de la infección también se producían esas espantosas lágrimas acidas y azules características de los “llorones” y que no eran más que el modo que tenia el parasito interno de deshacerse de sus propios desechos.
Algunos Debrarianos, quizás llevados por un ingenuo deseo de ayudar, se resistieron a los traslados forzosos que les imponían las autoridades conllevando esta situación a algunos sucesos desafortunados en los que se emplearon las armas y estos mismos seres resultaron muertos o heridos.
Después de estos graves incidentes, completamente incomprensibles para una mente Debrariana, la población alienígena decidió abandonar en masa el suelo terrestre, pero eso sí, sin prescindir de las condiciones del tratado que habían concertado con los humanos, es decir, continuarían con su explotación del satélite.
Esto, como es de esperar, no convenció en absoluto a muchos sectores humanos y se produjeron cientos de disturbios en todo el planeta en contra de los Debrarianos que fueron tratados de plaga por la sociedad. Los militares tomaron la situación de su mano y después de algunas advertencias fallidas se efectuó un ataque nuclear a gran escala sobre nuestro propio satélite para impedir que los Debrarianos continuaran con lo que muchos denominaban “el saqueo”. Lo que nadie pudo esperar es que en respuesta los alienígenas actuaran llevándose lo que por derecho ya consideraban suyo, nuestra Luna, e invirtieron toda su avanzada tecnología en este fin, desplazando en pocos años el astro de su orbita sin tener en cuenta los desastres que causarían al planeta. En la lógica Debrariana, ante una situación conflictiva, optaron por marcharse pero eso si, sin olvidar sus propios recursos y aceleraron este proceso hasta que las armas humanas dejaron de tener el alcance necesario como para poder efectuar un nuevo ataque. La humanidad quedo indefensa ante el virus importado y ante los desastres que depararía la ausencia de la orbita gravitatoria de nuestro satélite.
Pero sucedió algo más…
La terrible circunstancia de este virus proporcionó un nuevo punto de vista a la raza extraterrestre: El concepto de la guerra. El apoderarse por la fuerza de lo que consideraran imprescindible para ellos y el utilizar los medios necesarios a su alcance, lícitos o no, para la consecución de su fin.
Esa fue la gran lección que adquirieron de la especie humana.
Y así, los Debrarianos declararon su primera guerra intermundial.
|