La puerta de la casa estaba abierta, entré sin decir nada, sigilosamente me dirigí hacia los niños, despacio caminaba y ahí.. ahí estaban acurrucados y dormidos, arropados y tranquilos en la cama con mosquitero, vi al niño primero, él roncaba, luego vi a la niña que su dedo chupaba, parecía que con sus muñecas ella soñaba, ella jugaba.
La madre estaba ausente, pero de seguro llegaría de repente, en la ancha cama puse mis maletines y me acerqué a los pequeñines.
El niño despertó, al verme se sorprendió, y de un envión y para que haya rima, se quitó a su hermana de encima, a ambos los abracé, los besé con todo el amor que les tengo y por siempre les tendré.
Ya relajado con una almohada sobre la hamaca y acostado con mi amada flaca, escribo bajo un árbol de cedro en el patio, desde mi querido pueblo de Tagamandapio.
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