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-Cuidado con lo que deseas-
Kail alcanzó el tercer piso sin encontrar más obstáculos. En el rellano tan solo una puerta permanecía abierta. Los demás domicilios aún se encontraban sellados. Al fondo se percibía el leve resplandor de una pequeña hoguera como única iluminación desde el centro de la estancia. Al no ver ni rastro de la niña avanzó con cautela. Encendió su potente linterna y se adentró en el piso. Nada más traspasar el vano de la puerta pudo ver a Shinda arrinconada contra la pared al fondo del departamento. Al alumbrarla vio el cuchillo que sujetaba a la altura de su pecho, apuntándole a él, como si quisiera dispararle desde su punta algún tipo de proyectil. Las manos de la niña temblaban espasmódicamente. Kail hizo caso omiso a la amenaza y continuó adentrándose en el interior. La habitación, que en su tiempo hubo de ser un pequeño salón, estaba exenta de muebles. Solo unas maderas, restos del antiguo mobiliario, se hallaban apiladas en uno de los rincones. Las ventanas del fondo estaban apenas tapadas con un par de maderos, dejando que el aire de la noche penetrara por sus resquicios. Solo persistía polvo y basura, nada diferente al resto del planeta. Al menos allí no olía a cadáver. Alrededor de la hoguerita habían esparcidas por el suelo diversas latas vacías de comida y envoltorios de algunos dulces. Kail contó seis latas y comprendió el precario estado de la niña. Seguramente había estado todos estos días dándole el contenido de los botes a su familia, guardándose para ella solo los dulces. No se puede vivir una semana a base de chocolatinas. De una patada apartó algunos botes y se sentó en el suelo, junto a la hoguera. Se descolgó el fusil y la mochila y los depositó en el suelo. Extrajo algunos alimentos militares secos y deshidratados, una cantimplora y un recipiente. Se dispuso a prepararlos y giró el rostro hacia Shinda;
- Se te van a dormir los brazos si sigues en esa postura – dijo, y volvió la mirada hacia los alimentos que preparaba.
- ¡Eres…eres un asesino!¡ Me has mentido, los has matado…! –sollozó
- Pensé que no oirías los disparos. Tienes buen oído niña. Eso es bueno para estos tiempos que corren. Será mejor que dejes el cuchillo y te acerques. La comida estará lista en pocos minutos y tú tienes el aspecto de alguien que necesita comer urgentemente.
- … ¿Vas…a matarme a mi también…? – susurró con tono aterrorizado.
- ¿Vas a darme motivos para que lo haga? – contestó Kail fijando unos profundos ojos negros sobre ella - …¡He dicho que vengas y te sientes! No me gusta comer esta bazofia fría.
Shinda permaneció en silencio, inmóvil durante algunos segundos. Poco a poco bajó el afilado cuchillo hasta que, por fin, lo dejó caer a sus pies. Se acercó cautelosa y se sentó en el suelo, en el lado opuesto a Kail, agarrándose las piernas con los brazos mirando con detenimiento lo que hacía Kail con la comida. Después de todo, el hambre siempre pudo con el miedo. Él continuaba desmenuzando el seco alimento, lo echó en el recipiente y lo regó con abundante agua. Luego lo depositó encima de las brasas. Un aroma a sopa caliente embargó la estancia en pocos segundos.
- Tuve que hacerlo – dijo Kail sin mirarla. Ella asintió con lágrimas en los ojos.
- -…Ellos dejaron de ser tu familia en cuanto cayeron enfermos. Tú eras lo suficientemente mayor entonces para saberlo. ¿Que tenias, nueve, diez años cuando comenzó la guerra? A esa edad ya se recuerda todo. Yo aún lo recuerdo todo. Recuerdo haber vivido en un mundo que no estaba amenazado por un virus y en el que no existían los Debrarianos ni la guerra. Recuerdo un mundo azul de día y una luna blanca y redonda por la noche. Este ya no es el mundo que yo conocí niña, sin embargo este es tu mundo ahora. Es el mundo donde hemos de seguir viviendo.
- Yo recuerdo la luna – dijo Shinda con voz más calmada…- A mi madre le encantaba mirar a las estrellas y deseaba conocer un día si existía alguien más, allí arriba. Me contaba miles de historias que se inventaba. Pasábamos horas por la noche mirando al cielo y fantaseando con seres que vendrían de otros planetas, que serian buenos e inteligentes, que querrían conocernos y ayudarnos. Y ahora, ella está muerta…
- A veces lo que uno más quiere no es precisamente lo más conveniente. ¿Murió por el virus? – dijo acercándole el recipiente con la sopa humeante.
- No. Murió en casa, en uno de los primeros ataques. Uno de esos rayos azules de una nave Debrariana cayó en nuestro edificio y aparte de ella lo perdimos todo. Salimos muy pocos con vida y después fue cuando desataron el virus. Me alegro que ella no llegara a ver el horror que esos seres nos traerían.
Shinda acabó con la frugal comida, se levantó y se acercó a la ventana. Por entre los maderos, posó sus ojos en la piedra marron-rojiza que relucía apenas en el cielo. Casi no podía creer que aquella pequeña cosa fuera en su momento un satélite tan hermoso. Algunas estrellas fugaces trazaban el negro cielo de estelas plateadas dejando a su paso una temblorosa línea azul que permanecía durante algunos instantes. Había una verdadera lluvia de ellas. Se quedó pensando unos segundos.
- ¿Cuanto tiempo más crees que tardaran en llevársela del todo?
- ¿La luna? Mm..no sé. Quizás en algunos meses más ya no pueda verse en el cielo, aunque seguirá por algún tiempo ejerciendo su gravedad. Puede ser que en menos de un año o poco más comiencen las mareas o los terremotos o el diablo que sea que pase entonces. Después de todo, nadie sabe a ciencia cierta que ocurrirá.
- Kail, pide un deseo...- dijo de pronto - ¡Hay muchísimas estrellas fugaces! ¡Es precioso, mira!
Kail se levantó con curiosidad y se acercó a la altura de la niña. Se asomó por entre las grietas y vio como el firmamento se llenaba cada vez más y más cerca de una red de trazadas azules y blancas. Giró sobre sus pasos y comenzó a guardar en su mochila los utensilios que había utilizado. Mientras lo hacía miró a la niña que seguía ilusionada viendo el espectáculo agarrada a los maderos de la ventana.
- ¿Ya has pedido un deseo? – preguntó Kail sin parar de recoger sus cosas.
- Si……he pedido que todo cambie… ¿Y tú, también pediste un deseo? – dijo, y al girarse se sorprendió con la celeridad con la que Kail había recogido todas sus pertenencias, incluido el fusil que estaba terminando de colgarse a la espalda.
- Aha…He pedido no morir esta noche - dijo Kail agarrándola y tirando fuertemente de su brazo se dirigieron hacia la salida de la habitación. – Pero de momento, tu deseo es el único que ciertamente va a cumplirse. Nos vamos niña. No son estrellas fugaces.
Es un ataque Debrariano.
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