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Iniara Iniesta (VII)

Si hay alguien que ha permanecido imperturbable es Matilda; amo a esa mujer. Por lo demás, estuvimos días hablando con papá, contándonos mutuamente lo que nos había pasado.
Por supuesto le ahorré los hechos amargos. Reía de buena gana cuando le contaba sobre nuestra vida de ladrones aventureros con Carlota. No se podía imaginar estas dos damas haciendo de hombres diminutos y robando a acaudalados. Así se lo pinté, pero la realidad fue otra. Nos jugábamos la vida en cada asalto, y cuando entrábamos por las chimeneas rogábamos que el informante se hubiera asegurado que no había nadie en la casa. Las heridas en el cuerpo y en el alma quedaron, aunque tanto Carlota como yo mejoramos en salud: el clima de Veracruz nos ayudó.
Pero la hacienda ya no es la misma, lo mismo que Nueva España. Calleja, representa al férreo poder real y a papá no le queda otra opción que apoyarlo. Pero eso no es lo que más lo atemorizaba. Calleja es un hombre duro y si llega a enterarse de nuestras ideas independentistas, podemos darnos por muertos, la revolución se ha cobrado miles y miles de vida.
Mi sueño es liviano, y de noche siento movimientos extraños en la parte baja de la casa. Me levanto sigilosamente, pensando que nos entran a robar. Espío desde la arcada de la casa. Es papá, murmura con un grupo de personas. Son insurgentes. La situación es desesperada, han herido de muerte a uno de los parroquianos. Pero también hay otra noticia funesta: Fusilaron a José María Morelos.
Los movimientos en la hacienda varían durante el día y la noche: Con el sol, somos realistas, con la luna, insurgentes. El cuidado de las formas se ha transformado en elemental.
Papá me ha llamado a su escritorio:
-Hijita, la situación apremia. No voy a pedirte que tomes partido por una causa en la que no crees, pero realmente te necesitamos. Piénsalo.
Quiere cederme sus posesiones. Unidas a lo que traje de Inglaterra y a la fortuna que me dejó Humberto, podría ser la mujer más rica de Nueva España. Si me encuentro en esa posición puedo entrar en el selecto círculo de Calleja.
Hablo con Carlota y con Matilda. No puedo hacer esto sola. Ellas estarán conmigo. Rezo a Dios. Sólo encuentro un ¡Adelante!
Firmo cerca de un kilo de papeles. Ya soy dueña del patrimonio más grande de todo el Virreynato. La invitación de Calleja no se hace esperar; pero conseguir datos encubiertamente es bastante complicado.
Este hombre es muy inteligente. Tiene unos modales impecables, un hablar particular y seductor, pero me escruta con la mirada y hasta podría asegurar que sabe exactamente en qué pienso. ¿Cómo puedo obtener datos de los movimientos del ejército realista? Dios mío, no me abandones.
Sólo un puñado de insurgentes -así nos llaman- sabe mi verdadera posición, el resto, su mayoría me odia. Puedo sentirlo. Al ir a misa, a la plaza, en el mercado. Si no fuera por Carlota y Matilda ya hubiese explotado. Por su parte Calleja no me pierde pisada. Algunos de sus planes se desbarataron por la información que pasé. Creo que está dudando de mí.
Papá está nervioso, y por eso ha pensado en abandonar el plan, sin embargo con los datos que he aportado se han evitado muchas bajas. Dice que necesita protegerme, pero ¿cómo? La guardia realista no es una buena opción, un cambio de opinión sobre nosotros y terminamos fusilados, igual que Morelos. El problema consiste exactamente en incorporar a la hacienda un pequeño destacamento sin levantar sospechas.
Fingimos un asalto y la llegada de un primo lejano de la familia: Jerónimo Adalberto Casas, Conde de Irujo. En realidad se trataba de un hombre de confianza de papá, que de Conde tiene lo que yo de espía, así que se instaló en una parte de nuestra casa con un grupo nutrido de soldados. Por supuesto que esto no pasó desapercibido para Calleja.
Por mi parte apenas si conocía a Jerónimo, y la verdad estaba un poco nerviosa con alguien que me era completamente desconocido dentro de mi propia casa. Para mi sorpresa Carlota entabló amistad con Alfonso, segundo de Jerónimo y sin que pudiera preverlo de manera alguna, me comunicó que se casaba con él. Yo me encontraba entre estupefacta y feliz, y no pude menos que contentarme, porque me parecía que Alfonso era un buen hombre, el tiempo después me dio la razón.
Carlota parecía exultante el día de su boda, sin lugar a dudas fue uno de los eventos más fastuosos e importantes de esos años. Esto también calmó en cierto punto las sospechas de los realistas sobre dónde estaba depositada la lealtad de nuestra casa.
Después de tantas intrigas, idas y venidas, siendo que Carlota ya ha formado su hogar, siento como una especie de abandono. Matilda sabe que extraño a mi amiga. También siento un poco de desasosiego pero por nada del mundo quiero empañar su felicidad. Retomo mis labores de siempre; papá me comunica que tendremos que albergar a Jerónimo dentro del exclusivo recinto familiar. Me siento invadida y molesta. Es algo confuso. De repente quiero que Jerónimo esté con nosotros, pero no. Cada vez que me mira me falta el aire y se me nublan los pensamientos.
Con la ayuda de unas muchachas Matilda prepara su dormitorio. Sin ninguna razón fiscalizo los detalles. Quiero que todo esté perfecto... para él. Soy una perfecta tonta.
Me voy contrariada. Al rato me anuncian que Jerónimo llegado. Quedo petrificada. Tiene la tez oscura y sus ojos son pardos. Su cabello apenas asienta sobre sus hombros y es un poco ondulado. Tiene porte de militar y ademanes de caballero, por supuesto preparado por papá. Toma mi mano y la besa. No puedo dejar de temblar. Le ofrezco unos entremeses. Acepta. Me habla de los ideales independentistas y yo me pierdo en mis propios pensamientos. Hago nobles esfuerzos por concentrarme en lo que dice y ahora me pierdo en sus ojos... ¡Dios mío! ¡Me he enamorado!

Texto agregado el 11-08-2014, y leído por 99 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-08-2014 "Con el sol, somos realistas, con la luna, insurgentes." Ahí se resume todo el meollo de este capítulo. Ya recuerdo a Jeronimooooooooo, y me emociono. Yo sabía que faltaba algo. Sigo. SOFIAMA
 
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