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Iniara Iniesta (VI)

Con Carlota todavía no nos habíamos repuesto del susto cuando el Capitán nos informa que por orden de los franceses debíamos detenernos en el Puerto de Bret. Evidentemente buscaban a Humberto. El Rey Fernando, a pesar de ser menos que un bufón para Napoleón, se había encargado de hacer sus contactos.
De repente nos transformamos en Denis y Adam Smith. Sin palabras. Al Capitán se le ocurre vestirnos de marineros. Carlota llora porque ha perdido todo su cabello. Yo me hago la fuerte, pero también tengo ganas de llorar. Toda nuestra femeneidad se ha perdido en el puerto de Santander. Gracias al Dios bendito los franceses no revisaron los baúles. Conservamos todas nuestras pertenencias pero principalmente salvamos nuestras vidas.
Ya en Inglaterra se nos recomienda mantener la misma identidad. A las dos nos emplean como cadetes, mensajeros del puerto. Parecemos dos hombrecitos pequeños y débiles, nuestros cuerpos no pueden estibar pero sí podemos volar con los mensajes. Aún así no son buenos tiempos para Bretaña y perdemos nuestros empleos. El hambre se hace sentir y decidimos con Carlota vender lo que tenemos de valor.
El negocio no sale bien, o mejor dicho sí. El mercader ha visto nuestros cuerpos diminutos. No acepta las joyas pensando que tienen origen dudoso, pero ante nuestra desesperación promete contactarnos con gente que se dedica a nuestro mismo negocio. A la postre conocemos una banda de ladrones. Carlota quiere huír, pero le hago entrar en razón: Necesitamos ganarnos la vida.
El trabajo es fácil: Nos dan el dato. Entramos por las chimeneas. Si hay poco lo llevamos con nosotros. Si hay mucho abrimos las puertas. Es una labor delicada, sin violencia y redituable. Con lo primero que ganamos nos damos un festín y nos emborrachamos. Pienso que la vida es extraña. De repente yo, con mis vestidos y mis mantillas con encaje, con mi perfume y mi rosario y hoy caminando con harapos en pleno centro de Londres. Cortamos nuestro cabello regularmente y usamos varias capas de ropa para parecer más grandes.
Ya llevamos varios años haciendo este trabajo y nos están buscando. Cada vez es más difícil encontrar la casa de un rico o de un noble para robar. A Carlota le está afectando el hollín de las chimeneas, ha comenzado a toser con frecuencia. Necesitamos otro trabajo de manera urgente.
James, la cabeza de nuestra banda nos manda a la campiña inglesa. Los robos son más violentos. En algo me ayuda lo poco que aprendí de esgrima con Godoy.
Las noticias de España no son nada halagüeñas. Ha sido expulsado José Bonaparte y los Virreynatos de América han comenzado una guerra independentista. Papá debe estar feliz, aunque hace años que no tiene noticias mías. Mi última carta le dice que confíe en Dios, que si él siente que estoy viva, así es. Pobre papá, me envió a España pensando que mi futuro allí sería más promisorio...
Las noticias que vienen de Nueva España me indican que papá y sus amigos revolucionarios están haciendo de las suyas. Hasta el cura párroco debe estar inmerso en el movimiento, dicen que el cabecilla ha sido Miguel Hidalgo y Costilla, un cura, aunque ahora está muerto. Pero el espíritu independentista se mantiene.
Carlota empeora; cada día tose más y más. El clima de Inglaterra no ayuda. Yo también tengo algunos dolores, especialmente de heridas que recibido en los atracos. También siento dolor de huesos. Habiendo reunido una pequeña fortuna le propongo ir hacia América, a mi hogar donde seremos bien recibidas. Al principio se rehusa, pero sabe que no podemos resistir más.
Entramos a una buena fonda, nos bañamos y preparamos nuestros vestidos. Es casi una fiesta, recuperamos nuestra condición de mujeres; usamos unos postizos, nuestro cabello todavía está corto. Después de tanto tiempo la fragancia de Monsieur Chateaubriand ha perdido su aroma. Pero hay tantas cosas nuevas, tantas máquinas e inventos que todo se consigue por unos pocos peniques.
Nos embarcamos; el viaje es mucho más corto y placentero, en quince días pisamos el puerto de Veracruz.
Desembarco llena de ilusión pero ni el lugar ni sus habitantes son los mismos. No reconocí a papá. Está tan envejecido que si no me llama por mi nombre lo confundo con un extraño. Lo abrazo. Lloro: Yo también me siento mayor

Texto agregado el 11-08-2014, y leído por 92 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-08-2014 Me encanta el giro que toman los personajes Carlota e Iniara. Tu creatividad emociona. Sigo. SOFIAMA
 
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