Mi nombre es Juana González, en estos momentos me encuentro dictando mi historia, la cual será transcrita por mi hermana Julia, por razones que sabrán al finalizar mi relato.
Desde mi adolescencia que me dedique a defender con el alma, los derechos femeninos, estaba en contra todo lo que significase perjudicial para el bienestar físico, social y académico de las mujeres. Encare a diplomáticos de distintos partidos políticos, con el fin de equiparar el número de oportunidades de emprendimiento a las personas de mi género con las del sexo opuesto. Combatí contra los agresores que hirieran física o sicológicamente a sus parejas. Era la representante indiscutida de la mayoría de la población femenina. Mi vida era perfecta, pero todo cambio con mi último proyecto: Legalizar el Aborto. Mi gran motivación para promover el aborto, eran aquellas muchachas que debían truncar sus sueños del futuro, debido a la dedicación a la crianza de hijos de padre irresponsable. Por esta razón, adherí una inmensa cantidad de personas a mi listado de enemigos, que a diario me enviaban cartas expresándome su disgusto. Un día revisando mi correspondencia, halle un curioso sobre adornado de payasos y globos, que en su interior tenía un pedazo de papel, escrito con caligrafía de niño de Kínder, con la siguiente amenaza:
“ALGUN DIA VIVIRAS EL DOLOR DEL ABORTO”.
Leerla me causo gracia, pero jamás imagine que aquel escrito, sería el comienzo de mi mayor desgracia.
Una tarde cualquiera, protestando con una decena de pancartas con mi fiel grupo de seguidoras, frente al Palacio de La Moneda, repentinamente emergió una banda de encapuchados que provocaron disturbios en la vía pública. Inmediatamente llegaron las Fuerzas Especiales de carabineros para calmar la situación, con sus carros blindados lanzaron bombas lacrimógenas y descargaron potentes chorros de agua propulsada contra los rufianes. Debido al riesgoso acontecimiento, hui desesperada en busca de algún refugio para no acabar lastimada. Esto fue lo último que recuerdo, antes de despertar completamente desnuda, atada de manos y pies, contra la pared de una habitación oscura y temperada. Al no entender tan confusa situación en que estaba envuelta, sufrí una terrible crisis de pánico. Mientras jadeaba incesantemente, apareció entre las tinieblas, un individuo corpulento, de rostro desaseado con vestimenta de cirujano que sostenía una vela encendida entre sus manos. Se acerco a mí y dijo:
- Bienvenida Juanita. Hoy es tu día de suerte y lo recordaras por el resto de tu vida, ya que serás testigo presencial de la causa que tanto defiendes, es decir, el ¡A-BOR-TO!.
Llorando desconsoladamente respondí:
- Por favor Señor. Por el amor de Dios, no deseo mirar tan desgarrador acontecimiento.
Después de mis suplicas, sonrió malévolo y prosiguió:
- No te preocupes, pequeña. Tú, no veras nada, sino que vivirás algo.
- No entiendo Señor. ¿Qué me quiere decir?
- ¡¿Qué te quiero decir, qué te quiero decir?!- rio demencialmente y continuo- Te quiero decir que vivirás el dolor del aborto.
Cuando termino de decir la última frase, recordé aquella carta decorada de forma infantil, y se la mencione:
- Señor, ¿usted… me envió un sobre con payasos y globos?
- Si… mi niña.
Luego sollozando, le implore:
- No me haga daño por favor. Si yo no estoy embarazada. Por misericordia, déjeme salir de aquí. Le daré lo que usted desee: mi auto, mis joyas, mucho dinero…
- ¡Silencio!, yo no te he pedido nada. Y no me ruegues misericordia, ya que tú no conoces esa palabra. O ¿sentiste misericordia por aquellos pequeños indefensos torturados en el aborto?, ¡NO! ¿pensaste en su dolor al verse privados de vivir en el mundo exterior, sin derecho a defenderse. Y ser condenados a pena de muerte, sin siquiera lastimar a nadie?, ¡NO! Así que no me supliques misericordia… y no te preocupes si no estás embarazada, ya que tú serás la victima de este aborto.
- Sigo sin entender… ¿Cómo seré victima del aborto, sin estar embarazada?
- Que estúpida que eres, pequeña. Acabo de mencionarte quien es la victima del aborto, y sigues sin entender.
- ¡Por favor, señor!, no me dañe. Le juro que desde ahora en adelante seré la mayor partidaria en contra del aborto.
- Ya es muy tarde, pequeña bebita. Ya tengo todo preparado para el aborto que vivirás. Este ambiente cálido y oscuro, es la misma tranquilidad que le arrebatan a aquel angelito indefenso sin derecho a existir.
Luego me dio la espalda. Se dirigió a una mesita, cogió una botella con un líquido incoloro que roció sobre un paño que me unto en la nariz. Mientras me dormía, comenzó a cantar una canción de cuna.
Cuando recobre la conciencia, me hallaba en un lugar completamente oscuro y fétido, con el cuerpo totalmente paralizado, a causa de esto grite desesperada en busca de auxilio. Cuando ya perdía las esperanzas de obtener ayuda, de repente se abrió el cielo, y los rayos ultravioletas penetraron en mis ojos. En mi ceguera momentánea, oí una voz masculina temerosa, que lloriqueaba desconsolada:
- Oh Dios mío. Que acabo de ver… esto debe ser obra del mismísimo Satanás
Un hombre vigoroso, me toma entre sus brazos, para sacarme de aquel horrible y asqueroso lugar en cual estaba, que se era un tarro de basura. De inmediato me subió a su vehículo, y se dirigió al Hospital más cercano.
El Medico de turno, apesadumbrado me interrogo:
- ¿Quién fue el desgraciado, infeliz, mal nacido, que le hizo tan severo daño, Señorita?
Sin entender sus palabras, ya que me encontraba desahuciada, le conteste:
- ¿Qué… me… hicieron… Doctor?
- Descansa muchacha, en su debido momento lo sabrás.
Al terminar de oír las compasivas palabras del facultativo, me dormí profundamente.
Al despertar, me encontraba en una habitación hospitalaria, conectada a una docena de maquinas. Sin entender, porque no sentía mis brazos, ni mis piernas. Con mucho esfuerzo incline un poco mi cabeza para averiguar que me sucedía, y para mi sorpresa, me halle completamente mutilada de mis extremidades.
Fui un feto abortado.
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