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-Esta noche es más oscura que cualquier otra- me dije a mi mismo mientras caminaba por el centro de la ciudad hacia mi casa. Había terminado la fiesta y solo me quedaban el sueño, la soledad y el alcohol en mi cuerpo como compañía, pero no era nada a lo que no estuviera acostumbrado, la ciudad se vaciaba en la noche y no había más ruido que el del viento moviendo olas en el lago. No quedaban preocupaciones, ni siquiera la retaguardia me preocupaba, nunca me había ocurrido nada que meritara un mal presagio o advertencia a futuros cuidados… nunca. La fiesta de la que venía no había sido de las mejores pues tuve que ver gente que no quería, cansancio y agotamiento me provoca tener que soportarlos, y sería todo de no ser por el último mensaje: “cuídate, mañana hablamos”… mañana hablamos… ¿eso es una advertencia o algo?, no lo sé, me pone nervioso, el cigarro en mi mano derecha me calma, y la mano izquierda en el bolsillo mantiene un poco de mi calor frente a los fríos vientos del sur.
-Solo faltan cuatro cuadras y dos calles, no es mucho- pensé. Estaba habituado a caminar, incluso de noche prefería hacerlo antes que tomar un taxi, por eso me dicen tacaño, pero termino gastando el dinero en cosas más importantes, como más alcohol para las siguientes noches frías. –solo faltan cuatro cuadras, dos calles y una de ellas… sin ninguna puta luz- cero luces, la calle no tenía luces. Era el tramo más largo que me faltaba, esa calle de tres cuadras, todo el sector estaba sin luces e irme por otro lado significaba arriesgarme y demorarme, no valía la pena, tenía que seguir a pesar del miedo, ¡y que tanto miedo me podía dar!, pues claro, una iglesia gótica a un lado no es para nada tétrica en una calle desolada y oscura, soy bastante escéptico. Esas cosas… es verdad, aterran bastante en un ambiente así, pero siguen siendo solo piedras sobre piedras, nada más que eso.
A pesar de todo el miedo, y que se iba a medida que me acostumbraba a esa oscuridad densa que me cubría, me seguía calcando la frasecita esa, ¿Qué me quiere decir?, ¿de qué me quiere hablar?, y el cigarro se acaba a tiempo para no completar el pensamiento, solo quedan las manos en mis bolsillos.
A lo lejos se escucha un paso que viene hacia mí, pero yo no logro ver nada, entonces empiezo a respirar un poco fuerte, -estoy preparado- me digo preparando los puños, solo sigo caminando. Las pisadas se hacen cercanas cada vez más, hay algo en ese sonido que me aterra, el agua que rebota bajo sus pisadas parece dirigirse a todo el espacio y avanza hacia mí, como un cazador furtivo, -como un asesino listo para degollarme- pensé… no estaba preparado, definitivamente no. Las pisadas toman decisión y mi corazón se acelera a medida que el murmullo de su voz está cada vez más cerca de mi rostro, me detengo entonces y luego de mi los pasos también lo hacen. Me quedo quieto por varios minutos y mi corazón ya no puede más… me empieza a doler la nariz y me doy cuenta que de ella sale un chorro de sangre, -¡qué está pasando!- me digo. Las pisadas aparecen denuevo, esta vez están demasiado cerca, ya no se qué hacer y me congelo en el instante que las pisadas se detienen justo a mi derecha. ¿mirar o no mirar?, ¿correré el riesgo?. Mi rostro gira lentamente, debía saber quién era mi parca, mi asesino, aquél que me llevaría al infierno, y al girar lo veo y salto del susto al darme cuenta que no es más que un perro –mierda- fue la primera expresión, tanto miedo por tan poco, cuando entonces un perro atrás mío corre chillando y ladrando hacia el lugar donde yo estoy enfrascándose en una pelea con el otro perro, y yo caigo a un lado arrastrándome a un lugar seguro sin poder ver aún donde estoy. Uno de los perros enmudece... el silencio invade el ambiente nuevamente y seguido a eso se escucha el sonido de la carne despedazándose, huesos rompiéndose y un enmudecido dolor… vaya escena… la recordaré por siempre. Solo debía seguir el camino, después de todo al fondo se veía la luz de la siguiente calle que pasaba por un embarcadero a la orilla del lago.
-aún no ha terminado- oigo murmurar desde el silencio. Miro rápidamente a mí alrededor y no veo ni escucho nada, solo el sonido del viento sur, aún así la escena anterior ya había dejado mi sangre en mis pies, estaba congelado, por lo que decido caminar de reversa, era lo más inteligente de hacer en ese momento, la amenaza de que algo más apareciera de atrás mío nuevamente era demasiada, no podía arriesgarme, aunque eso significara tropezar constantemente, era mejor así.
La luz estaba hacia mis espaldas, el peligro en mi frente, mi destino hacia atrás, solo debía seguir caminando de espaldas. Retrocedía a paso lento tomándome mi tiempo mientras el sonido del perro se iba desvaneciendo en el oscuro, y en el momento que lo dejé de escuchar me invadió una sensación de calma –estoy a salvo- me dije hacia mis adentros, el sonido del viento era mi único protector ahora y no quedaba nada más a mí alrededor, solo las líneas pintadas de la calle, ellas mantenían mi dirección. De pronto algo toca mi espalda y una garra me toma del cuello en un doloroso sentir. Me arrojo al piso gritando súbitamente y me arrastro dándome vuelta, al hacerlo observo los ojos de un gran dragón observándome y escupiéndome fuego quedándome estático en el acto. En sus ojos veo la ira, el terror y el infierno mismo, -este es el fin- me dije, mi respiración delataba el hecho, estaba acelerada ante el descenso de mi muerte, y hubiera sido así si no fuera porque un rayo me salvó de la muerte de mi cordura, iluminando mis alrededores y haciéndome entrever la verdad: una gárgola de la catedral. Empiezo a reír, que demonios me estaba pasando, era hilarante la situación. Sigo riendo hasta que mi risa se transforma en un pequeño llanto, estaba asustado y quería salir de ahí, sabía en el fondo que nada estaba ocurriendo, era solo mi paranoia. Trato de calmarme respirando poco a poco y mirando a la gárgola a los ojos, quería verla bien, quería sentir su realidad, quería darme cuenta que era solo piedra y no carne y fuego. Aún dentro del miedo me arrastro hacia atrás cuando siento una mordida tan real como la gárgola de mis sueños, una mordida directa a mi hombro, una mordida que me arrastraba a la oscuridad: ¡era el perro de antes y venía por mi!, -¿Qué hago ahora dios?- estaba tiritando y la sangre manchaba mi camisa escurriendo por mi cuerpo. El perro me arrastraba mientras sacudía su cabeza atacándome constantemente. Empecé a golpearlo con una rama pero él la despedazó con sus colmillos, soltándome por suerte. A medida que él avanzaba yo retrocedía más hacia la oscuridad ahora libre de sus dientes. Él me miraba con odio, miraba mi garganta como a su presa, y miraba atrás y en ese entonces escondía la cola entre sus patas y huía. -Es una suerte- pensé yo, “es solo suerte”, me repetía una y otra vez mirando hacia atrás y viendo nada más que nada. Una y otra vez me volvía mientras caminaba a mi destino inicial y cada vez que miraba no había nada. Una y otra vez, siempre sin resultado. La luna había pasado la mitad del cielo y la pregunta que me había estado haciendo desde un principio importaba nada en ese momento, solo quería sobrevivir de las amenazas, esas amenazas de la nada. Me levanté apresuradamente y caminé rápido, casi en un trote, incluso el intento de correr me aterraba al sentir que vendrían por mi, mi insano instinto me atacaba, ya no tenía cordura, la noche era más oscura que nunca y la luz se veía más lejana que antes. Solo un pensamiento remecía mi consciencia y mi inconsciente: sobrevivir. Una y otra vez me daba vuelta para ver quién estaba atrás, ¡yo sabía que había alguien ahí!… ¡entonces un paso escuché desde atrás!, -¡es él!- exclamé -¡sal de ahí Satanás!- dije dándome vuelta, viendo al ser más amenazador que había visto nunca, una sombra espeluznante que hacía que mi corazón se retorciera, mi cerebro se llenó de dolor y mis ojos de tristeza… debía huir… ¡debía huir de ahí!. Corrí lo más rápido que pude con el terror atrás mío, ya no existía nada más, nada importaba, no el hecho de poder perder una pierna, no el hecho de que estaba teniendo un pre-infarto, no el hecho que me había quedado ciego de un ojo de forma súbita, ni siquiera el hecho de mi sangrado de cuello a torrentes junto a mi ahora nariz y orejas sangrantes, mi sangre hervía de pánico, nunca había sentido tanto terror y sentía la respiración de aquél ser atrás gritándome, sentía sus garras en mi espalda retorciendo cada músculo de mi cuerpo solo con la imagen mental de ese ser desgarrando mi carne. Salí de la calle, logré llegar a la luz cayéndome estrepitosamente de cara a una valla de madera, en eso un viejo que fumaba bajo un árbol en la oscuridad cercana ríe de mí y las luces de la calle se prenden. Estoy todo adolorido, sé que estoy a salvo, solo quiero ver que es lo que me quería matar. Lo miro una vez más y el terror de mi vida yace ahí: un árbol caído cuyas raíces roídas por el tiempo y la lluvia lo habían dejado arrojarse a la tierra… no había nada.

Texto agregado el 07-08-2014, y leído por 95 visitantes. (0 votos)


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