¿Cuándo se atenuó lo infinito?

Sin darnos cuenta, esa mirada sempiterna se fugó, se fugó a la caricia penitente y haraposa.

Viajábamos en una rutina pedregosa y en vez de pavimentar caminos, fuimos arrinconando el trecho.

Y así construimos un derrotero inacabado.

¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde ese primer error?

¿Cuándo golpeó lo finito a nuestra puerta?

Me arrepiento de permitir que lo finito y lo intrascendente acariciara tus rizos.

Me arrepiento que tu mirada helénica se posara en la gris y amarga de mi lastre.

Me arrepiento de no hacer algo por el fragmento de tus palabras.

Hoy me espeta el espejo de la vida, y cristaliza los pasos perdidos del derrotero sin guía.

Un Lazarillo es necesario, la megalomanía nos induce en errores y tergiversa el caminar.

Y pasa el tiempo..

Me pongo viejo, mi pelo comienza a ponerse cano, y no quiero que la voz de la experiencia entre a mi vida sin ti.

No lo quiero.