Sincronía
Pierre Dupont, hijo de una ilustre y adinerada familia francesa fue inscrito por su padre en la escuela de oficiales de Francia, donde se graduó con honores. La excelencia manifestada en su paso por la academia, significó que le fuera asignado a su cargo uno de los escuadrones de Dragones.
Napoleón formó la guardia Imperial como un regalo para Josefina, Dupont fue elegido personalmente por el Emperador para formar parte de la protección del palacio en que habitaba la bella emperatriz, quien prestó servicios con orgullo y reverencia, luciendo con gallardía el bello uniforme que les destacaba de otros regimientos. Era verde con vueltas rojizas y lo más llamativo era su casco de Dragones con una larga cola de crin de caballo y un adorno frontal de piel de leopardo. Su armamento estaba compuesto por un sable de hoja recta como el de los Granaderos a Caballo, mosquete a la francesa y una pistola en un estuche al pecho.
Sin embargo las cosas cambiaron de un momento a otro para el joven y talentoso Pierre Dupont, la incursión a Rusia hizo que el Emperador requiriera de los mejores y más capacitado hombres de su ejército, el joven oficial de 25 años fue llamado al frente de batalla.
Bien sabido es que las estepas son para valientes, pero el frío y el hambre pudieron más que la gallardía de los dragones y sus hermosas cabalgaduras. Las tropas rusas les permitieron adentrarse, esperándolos, sumiéndolos en el largo invierno, diezmando estrategicamente al ejército francés con cada arremetida.
Debido al largo recorrido que debían hacer los convoyes con vituallas que se iban quedando enterrados en la nieve, Napoleón ocupó una Moscú evacuada, incendiada y desprovista de alimentos.
Pierre cae cuando una espada rusa le penetra un costado, se arrastra en la nieve sabiendo que morirá. Pero una mano tibia y amorosa le acaricia la frente y cuando sus ojos se encuentran con los de ella, siente que es un ángel que alivia el dolor de sus heridas y que luego le toma de un brazo, obligándole a levantarse y apoyándole contra su frágil cuerpo, se eleva con él de regreso a Francia a las puertas Château de Trécesson, el Castillo de sus antepasados, la dama le sonríe lo abraza de nuevo y le guía a una de las habitaciones que dan al oriente del lago que rodea el castillo.
- Descansa, hermoso mío; yo lucharé por ti en la batalla, pero vendré a verte cada día hasta que te recuperes.
- Quien eres y como harás para luchar en mi lugar en esa frialdad que quema…
- Duerme que yo me encargaré de todo
Pierre se adormece, pero cada día el canto de las aves, la cadencia de los árboles y el rumor del agua le acompañan cuando abre los ojos y ella está ahí como dijo, curándole las heridas y vertiendo agua miel en un cuenco blanco y pan fresco con especias que le recuerdan su niñez.
En los últimos encuentros ha podido observarla, luce un vestido blanco con una cinta bajo el busto, es de una tela suave y bordada que no se ajusta a su cuerpo, cae delicado hasta sus pies que siempre están descalzos. Su cabello rizado y recogido por un peine con pequeñas piedras blancas incrustadas, enmarca un rostro hermoso de facciones perfectas y ojos grisáceos, casi violetas.
- Eres hermosa - le dice - creo que ya te había visto en mis sueños
- Duerme un rato mas Pierre Dupont y luego recorre el castillo, las mucamas te atenderán y te darán lo que necesites
- No te vayas aún te lo ruego, tu imagen me llena de recuerdos, ¿eres acaso la dama condenada muerte por su familia, por amar a un soldado que estaba de paso? Te casaste con él a escondidas y ese es tu traje de novia. Tu historia ha sido cantada por generaciones en Château de Trécesson.
Ella le sonríe y se aleja, le muestra ropa limpia a los pies de la cama.
Dupont se viste y recorre el lugar lentamente, conoce el Castillo, también sabe que nadie lo habita hace tiempo, sin embargo todo luce hermoso. Afuera su caballo es paseado por un muchacho que le acaricia las orejas y le cepilla el lomo. Pierre camina por el parque y una paloma blanca le susurra al oído que la nieve cae en las praderas de Rusia, la toma en sus manos y la envía por más noticias.
Sentado bajo un árbol en espera del atardecer, ve a la hermosa dama blanca llegando a las puertas del castillo, luce el uniforme de los Dragones, ajado, maltrecho por la lucha de la que ha sido parte, de su cinto cuelga la espada y en su pecho la pistola, sobre la montura el mosquete, Pierre reconoce su armamento y entiende que ella guía a sus hombres mientras él se recupera.
Camina a su encuentro, pero al cruzar las gruesas hojas de madera, ella viste nuevamente el hermoso vestido de organza y su cabello está adornado con flores silvestres de la campiña francesa.
Ella lo mira con ternura, él la toma de la cintura para bajarla del caballo.
- La paloma te traerá noticias más tarde, tus hombres regresan a casa, con sus muertos y heridos. Vuestro Emperador vuelve derrotado y Europa entera se levanta en su contra. Debes retornar a casa ahora, tus hombres han sentido tu presencia entre ellos todo el tiempo, pero es momento de que así sea, toma tus armas y vete.
Pierre Dupont cae del caballo, aturdido por algunos instantes, siente el aguijoneo de la herida en su costado, vuelve a montar y recorre los últimos kilómetros a la cabeza de sus hombres.
Entran a París a fines de Diciembre, la Navidad se celebra entre refriegas y traiciones, Napoleón abdicará en algunos meses, así se lo confidenció la dama blanca, pero mientras esos hechos no acontezcan, aún le quedan muchas batallas.
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