AGRESIÓN

La mujer frunció el ceño al abrir la puerta. Los rayos del sol le dieron de frente, teniendo que restregarse los ojos, cuando la claridad del día hirió sus retinas.

Sus ojos cansados miraron con desaliento al hombre parado en el hueco de la puerta.

Era una mujer jovial que a su edad se había conservado muy bien. El trabajo de costurera le había sentado a la perfección. El pedalear constante en la máquina de coser para ganar el sustento del hogar y educar a sus hijos, le había proporcionado una vida saludable. Piel blanca humectada, bustos firmes y unas pantorrillas hermosas y bien torneadas a la vista, hablaban de que se encontraba en perfecta condición física, una bendición de Dios.

Su bello rostro se contrajo al mirar al recién llegado, mostrando una cara de sorpresa, donde se deducía que aquel hombre era conocido. El recién llegado, sin reparar la desnudaba con la vista.

Decidida, sin decir nada, se separó de la puerta dejándolo pasar al interior de la casa.

Sin mandarlo a sentar, el hombre buscó con la vista
un asiento para acomodarse, arrellanándose plácidamente en uno de los muebles. Ella se mantuvo de pies, a la expectativa y muy inquieta, se le notaba en la expresión de su rostro.

Los ojos serenos, espíritu sosegado hablaban de un hombre acostumbrado a la vida fácil y a lidiar con situaciones embarazosas.

Se movió en el asiento, carraspeó para aclarar su garganta, luego sin más y más, le tiró a la cara.

-¡He regresado a tu vida! – La mujer muy inquieta al oírlo, dio unos cuantos pasos hacia atrás. Muy nerviosa se estrujó las manos, luego levantando la voz, dijo.

- ¡Ya… ya nunca más seré tu mujer! Dejé de serlo, desde el momento que me abandonaste hace más de treinta años.

El hombre muy molesto al escuchar a la mujer, se levantó atropelladamente del asiento, le fue encima queriendo agarrarla por un brazo para besarla. Ella, con desprecio, sigilosamente se separó de él dando pasos hacia atrás sin hacer ruido, ni levantar la voz.

El hombre herido en su interior al ser rechazado por la hermosa mujer, vociferando como un energúmeno la persiguió por toda la sala hasta alcanzarla, tirando de ella como si fuera su propiedad, desgarrando su vestimenta, besuqueándola a la fuerza.

La mujer se defendía, pero la fuerza del hombre, superior a la de ella se impuso. Gritando enfurecido, dándole cachetadas y trompadas, la tumbó en el piso para abusar de ella.

La mujer lloriqueando cedió, tratando de engañar a la endemoniada bestia. Confiado, se aflojó la correa sacándose el pantalón, levantando la falda del vestido a la mujer….

Ella, con un descuido del malvado, buscó sus testículos, zarandeándolo indignada y sin control.

El hombre sin fuerza, rendido, aulló como una fiera herida, lanzando manotazos al aire sin alcanzarla.

Fue entonces cuando aquel hombre con un cuchillo en la mano entró en escena, al escuchar la bronca en la sala de la casa. Al verla gimoteando, tumbada en el suelo con el atuendo roto, tomó al extraño arma en ristre para hundirlo en su entraña.

- ¡Desgraciadooo…. Muereee…!

-¡Nooo…! – Gritó la mujer - ¡No lo hagas! ¡Es… tu… padre…!!!

JOSE NICANOR DE LA ROSA.