Poco descansaba, solo podía pensar en la muchacha que todas las noches venía en sus sueños a tener un onírico amor de novela, al despertar anotaba rápido su sueño y lo preparaba en tres actos para contarlo a primera hora en la oficina, ya todos esperaban la novela de su oniria enamorada. Pero ese día fue distinto, no fue al trabajo ni tomó su micro habitual porque esa noche había soñado que por fin la encontraría a dos cuadras de su casa, y ahí la vio, sentada en una ruta del mar que desfilaba veloz por O’higgins.
– si alcanzo esa micro, nos volveremos a ver-. le apostó al destino. Corrió como nunca antes, esquivó ambulantes y transeúntes, casi fue atropellado dos veces y perdió un zapato y casi un diente por un chofer enfurecido.
Al llegar a Prats, el semáforo lo bendijo.
Alcanzó sin aliento su ventana, contento, brillante de sudor y con una sonrisa inmensa.
Ella lo miró asombrada sin comprender gestos ni saludos, creyó reconocerlo de la facultad, un amigo de la patricia, pero no estaba segura, los respondió curiosa.
Ahora es ella quien sueña con él.