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Inicio / Cuenteros Locales / JoseLuis16 / La catarsis (Cap. 2)

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La noche ha caído totalmente y no se levantará hasta que el sol la obligue. Pequeñas luciérnagas reemplazaban a la iluminación natural y la mayoría de los capitalinos volvían a sus hogares, desde la Villa de Guadalupe hasta el Bosque de Tlalpan y desde Pantitlán a Chapultepec. En la colonia Counthry Club Jane cumplía con el protocolo anterior. Quería deshacerse del estrés del inicio de semana, su cómplice sería la almohada; su plan marchaba de maravilla hasta que recordó que su casa se había convertido en la guarida de un recién salido del psiquiatra. Espero que no la haya quemado, por lo menos me conformo con que no haya policías afuera de mi casa, pensaba Jane. Cuando dio vuelta en la calle de Atletas dejó a un lado todos sus recuerdos diciendo “Dios no existe” o “Primero muerta que cristiana” y comenzó a gritarle en voz baja al Altísimo para que cada ladrillo de su inmueble estuviese en su posición original. Se sintió aliviada cuando descubrió que el hogar que habitaba desde los 19 años estaba intacto, a su mente volvieron las ideas ateístas. Se ahorró el paso de insertar la llave, tenía quien le abriera:
-¿A quién busca?
-No te hagas el payaso.
-Bueno pasa aunque no te conozca.
Acomodado, así es como estaba el interior, el piso casi recuperó su color original:
-¿Qué diablos le hiciste a la casa?
-Es un hecho que no la destruí.
-Hiciste más de lo que esperaba.
-No me lo agradezcas.
-Déjame adivinar, lo aprendiste en el manicomio porque ahí los obligaban a lavar sus celdas con su lengua.
-Buen chiste, pero no pasaba así, era con el cepillo de dientes.
Alrededor había libros de arte, desde su historia hasta lo más reciente en abstraccionismo.
-Veo que has estado leyendo.
-Más bien contemplando porque en esta clase de obras no hay casi nada que leer.
-Te equivocas-replicó Jane-.Pintar es mucho más que tener pulso con el pincel.
-Lo importante es que estuve entretenido un rato. ¿Cómo le fue a la señora profesora?
-La profesora no se queja, más bien asume con enojo que el director sabe de arte y administración lo mismo que de trajes para astronauta; la profesora opina que la mayoría de sus colegas no tienen la más remota idea de quien fue Picasso, quien fue Matisse, Gauguin, Derain o quién pintó “La coronación de la virgen”.
-¿Fue Ghirlandaio no?
-Vas un paso delante de ellos.
-¿A qué quieres llegar?
-A que la profesora está harta de vivir atrapada entre una bola de mediocres que creen que Bodeler fue pintor o que Jean Paul Sartre esculpía. Está harta de darle la razón a su madre cada vez que escucha a uno de los papanatas con los que tiene que convivir a diario.
-Creo que alguien aquí va a terminar loco.
-¿A poco eso se pega?-respondió en tono burlesco-. No te voy a agobiar con mis problemas.
-Yo vine a llenarte de algo más que problemas.
-Ya estamos a mano-dijo Jane-.Espero que ya hayas cenado.
-Sí a cena te refieres a dos rebanadas de pan tostado y un vaso de agua, mi respuesta es afirmativa.
-Muy bien, una preocupación menos-Jane bostezó profundamente-.Como es inicio de semana quiero perderme en un profundo sueño; te quedarás en la sala, más adelante compraremos un catre, en un momento te bajo unas cobijas y que tengas buenas noches.
Hace cuanto tiempo que no le decían eso, un simple “buenas noches”. Ya duérmanse escorias; era lo más cercano a ese deseo.
Una plaza, un charco de sangre, una caja y un camino de terraplén.
Se levantó de golpe, el sudor y los gemidos eran la clara evidencia de una pesadilla.
-¿Otra vez? ¡Maldita sea!
No pudo conciliar el sueño, por más que quería los ojos no cerraban y la mente no despejaba ese pensamiento transformado en sueño que hacía mucho tiempo no lo aturdía. Se paró del sofá y dirigió sus pasos a la ventana junto a la puerta, la lámpara del alumbrado público iluminaba perfectamente un rosal que crecía en el improvisado jardín y comprendió que esto apenas empezaba.
Volvió a su “cama” y cuando quiso darse cuenta el sol asomaba sus primeros rayos por el compartimiento donde admiró la rosa.
Se oían unos pasos en la parte de arriba.
-¿Qué hora será?
-Las siete cuarenta señor madrugador-contestó Jane mientras baja las escaleras-. ¿Por qué estás despierto y con la camisa mojada?
-Me serví agua y derramé un poco.
-Claro, también derramaste en tu frente y en los brazos.
Lo habían atrapado.
-Tuve “la pesadilla”-cuando dijo las dos últimas palabras bajó la voz.
-¿En la que un par de gnomos matan a puñaladas a un niño?
-No seas…-guardó la palabra-.La de “la plaza”.
Jane terminó de despertar cuando lo pronunció.
-Eso significa qué…
-Sí.

Texto agregado el 03-08-2014, y leído por 52 visitantes. (0 votos)


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