El hecho sucedió en un campo llamado Las Cruces. Todo empezó cuando andaba por las calles, no supe que estaba metido entre un movimiento huelguista.

Vi unos sujetos que arrojaban piedras a las autoridades, se enfrentaban unos con otros. Los guardias comenzaron a disparar, eran de marca Calibre 50. Yo huía.

Hubo una gran cantidad de jóvenes fallecidos en cada calle donde caminaba. Cuando pasé por otra parte vi a las autoridades delante de mi. Pensé que si pasaba huyendo me iban a matar. Reducí el paso, me les adelanté, y uno de ellos me hizo seña para detenerme:

- ¡Hey, joven! ¿Tu eres uno de ellos?

Alce mis manos hacia arriba y le contesté:

- No señor, yo soy un joven de la iglesia, soy inocente. Soy un servidor de Dios.

En ese instante llegaba un hombre llamado Gregorio, era un señor muy religioso y misionero de la palabra de Dios. Le dijo al guardia:

- Ese es un muchacho bueno, él no le hace daño a nadie. Y sí, él es de la iglesia.

La autoridad me dijo que siguiera mi camino e iba a estar detrás de mi para que no me pasara nada. Me hizo montarme en su motocicleta.

Nos dirigimos a un lugar donde encontramos unas personas sentadas jugando barajas. Andaban bien vestidos, románticos. El guardia se detuvo e hizo seña para desmontarme, disparó hacia arriba para ver si despojaban el lugar, ellos se quedaron como si no hubiese pasado gran cosa. Al ver que no hicieron nada los mato a todos.

Fue un hecho catastrófico, muertes y más muertes...