Ventana a la luna
Se cumplió el tiempo. Acabó la espera. Ella llegó. Sueltas las tristezas. Libertad. Me dejaste, en un abismo infranqueable; silencio y soledad; días para buscar el sentido, la esencia; probando aquí y probando allá, sin cordura; pero llegaste tú, para disipar mis males y mirar el centro. Por eso, oh, amada mía, disponte conmigo a entonar el canto del amor, ese que envuelve hasta la locura, que tiene razón de ser en la sin razón; basta ya de espera, entrégate a mí y seamos seres halados por el frenesí, ya no más palabras moduladas y murallas rectilíneas, llegó el momento del deliro; oh amada mía, mi alma desvanece sin un poco de tu ungüento; sé que desesperas por mí, tu boca entre abierta y tus pezones erguidos así lo anuncian. Oh, mundo cruel y displicente, vean el amor de mi amada, vean el amor de este que golpea la cordura y se entrega al festín. Todos, celebren conmigo, la llegada de la noche blanca.
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