Se empezaron a amar de tal manera que fue inevitable que aparecieran los celos por los amantes de antes.
Así están llenas las cunetas de cadáveres de amantes de antes. Cuando hubieron terminado el exterminio se vieron las manos llenas de sangre pasión y empezó a ser indiscernible si aquello era amor u otra cosa incatalogable. Aquella pareja empezó a acumular poder al tiempo que caían los que hubieron tomado la decisión en el pasado de quererlos. Más hubiera valido, rezaba un epitafio popular a su muerte, que no se hubiesen conocido. Y empezaron a ser pasado. Sobre su tumba- no hubo apenas premoriencia- de la mano en pétrea estampa estaban reflejados sus cuerpos, como si aquel amor hubiera sido el único que habrían de ver los siglos. En su redor, en el mismo cementerio iban regados quienes habían tenido la osadía de quererlos un poco.