Existen muy variadas verdades. La mayoría no son relevantes, no tienen ninguna trascendencia ni importancia; me refiero a cosas como el lenguaje o la matemática. La verdad que a mí me interesa hace referencia a la manera como yo mido el sufrimiento, esa es mi verdad, bueno, la más importante para mí. De acuerdo con esto, trato de usar las herramientas que están a mi disposición para acabar con todo el dolor. Para esto, uso la música, la literatura, la historieta y otras cosas más.
Si me refiero a verdades irrelevantes, podría mencionar aspectos relacionados con el idioma. Es decir, por ejemplo, la palabra “tubo”; se refiere a un elemento que un torturador puede meter por el ano hasta llegar hasta el vientre haciendo experimentar el peor horror posible; a mí se me hace que esa y todas las muertes en general son horrendas, sólo una persona que no es capaz de entender lo que significa el sistema nervioso podría pensar que la muerte en general es una bendición. La palabra “tuvo”, hace referencia al verbo tener en pasado en tercera persona; esto es, podemos decir que una persona tuvo un hijo y se lo mataron en una esquina por robarle el celular.
También hay que diferenciar las palabras “suicidó” y “suicido”; la primera nos dice que alguien en tercera persona no registra actividad cerebral permanentemente, pues se mató, y la segunda yo la podría usar en la siguiente frase: ¿Será que me suicido? La cual es la pregunta que nos hacemos todos los días los seres humanos cuando nos levantamos. Para que quede mejor ilustrado, doy otro ejemplo; la palabra “vez” hace referencia a una cantidad de tiempo; por ejemplo, nuestros padres hicieron porquerías una “vez”, y por culpa de eso estamos en éste mundo. La palabra “ves” se relaciona con la vista, la capacidad que tenemos los humanos para diferenciar colores, para deleitar la vista (sexualmente), para leer, para escribir etc.
En la matemática, se puede decir que 2 + 2= 4; pero jamás, va a ser igual a 7. Este tipo de verdades para mí son insulsas; sin embargo son importantes para nuestra comunicación interpersonal.
Así pues, no discuto con dos tipos de personas.
1. Los que no son críticos de la realidad: La mayoría de las personas a mí no me transmiten nada. Aproximadamente el 85% de los seres humanos profesan una religión; todas esas personas no son críticas de la realidad, por lo tanto los ayudo a cambiar. El 14% restante son seculares y creen en el progreso de la humanidad, en la felicidad y/o en la terrorífica supervivencia; cosas que también rechazo. Si me refiero a la literatura, menciono al que supuestamente es nuestro gran escritor: Miguel de Cervantes Saavedra; Su libro: “Don Quijote de la Mancha”, es un texto, que desde mi perspectiva no tiene sentimiento; lo he leído una vez completo y adicionalmente algunas partes por separado; y debo decir que el tipo no me agrada, no es un buen libro; ¿Cómo va a poner a pelear a su personaje con un molino de viento? Eso es un sin sentido. Y si ese es nuestro gran escritor, mejor no comento sobre los demás. En la parte gramatical no tengo nada para objetar. (Obviamente para su época). La literatura existe para fastidiar a los santurrones; en este momento de la historia no tiene ningún otro propósito. La literatura debe poder describir el horror de la realidad.
2. Los que no están de acuerdo conmigo: Mis aliados, los que tienen empatía conmigo, son los que miden el sufrimiento de la misma manera que yo. Los tontos se pueden superar; y precisamente escribo para fastidiar a mis contrincantes. Mi forma de medir el sufrimiento la hago criticando extremadamente la realidad.
Por encima de la humanidad están los animales, los más desventurados del planeta; usados por unos cuantos como mercancía, ciegos sin poder entender que sufren idénticamente a nosotros; por lo menos, los perros, los gatos, los cerdos y otros más con los que compartimos las mismas fibras nerviosas. Esta es mi causa principal en la vida, la defensa de ellos.
En cuanto a la humanidad, no hay ningún motivo para justificarla. Todo es una farsa; las religiones, la ciencia, la felicidad y el absurdo hecho de sobrevivir. Yo vivo con el tormento de la realidad; pero lo que hace la mayoría es mucho más horrendo, viven en la ficción y la dejan en el aire, sin ni siquiera quejarse de la realidad. Si van a usar la ficción, háganlo como yo, para criticar a la realidad y no la dejen en el aire. Muchos viven en la ficción e increíblemente dicen ser felices; esto es mucho más terrorífico que vivir con el horror de la realidad, o sea, estas personas viven doblemente con el horror. Por ejemplo, mientras una persona disfruta de su comida en su casa, un niño está muriendo de hambre, y esa persona ni se inmuta.
Mi forma de medir el sufrimiento la hago por las fibras nerviosas que tenemos. Nos metieron el cuento de que vinimos a disfrutar la vida, cuando lo que sucede es lo opuesto. Somos esclavos de nuestro cuerpo, de nuestras necesidades fisiológicas y de nuestra mente que siempre vive en caos, sea lo que sea que pensemos. Muchos no son capaces de ver qué es la muerte; hace referencia al sistema nervioso que nos puede producir un horror indescriptible, y que si no es mediante suicidio asistido correcto, la muerte siempre es horrenda.
Cada quien decide si prefiere vivir con el horror de la realidad, o vivir en el doble horror que es vivir en la ficción. Yo hace un buen tiempo decidí vivir con el horror de la realidad. Como la reproducción es la fuente del sufrimiento, por eso yo quiero acabarla. |