SE CERRÓ LA PUERTA

Me quedo de pie. Inmóvil. Los brazos tiesos colgando del cuerpo casi sin vida. La puerta se cerró muy despacio después de un tenue adiós pronunciado casi sin ganas. De ese modo te fuiste. De ese modo te alejaste de mi vida.
Sobre la inmensa mesa del comedor, sobre la negra mesa del comedor, hoy más negra que nunca, algo te olvidaste de llevar. Hay varias cajas. No las cuento pero son varias. Tienen varios colores.
Mi curiosidad puede más. Destapo la caja verde y adentro hay muchas fotografías. De encuentros, de viajes, de rostros sonrientes, de felicidad. Me atrevo con la caja rosa y adentro encuentro muchos recuerdos, algunos papelitos escritos con lindas frases de amor, alguna servilleta de un bar que contiene fragmentos de poemas escritos febrilmente en tardes tibias de otoño. También abro la caja de color amarillo y para mi sorpresa adentro contemplo algunas lágrimas, húmedas todavía, derramadas después de mis disculpas por tonterías que hice sin darme cuenta.
Y así, sigo abriendo las cajas y cada una me muestra y me cuenta de la vida, de nuestra vida, de los cinco años que estuvimos juntos. Finalmente abro la última caja, que tiene un color rojo intenso y adentro de ella hay pequeños trozos de papeles blancos. Los tomo en mis manos, los cuento, son cuatro y en cada uno hay una letra bien grande escrita con color negro. La R, la M, la O y la A. Los coloco sobre la mesa y los ordeno. Se forma la palabra AMOR y está destrozada y yo la armo y ahora me doy cuenta de todo.
Abro la puerta y corro a buscarte.
Ya no estás, ya no hay señales de vos. Sólo un niño que vende turrones me sonríe en la vereda.
Regreso a la casa vacía. Mi espalda cruje contra la puerta cerrada.
La mesa está vacía. Las cajas se fueron con vos.
Me quedé vacío. Te llevaste todo.