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El primer sonido que hice fue, wuaaa. Ahora la vida parece estremecerse con las guerras, matanzas absurdas que flagelan mi apenado corazón. Dudas tengo en el alma de tales atrocidades y tú mi amada. Dices que me abandonas. No soy un hombre perfecto y creo que eso no existe. Ver a mi alrededor me basta para darme cuenta de que no es así. Por qué entonces quieres que sea perfecto y me dejas solo.
Ella observa al cielo y pronuncia –No lo hagas difícil, mi amor es como el viento y dudo a que dirección habrá de girar. Lo único que debes saber es que yo te he amado y confió en que este amor se vaya acrecentando tal vez ya no a ti pero se va a alguien que lo aprecie.
El corazón de Marcus era fuerte pero habeces un hombre debe hacer lo que un hombre debe hacer. –Está bien, solo dime que me amas. Si lo haces te dejare tranquila.
Las palabras eran armas que calaban en ambos corazones y ella dijo –Te amo.
Esa fue la última vez que había visto a Rosse. El tiempo fue sanando las heridas y mi apenado corazón fue haciéndose fuerte. A lo cual me ayudo un viejo violín que me había regalado Rosse antes de marcharse.
Notas musicales emanaban de mi instrumento, notas bajas, notas suaves y fuertes. Notas que no nacían en mis manos sino en mi corazón. Aprendí a tocar el violín hasta adquirir maestría.
Las notas musicales fueron adquiriendo hermosas rimas que sedaban al tiempo, más un día, triste día Marcus tubo que enterarse de la partida de Rosse, a un principio dudo de su muerte. Pero el cáncer es cruel y no mira los corazones. Marcus corrió hasta la casa de Rosse. Los padres de Rosse viéndolo llegar le extendieron una carta. En la cual decía
–Amado Marcus te he visto con un violín y parecía el que te había regalado, me alegra que lo aprecies como yo lo hice. La razón por la que tuve que dejarte no fue por maldad sino por amor ya que el cáncer que tengo esta fuera de control y temo que moriré dentro de poco. Lo que más deseo es morir en mi cama y que toques esa hermosa tonada que yo invente. No me gustaría morir en tus brazos eso sería muy triste. Vamos que venga esa tonada majestuosa y violinesca. Con todo amor Rosse…
Marcus tomo su violín y se dirigió ante Rosse que yacía en su cama cual princesa de cuentos, había flores blancas que adornaban la habitación. Marcus puso su corazón al filo y aplico la bella tonada de violín, el tiempo se había terminado para Rosse. Exprimió su corazón hasta ya no poder más. Las prosas y canticos celestiales habían terminado en sueños ajetreados y cubiertos con flores blancas, mientras Marcus no hacía más que tocar el violín con el corazón y no con sus manos.
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Texto agregado el 30-07-2014, y leído por 127
visitantes. (1 voto)
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Lectores Opinan |
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30-07-2014 |
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Bello. buen final ***** m14 |
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