CON EL CUERPO DEL DELITO.
La agente, macana en mano miró con ojos de preocupación al hombre parado a un lado de la calle. En plena vía pública sostenía con una de sus manos su pene sin ningún remordimiento, tratando de orinar.
Temeroso, vio acercarse lentamente a la oficial con la macana en una de sus manos. Contuvo las ganas. Se mordió el labio inferior, cerró paulatinamente sus ojos, aspiró profundo, contrajo fuertemente los músculos de los glúteos tratando de contener la orina que, irremediablemente afloró a raudales en toda dirección sin poderla contener.
El líquido transparente y tibio fluyó como una tromba en linea oblicua, empapando las botas bien lustradas de la oficial, salpicando de paso su limpio uniforme recién planchado.
La rabia se apoderó de la uniformada al verse ultrajada por el desaprensivo. Levantó la macana para dejarla caer sobre la cabeza del bribón, conteniéndose en el último instante.
-¡Uf!... ¡Malandrín!... ¿En la escuela no te enseñaron buenos modales? ¡Desgraciado! – Arguyó la mujer policía ruborizada de mala manera.
-¿Qué modales, ni qué ocho cuarto? No ves que me estaba orinando y no pude contener la orina – Respondió el desafortunado hombre.
- ¡Estas presos por orinar en la vía pública! ¡Canalla!... ¡Camine! – Gritó de mal humor la uniformada sin poder contenerse, agarrándolo de manera que sus enormes bustos rosaron, acaloradamente el cuerpo del hombre.
Al hacer contacto los erectos pechos de la hermosa mujer con su cuerpo, le llegó una fuerte erección al afortunado hombre, exhibiendo libremente y sin tapujo su descomunal miembro viril aún fuera de la bragueta, al alcance de las vistas de la oficial y de todo el público que se encontraba allí esperando el feliz desenlace de la escena.
-¡Guardes el pene! – Ordenó enérgicamente y fuera de control la oficial.
-¡No! – Se negó el cara dura - ¡Tienes que llevarme preso con el cuerpo del delito!
Discutieron acaloradamente por un buen tiempo, la agente que guarde el pene y el hombre que no, hasta que la mujer cedió finalmente, exclamando.
¡Esta bien! ¡Esta bien!... ¡Te doy un chance! ¡La próxima vez no te salva ni Checheré! – Dijo la uniformada, marchándose enfurecida por donde había llegado.
Cuando la oficial se perdió de las vistas del público al doblar la esquina de la calle, el hombre, vanagloriando su pene le dijo.
-¡Si no te impresionan los hermosos senos de la oficial.… nos trancan a los dos!
JOSE NICANOR DE LA ROSA.
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