Ah, Sr. lector, no me tome por inmodesto, pero soy de los que tienen notables habilidades para el color. Ya me viene de chiquito. Con decir que después de los tallarines del domingo, mi tío Oscar me decía "pollito (ahora que soy un grandulón de barba crecida, a veces me llama "pollo") haceme en una de tus hojas canson número 3 un dibujito" (apareció una rima). En aquella oportunidad se le había antojado un gato. Yo me hice el tonto, pero bien entendido que era, porque tras esos pedidos de mi tío existía la inconfesada y socarrona intención de caricaturizar a un compañero de trabajo. Al fin y al cabo era una estratagema simple, contratar a un artista barato, o sea al niño, o sea yo, que no le cobraba un peso y trabajaba con entusiasmo, y después él, impunemente, se dedicaba al trabajo de guante blanco, posiblemente fijando el dibujito del gato con cinta adhesiva en un cofre de vestuario, bien a la vista del susodicho agraciado con características felina. Yo, como todo niño obediente, no esperé demasiado y cargado de papel canson marché hacia mi cama, allí desparramé mis faber castells y por lo menos una hora me quedé encerrado en mi cuarto.
Pero el tratadito sobre el color no se queda aquí, es más amplio, algo más que una lejana anécdota. Dicho de paso, el dibujo del gato quedó lindísimo.
Y eso me quedó. Un ¿inútil? don. No sé si llamarlo así. Pero lo cierto es que no dediqué ni un segundo de mi vida a alguna rama de las plástica, pero forzosamente quizá, más por motivo de mi novia, alguna vez empuñé la brocha gorda.
Pero algo no tendrá que calificarse de demasiado útil para que embellezca la vida. Y tengo pruebas. Aquí le dejo un ejemplo. Soy de los que miran un colorido semáforo y dicen
"zonzo y vergonzoso,
te pusiste colorado",
o
"atrevido, ayer
en esta misma esquina
me guiñaste un ojo".
Y bueno... ud. sabrá comprender. Créame, no estoy fumando nada raro. Esto es sólo un pequeño y muy modesto tratadito sobre el color.
El asunto del color a uno lo acompaña a lo largo de la vida. Todo va asociado a un color. Otro ejemplo: el auto prost de la vieja fórmula 1 de finales de los años 90 (lástima no poder mostrarle una foto por estos medios). Bajo su bella carrocería del más precioso azul francia, literalmente aullaba por las pistas del mundo un exquisito 12 cilindros. Pregunto, ¿cuál es su color preferido? El mio el azul francia. ("Qué me importa, dirá ud.") La cuestión es que después crecí. Uno se va haciendo grande, va dejando de a poco el irrefrenable fervor por los fierros.
Fue entonces que leí Rayuela, y ese azul francia se hizo también parisino sobre los pasos de la Maga y las deliberaciones de Oliveira. No conozco París, no sé si algún día tendré la dicha, por ahora sólo me queda verla en fotos. Pero que nadie me diga, por favor, que en París el cielo es cerrado y que llueve demasiado, yo desde acá prefiero imaginarlo de otra manera, con ese cielo de un azul vivo que se vuelca todos los días en el empedrado y acaricia el agua del Sena. ¿Comprende? Azul francia.
Y las personas no somos distintas, tan diferentes al cielo o las estrellas, o el sol. Nosotros también somo color. Sino, mírele el color de la ropa al que ahora tiene al lado, y si es perspicaz, se va a sorprender siendo capaz de enterarse adónde irá en un rato, o de dónde ha llegado. El color, sobre todo en la cara lo llevamos. Y no se trata de maquillaje o colorete, rouge o la base que utilizan las mujeres. No, el color que le digo es indisimulable.
Y a esto vienen bien algunos ejemplos. Lo entero, don Genaro es el carnicero a una cuadra de mi casa, y cada vez que me alcanza el medio kilo de picada desde el mostrador, yo sé muy bien si la última noche discutió con Jacinta, su abultada esposa. Porque, sin tenerla, le queda algo así como una enorme barba gris colgando desde el labio, tupiéndole el gesto hasta el mentón. O, sin ir tan lejos, mi cartero, que anteayer me alcanzó las facturas y un telegrama, estaba loco de contento, un payasito tenía dibujado en la cara. Y es de entender, su nueva novia le había dado la primera alegría.
Y ud., estimado lector, ¿qué color lleva en su cara?, ¿de qué color es la ropa que lleva puesta? Y recuerde, los colores son primos hermanos de los olores. Por eso, sea precavido, cuide por donde anda, porque hay muchos que, a sabiendas o por descuido, anduvieron demasiado tiempo en medio de una jauría de perros, y hasta puede que se les haya contagiado la rabia, y luego, los he visto, se sienten con el derecho de levantar un dedo, señalar a aquel porque es de izquierda o a aquel otro porque es de derecha, y desdeñan a la prostituta parada en la otra cuadra, cuando quizá, sin darse cuenta, vuelven caminando con deshecho de perro en la suela. Distinto sería que el hombre, cada tarde que entra en su casa, regrese con una flor prendida en la solapa, porque es de los que ha sabido encontrar el puestito de flores abierto en la esquina.
Gracias.
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