¿Oye, te pido un favor?, no te acerques a mí.

No, nunca he sido grosero ni descortés contigo pero tu cercanía es un dolor insoportable.

¿Has estado cerca de un horno de pasteles a 400 grados?, la sensación es insoportable, tanto que uno decide hacerse a un lado.

¿Alguna vez te has parado al borde de una azotea de un edificio de diez pisos?, miras al vacío, el piso te llama como imán y tu estómago se retuerce como si le echaras ocho litros de jugo de limón agrio.

Uno no se aproxima a un león aunque esté amarrado, nunca sabes cómo reaccionará, ni tampoco metes un dedo en un ventilador funcionando, el girar de las aspas son un evidente riesgo para tu seguridad.


Un día, me sentí tan fuerte que me metí a un mar embravecido y dejé que las olas me llevaran. En esa ocasión sólo la paciencia me ayudó a salir a flote, después de ser varias veces rebotado contra el fondo del mar.

Muchas imprudencias he cometido, tantas que creo que alguien allá arriba ha perdonado mi estupidez.

Por eso hoy te digo, por favor no te acerques a mí, porque más imbecilidad no podré tolerar y tendré que terminar por abrazarte como niño a su madre el primer día de clases, suplicarte como un condenado a muerte a su verdugo y pedirte que por favor…

me ames.