Sentirme culpable, por marchitar un hermoso rosal,
Este había estado a punto de morir algunas ocasiones,
Pero me aferré a devolverle la vida,
Renació, refloreció y despedía un hermoso aroma a vida nueva.
Un día dejo de compartirme su bello perfume,
Me sentía celosa, creía que yo ya no era especial para mi rosal,
Pues ya siquiera florecía, me mal viaje en que mi cuidado ya no era especial.
Encontré un rosal ajeno, que parecía flojo para dar rosas,
Intenté sacarle al menos un pequeño botón,
Deseaba sentir de nuevo que mi cariño podía dar vida a algo hermoso,
Pero era ajeno, no debí meterme con algo que jamás fue mío.
Mi rosal sintió mi abandono,
El ya no florecía, porque no era aún su tiempo;
No fui paciente, lo olvidé casi por completo,
Pereció por falta de amor verdadero.
Asesiné por despecho a un ser tan bello,
Me brindaba oxígeno y aromas suculentos,
Pero aniquilé hasta sus esperanzas de transformase en lo más noble de mi mundo.
No estuve ahí, cuando falleció,
Regresé demasiado tarde y la culpa me invadió,
Derramé lágrimas inútiles de arrepentimiento,
Porque murió decepcionado, triste, olvidado.
Fui egoísta e insensible,
Pero jamás sabrá cuánto lo lamento,
Ya todo está muerto.
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