Estaba soleada esa mañana de Julio, los árboles de la avenida lucían su ramaje desnudo, algunas de sus hojas secas aún oscilaban con la brisa, no tenía prisa, decidí caminar un par de cuadras para aprovechar el aire puro que había regalado la intensa lluvia de la noche anterior a esta ciudad contaminada por el smog. Delante de mí caminaba una anciana, su cabello blanco me pareció la pincelada perfecta para abstraerme en un cuadro otoñal.
Al llegar a la esquina, prudentemente se detuvo antes de cruzar la calzada, en ese mismo momento un motoquero frenó al frente de ella. Apresuré el paso, era extraño el motociclista, llevaba un casco de alta seguridad, antiparras amarillas, guantes protectores, rodilleras y reforzados bototos para conducir una moto mono cilíndrica. Al llegar junto a la anciana me di cuenta que el motoquero también era un anciano, al parecer muy alto en relación al tamaño de su moto.
Muy cerca de ellos escuché pedirle dinero a la anciana, casi sollozaba, es lo que me pareció, la anciana le entregó un billete y él besó a la anciana tomándola con las dos manos enguantadas, la anciana, desconcertada dio un paso atrás, el motoquero aceleró y desapareció entre buses y automóviles con la complicidad de un semáforo con luz verde.
-Está bien señora?-
-Si joven, estoy bien, ¡qué raro! Me dijo que se le había acabado la bencina-
Le ofrecí acompañarla pero respondió que no era necesario y siguió su marcha tranquila, como si nada hubiese pasado.
El anciano de la moto debe de tener la edad de mi abuelo, pensé, la señora anciana también, ni se perturbó, recordé el álbum de fotos de sus tiempos de motoquero, con jeans y casacas de cuero negro, les llamaban los Carlotos, por Carloto, apodo del jefe del grupo de motoqueros de los años ´50 que todos los días recorrían las calles de la comuna en filas de a tres con el Carloto al frente, solo, en la tarde, a la hora del Angelus.
El motociclismo fue y es una gran pasión no solo para jóvenes, también para adultos y mujeres, una pasión que no está al alcance del que lo desee. Puede ser que el estrafalario motoquero en su edad adulta logró cumplir su sueño de adolescente, no necesitaba bencina, necesitaba que alguien como la anciana que cruzaba la calzada, contemporánea, admirara su atuendo especial y su moto.
Mi abuelo siempre decía: Sea lo que sea, es mejor en el viento.
|