Suplicante cielo
de semblante rosa
me pides consuelo
cuando caen las sombras.
Y yo a ti suplico
que no me abandones
que lleves mis penas
donde no es de noche.
Cargame en tus alas,
llévame a esa nube,
dormiré en las aguas
que aún no diluyes.
Mientras, yo te cuento
de la luna llena,
que llena la noche
y la lleva a cuestas.
Que recorre sola
el profundo espacio,
salpicado todo
de escarcha de estrellas.
Y en ese danzante
transitar quisiera,
tener un amante
que como ella fuera,
clara, refulgente,
tímida, serena.
Pero algunas noches,
la negrura inmensa,
la toma y reclama
para ella tenerla.
He pensado entonces,
en el sol ardiente,
de tus días sin lluvia
sin gritos de trueno.
Tal vez él supiera
contemplarla absorto,
darle su calor,
abrazarla pronto.
Pero bien pensaste
que ello no es posible,
pues el sol brillante
de fuego invisible
quemaría la noche
y sería más triste.
Sólo sol te sientes.
Sola luna bella.
Penas que comparto
en mi amarga espera.
Y tú cielo magno
que has perdido brillo
¿te llevas mis penas?
¡Gracias!
Puedo estar tranquilo.
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