El par de miradas se encontraron. La de ella escruta queriendo hallar una pista pero termina escabulléndose hacia su mundo de sueños. Verónica reconoce la piel morena del hombre delineada por su delgadez, esos ojos, aquellas manos, el pelo, la boca. ¿Pero quién está bajo la cáscara?
La mirada de él sondea, interroga pero no encuentra respuestas ¿Quién es esta mujer que aunque me dijera su nombre, en realidad no me diría nada?
Roberto no tiene idea de lo que hace en aquel lugar con la mujer ocupando parte indispensable de su espacio vital. Da un último sorbo al café, retira la silla y se levanta, toma el portafolios con desgano. Lanza una última mirada al otro lado de la mesa sin esperanza de que la mujer objeto pierda rigidez, balbucee un sonido, o despliegue un mínimo movimiento que indique la naturaleza de su materia.

Cuando se cierra la puerta se abre el cerco, ella suspira profundo, le ha regresado el aliento y vuelve a ser mujer al menos por unas horas, tal vez hasta pueda tararear alguna melodía.