Con el corazón en mano después de haberme dejado contagiar de la pedagogía del empoderamiento, me inicié en un proceso creativo en la búsqueda de una estrategia que me permitiera hacer realidad lo aprendido aplicándolo con mis estudiantes. El objetivo principal era darles confianza en sí mismos, con capacidad en creer y soñar, nada más confiable que eso.
Desde hace mucho tiempo tenía una caja roja metálica, había pensado en algún momento que debía guardar algo en ella, la cogí, la miré y la destapé, se encontraba un poco oxidada en su interior, sin embargo eso no fue excusa para que yo me imaginara un mundo en ella. Me detuve varias veces a mirarla pensado en qué iba a guardar y recordé que una vez me habían contado la historia de la caja de Pandora, de la cual se supone que salieron todos los males del mundo y que en el fondo quedó un pajarito llamado esperanza, al recordarlo se me ocurrió que debía empezar con el factor sorpresa, así que le adopté a la caja el nombre de la historia porque pretendía en medio de tanta artificialidad emocional otorgarles a mis estudiantes un pajarito llamado confianza, era otra versión de la caja.
En una de las clases uno de mis estudiantes después de haberle hecho la pregunta de qué si soñar estaba bien me dijo :
- Profe, soñar es malo, porque los sueños no se cumplen, por mas que uno quiera algo no lo obtiene
A lo que yo le contesté:
- ¿saben por qué tememos soñar? Porque lo que pedidos gira alrededor del materialismo, siempre queriendo obtener dinero, objetos valiosos, un carro, una casa, viajes al exterior, en fin. ¿Qué es lo más importante?, hágase la pregunta.
Entonces decidí que de esa caja no iban a salir cosas malas sino sueños y deseos, otorgarles confianza y respeto por lo que quieren.
Al día siguiente fui al “supermercado” y compré un paquete de confites, estaba pensado en convertirlos en sueños, en deseos, expectativas, afirmaciones, interrogantes, en fin. Mientras iba por el parque camino al colegio me estaba ingeniando cómo iba a lograr eso, en que decirles cuando vieran la caja, la llené de dulces y la sellé. Estaba ansioso de que tocaran la campana para ir al grupo. ¡No sabían lo que iba a ocurrir en clase!
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