No eras una mancha más en el mármol
ni fantasía de mi ceguera vespertina;
eras tan tarde como la de ayer
y los lamentos eslabonados;
no pude
mas que resignarme a mirarte.
Oir
cuanto se ha muerto tu mirada
-que delgado es tu espectro-
soy el mismo departamento
y tú hecho de lejanías.
Despues que acallamos el ruido
de la ciudad amurallada
nos envolvió el parque:
júpiter se movió
otra estatua carraspeó,
te hablaba el acuátil dialecto
de un surtidor entristecido.
Cuando
los trinos comenzaron a morirse
en los cables,
tus ojos se ahogaban
en un pantano de calendarios,
nuestras epidermis
cansadas y agrietadas
se rehuían
en la noche diluviada.
Texto agregado el 23-07-2014, y leído por 82
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