Aquella noche no había mucha gente en el Casino, apenas unas cuantas mesas estaban abiertas y en el área de máquinas sucedía otro tanto. Era casi dos de la mañana de un día domingo. De pronto me percate que en la zona de máquinas de 5 ctvs. de dólar, en la parte del fondo de un tipo de apariencia extraña. Cuando me acerque noté que le estaba cantando a la máquina, parecía que desvariaba. Cuando estuve cerca de él, lo reconocí a pesar de los años. Si, era aquel cantante de rock de los años 70 que encandilaba a un mar de quinceañeras con sus desaforados gritos de rock. En aquel entonces se presentaba vestido en un traje de piel de leopardo y agitaba una frondosa cabellera mientras realizaba las más increíbles contorsiones en el escenario. Ahora cantaba aquella misma canción pero era un pálido reflejo de aquella legendaria figura del rock nacional. Le empecé a hablar y le dije que lo había reconocido. Se sintió muy halagado, parece que muy poca gente lo reconocía después de más de 40 años. A su lado tenía un maletín y dentro de él una gran cantidad de CDs con sus temas más conocidos, él mismo se dedicaba a venderlos y por su apariencia no tenía mucho éxito con sus ventas. Le compre un par y me obsequio uno más. Sentí una profunda pena de ver convertido a este ídolo de antaño en un personaje fuera de época y que era una fantasma de sí mismo. Al cabo de unos veinte minutos, sin un centavo en el bolsillo y luego de haber bebido más de la cuenta, abandono el Casino. Recordé con nostalgia sus presentaciones salvajes durante mi juventud, cuando decenas de bellas chiquillas se lo peleaban. Ahora olvidado y envejecido por las drogas y el alcohol se alejaba trastabillando por el lobby del hotel.
Algunos meses después me entere que lo habían hallado muerto en un hotel de mala muerte producto de una sobredosis de droga.