Catú

Estaba el catú deprimido, en toda la comunidad se comentaba de sus escasas luces a la hora de hilvanar frases, su poco desarrollado cerebro le impedía manifestar sus emociones. No sabía distinguir la comida de otras cosas por lo que grandes atracones de porquerías lo frustraban más.

Vivía alterado, toda situación lo llevaba al ofuscamiento y repartía aletazos y picotadas por doquier. Era el hazmerreír en el arca del barbudo capitán, profeta de los cataclismos, que se acordó de los plumíferos a último momento. Por alguna razón Noé quiso que la parejita fuera de la partida, cada especie con su consorte, en este caso con su fiel compañera.

Ya en marcha los zarandeos tenían a maltraer a toda la fauna embarcada que esperaba confiada encontrar su tierra prometida. La odisea duró varios meses, hasta que un día cualquiera asomó el sol y las aguas se escurrieron por entre las laderas del monte dejando a la vista el casco de la embarcación como fiel testigo del fin de las maldiciones.

Los primeros en salir, fueron los últimos que entraron, los catúes se lanzaron cuesta abajo aspirando todo el aire que admitían sus pulmones.

Ya en el llano solo buscaban el ansiado alimento, sin percatarse que desde lo alto del monte Ararat, un aluvión zoológico descendía con idénticas intenciones.

Según los últimos estudios de investigadores de la Universidad de El-Toberal, afirman que los catues se extinguieron hace al menos 4800 años, victimas tal vez de sus enemigos naturales, afirmaciones que fundamentan por restos fósiles de plumas descubiertos al pie de un monte muy cerca de los restos de una extraña embarcación.

OTREBLA