Todos los días se preguntaba si él pensaba en ella y él, desde su propio y diferente mundo, se preguntaba si ella pensaba en él. Ya estaban juntos, pero ellos no lo sabían. Se pensaban, se extrañaban, deseaban verse, sólo faltaba que se atrevieran a decirlo.
El fin de año marcó el inicio de las vacaciones y también el inicio de su historia. El momento se dio por azar, la vida les puso uno junto al otro en un asiento de bus y la conversación empezó a fluir y las horas comenzaron a amontonarse hasta sentir que el tiempo se detenía. Estaban sumergidos en su conversación, invisibles para el mundo. Tantas veces habían soñado en hablarse que, llegada la oportunidad, no podían parar de hacerlo.
No fue necesario que lo dijesen, al mirarse a los ojos por primera vez descubrieron que lo que sentían era mutuo.
Los días siguientes fueron soñados, hablaban horas y horas por teléfono y con cada palabra dicha confirmaban que lo que sentían era real. No vivían en la misma ciudad, pero eso no importaba, aunque eso hacía que el verse fuera un tanto complicado, pero por fin, después de varios intentos, pudieron encontrarse.
Ese día que parecía como cualquier otro día de inicio de vacaciones, quedaría grabado en sus mentes a fuego.
Él se encontraba solo en la casa donde habitaba desde hacía años y se pusieron de acuerdo para ir juntos a almorzar. Mientras caminaban por las calles ambos parecían muy entretenidos en la conversación y se sentían felices de estar el uno con el otro, reían y se deleitaban de la compañía mutua, pero en sus cabezas las ideas fluían y no cesaban de crear imágenes de lo que suponían en su interior que vendría.
Al llegar él, todo un caballero, sacó las llaves de su bolsillo y se adelantó a abrir la puerta. Él se hizo a un lado para permitirle pasar, ella entró delante de él y al hacerlo, él pudo percibir el suave aroma de su pelo aún húmedo, un aroma que quedaría en su memoria por siempre. La miró entrar y cerró la puerta tras ellos, verla caminar delante de él era una de las cosas que más le encantaba, no sólo por su belleza, sino más bien por la forma especial que ella tenía de moverse, con una lentitud increíble y como siempre dudando si avanzar o detenerse, y mientras hacía eso siempre reía y le miraba con los ojos más hermosos que pudieran existir.
La carne se cocinaba en la sartén, ella sólo miraba y conversaba desde un rincón de la cocina, sin quitarle la vista de encima quizás preguntándose qué es lo que hacía allí o extrañada de que alguien cocinase para ella, en su mente juvenil, el afecto parecía demostrarse de otras formas, por tanto esto era una absoluta novedad. Él le pidió que ayudase a lavar las verduras, ella respondió que no sabía, pero que igual lo intentaría y se dirigió al lavaplatos. —Floja —dijo él, y extendió su mano dándole un suave palmazo en las caderas al pasar, ella sólo rió y se dedicó a terminar con las verduras.
Los platos ya estaban servidos en la mesa de la cocina, juntos los armaron y se ocuparon de reír y divertirse mientras organizaban los alimentos para que se vieran apetitosos y lindos al momento de servírselos, él la miró y dijo —Podrías llevar esto a la mesa del comedor por favor, mientras yo termino el siguiente— Ella lo miró y sonrió y su sonrisa iluminó su rostro y el corazón de él.
La mesa estaba servida y ella miró lo que habían preparado y se sintió feliz, no por la comida, sino por el gesto, por la situación, porque era algo que juntos habían hecho para ambos, un obsequio mutuo. Dio media vuelta y pensó volver a la cocina para decir que todo estaba listo, camino tres o cuatro pasos y al cruzar el umbral que separaba el comedor de la cocina sus cuerpos se encontraron y sin decirse nada se acercaron uno en el otro, tanto que el calor de su respiración se podía escuchar con nitidez y el temblor nervioso de la excitación era evidente.
Sus labios se buscaron hasta encontrarse y se fundieron en el más suave, húmedo y dulce de los besos, un beso que cambiaría sus vidas para siempre, un beso esperado por años, un beso que hacía desaparecer sus diferencias y los enfrentaba uno a otro tal y cual eran, sólo un hombre y una mujer. |