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BENDITO ADAGIO" PARTE I (Narración)

«El tiempo corre y con él, la distancia se hace más extensa.»

A veces, sin embargo, una simple coincidencia basta para acortarla. ¡Como aquella vez!

La recompensa que el universo me otorgó en una tarde de mayo fue tan inesperada, tan placentera, que la sonrisa me duró el resto del día… y más.

Era sábado. Mi rutina: despertar tarde, organizar la limpieza, entrelazando el tiempo para mi deleite y el de mis narices frías.

Pero, en el transcurrir del día, llegó en mi mente un pendiente olvidado. Una obligación que no había logrado cumplir durante la semana: el pago del servicio de agua. Evalúe al instante si valía asumir el recargo o remediar el descuido. Y decidí salir.

El gran dilema: ¿Qué atuendo elegir? Me hallaba en ropa holgada, casera, sin el menor deseo de lavarme la cara, al ser un día de relajo y descanso. Pero esa incomodidad social que nos exige lucir «presentables» frente a los ojos ajenos me obligó enfrentarme al espejo.

Tras una batalla interna —este sí, este no, este me queda bien, este me queda mal, este me hace ver más gorda… aunque, bueno, estoy subida de peso. Para empeorar esa indecisión, el clima decidió sumarse al juego: el sol brillaba, luego se ocultaba tras nubes negras, después volvía con más fuerza… y finalmente la garúa.

Por cierto, soy fan de la lluvia, desde chica siento una gran fascinación por ella.
Mientras yo lidiaba con mis indecisiones, el clima también lo hizo, el cielo se estabilizó: sin sol, ni nubes negras. Un fresco intermedio suavizó el panorama. Logré escoger un estilo que me complacía y me vestí de forma casual, tomé mis lentes de sol, las llaves, y con un suave jalón al picaporte de la puerta, salí a la calle.

Apenas había avanzado unos metros cuando recordé que había olvidado el celular. Hubo intención de volver, pero, así como llegó se esfumó en una milésima de tiempo. No detuve el paso.
Dicen, que, si vuelves por lo que olvidaste, corres dos riesgos:
—Uno. Que el olvido se te haga costumbre.
—Y dos. Que interrumpas bellos momentos que tus pasos habían encaminado.

Con serenidad, caminé hacía la avenida, subí a un colectivo y elegí mi lugar favorito junto a la ventana. Una de mis manías: sentir el aíre en el rostro, perder la mirada en la velocidad, dejar que los pensamientos lleguen o que los recuerdos regresen como letras fragmentadas narrando microhistorias.

Poco a poco, ese calorcito inusual que acaricia me hizo salir del trance; el sol se abría paso entre las nubes. Cerré los ojos y respiré el viento ágil, que al mismo tiempo despeinaba mis cabellos, devolviéndolos su rebeldía natural. Una vez más, confirmé que las cremas no son a prueba de aire.

Mis dedos, acostumbrados a hacer de peine, trabajaron con destreza hasta que el colectivo llegó a su destino. Todo en sincronía con el tiempo. Descendí del vehículo, me coloqué los lentes y dirigí mis pasos a la entidad recaudadora.
En la fila había solo cuatro personas delante de mí. Me adelanté a tener el recibo y el dinero listo. Con la misma amabilidad con la que fui atendida, respondí un «gracias» y me retiré de la ventanilla.

Ya en la acera, sin planes para la tarde, mi mente maquinó una cita con las compras.
«Compras» … Solo pronunciar la palabra despierta en mí el gusto por perderme entre probadores, percheros y maniquíes. No resistí, la tentación fue más fuerte. Me encaminé hacía mi tienda favorita.
Las calles lo permitían: sin tumultos ni tráfico, sentía el aíre fresco acariciarme. Sin embargo, al acercarme a la tienda, la acera comenzó a llenarse. Cambié de rumbo hacia la derecha, dejando libre la izquierda.
Y en ese preciso instante… el universo derramó su gracia.
Mis ruegos —o los ecos de ellos, quizá antiguos, quizá repetidos — habrían llegado al confín de su oído atento y generoso. Entonces, lo vi.
Las personas descubrieron su silueta al mismo tiempo que mi memoria lo recordaba intacto. Tres metros nos separaban. Cada paso acortaba la distancia.
Sentí una emoción repentina: el encanto… el sobresalto. Se me cortó la respiración, y el desprendimiento de mis fuerzas fue inevitable. Un pez fuera del agua habría tenido más control por sobrevivir en esos segundos sin aíre.

Y aunque no sé cómo, sostuve un paso seguro, lento y decidido a no bajar ni desviar la mirada. Lo que si me permití fue soslayarlo, sin que él me descubriera.

Los lentes oscuros disimularon mi timidez. Sin ellos, sé que habría agachado la cabeza. Quizá él habría notado mi turbación. Quién sabe… Tal vez me habría detenido. Le habría hablado. Quizá nuestras pupilas habrían colisionado en un saludo, abriendo la puerta para saber que ha sido de su vida, que ha sido de la mía.

Intercambiar contactos, prometer un reencuentro, compartir un café… o, quien sabe.

Pero no.

Él me miró sin saber que yo también lo hacía. Y entonces, rehuyó.
Ese gesto bastó para que no me detuviera, para que no le sonriera, para que no dijera: «hola».

Guardo la escena en cámara lenta. Cruzamos el mismo aire. Respiré sin detenerme. Sonreí.
Sonreí hasta llegar a la tienda. Sonreí al recordar. Y ahora mientras escribo también sonrío.

Así terminó mi sábado: agradeciendo al destino por no haberme hecho volver por el celular y por regalarme un instante tan bello.

Han pasado días desde aquel encuentro fugaz.
Y aquí estoy… recorriendo las mismas calles, a la misma hora, buscando las esquirlas de su aroma.

Pero nada.

Susurro su nombre y me estremezco.
A veces, pienso que el destino es generoso.
Y cuando me conceda otra oportunidad, diré sin miedo:

—¡Hola Tadeo!

Hago un mohín triste, guardo las manos en los bolsillos y sigo caminando.


Continúa…


Krisna…

Puedes verlo en http://krisnatrazandounverso.blogspot.com/2014/07/bendito-adagio-parte-i-narracion.html

Texto agregado el 17-07-2014, y leído por 615 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
19-06-2015 Acabo de empezar a leerte querida Krisna y ha sido una gustosa experiencia, un deleite seguir todos los movimientos, la decisión de vestuario, de estar o no gorda, de la alegría de regalarse una tarde de probadores y el encuentro que aún te acompaña. Ahora tengo la tarea de llegar al capítulo 5 y 5* por hoy. jdp
21-08-2014 Auuu !! Que bello texto krisy, me transporte junto contigo en las actvidades cotidianas y pensamientos que generan. Cinco aullidos de compras PD: también adoro la lluvia... ehhhh yar
07-08-2014 Me encantó. Escribes como contándole a un interlocutor real, y eso lo hace fantástico. Además, el recurso literario descriptivo que usas y la fluidez de tu narrativa es cautivante. Un re abrazo. Y sí, es menester una segunda parte. SOFIAMA
31-07-2014 Un texto muy natural y una forma de narrarlo fresca, sencilla, sin artificios. imst
22-07-2014 Me gustó. Las descripciones son geniales. En hora buena. lapizqueescribe
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