Algunos piensan que la única finalidad del flúor en los dentífricos es bloquear nuestra capacidad telepática. No soy de esos.
Estás en tu Resort de cinco estrellas superior en una paradisíaca playa del caribe con palmeras, arena blanca, zumo de mango en los desayunos y cócteles en la piscina con sombrillita y sonrisita. El paraíso.
Pero algo habrá que ver fuera del hotel después de diez horas de vuelo. Seguro que tuviste mucha suerte con un taxista que conociste y que te llevó a sitios que no van los turistas, les impresionarás diciendo que conociste la isla por dentro y probablemente cederás a la tentación de mostrarte profundamente conmovido con la miseria de allí. Ya.
Yo sé que es mentira.
¿Y la pulsera? La pulsera naranja fosforito que te obligan a llevar en el hotel. Esa pulsera naranja fosforito inutil que llevamos todos y cada uno de los huespedes del hotel. No me creo que te sentarás en la barra de un bar local y te confundieras entre los parroquianos y no lo digo por tu tez blanquita y tu cartera donde billetes de cien dolares se mezclan con cruceriros indigentes. No, eso apenas importa. Ellos sólo ven la pulsera naranja fosforito.