Cuando el entra a la habitacion, la observa extasiado ya que ella porta el día de hoy un vestido rojo largo de satín, de tirantes delgados, con una provocativa abertura a la altura del muslo derecho.
Decidió hace apenas un rato que
se pondría las zapatillas de raso
que hacen juego con el color del
vestido; trae el
cabello suelto que cubre como un
velo su espalda, se
encuentra recostada en la cama
recubierta con sábanas de
color guinda, al lado del lecho se
observa el brillo cristalino
de dos copas de vino tinto.
El se encuentra frente a ella, que
observa atentamente
como se despoja de su camisa,
dejando su pecho desnudo, en ese instante algo se produce dentro de ella al ver los ojos de él, que se ven en ese momento tan enigmáticos como las profundidades de un abismo.
Se miran fijamente, con esas miradas que dicen todo y nada al mismo tiempo, en las fronteras de un silencio lleno de palabras mudas.
Entonces, él se acerca a la cama poco a poco, con el sigilo de un felino acechando a su presa; se sienta en la cama y con su dedo índice recorre lentamente la frente de ella, la curva de la nariz, hasta llegar a su boca que dibuja por completo.
Un fuego abrasador los recorre a los dos, entonces el continúa su recorrido ahora con toda la palma de su mano, por sus hombros, sus brazos, sus manos y después continúa lentamente por el contorno del muslo que se encuentra descubierto hasta llegar a sus pies, mientras hace esto la mira fijamente a los ojos, con una mirada ardiente capaz de fundir el hielo en un instante.
En ese momento...ella despierta, él se encuentra a su lado durmiendo plácidamente, ella recorre con su dedo índice el contorno de su cara, tal y como él hizo anoche, observa el vestido rojo que se encuentra en el sillón y un rubor viene a su mente al recordar todo lo que sucedió.
Se levanta ágilmente de la cama, se viste y sale de esa recámara sin pronunciar ni siquiera un adiós, para conservar intacto el maravilloso recuerdo de lo que sucedió...