Joder, si la pruna se atreviese beoda y encabronada a susurrarme a viva voz que mi muerto en su(de ella) cintura aúlla,
si por un segundo-luz reconociese un hilo de coz en su fibroso latiente descorazonador de patatas,
si a cada paso alejando el brillo de la perforada estampa corrigiese la culpable azarosa enemistad que nuestros pasados perfilan en la ingrávida tarde,
si al menos en un fulgurante refulgente urgente instante rebuscase en el ufano bolso una micra de bondadosa sonrisa en polvo recubierta por escabechados enanos tristes burlones,
si como mal menor en la bodega de un barco a vapor su amado odio se encarnizase con las ratas del lugar tan salítricas como artrósicas,
si por fin al marchar no ocluyese la cancela con tanto ímpetu dejándome despoblado, vacío e inmóvil tumbado en una cama de termitas diciéndome (yo a mí) que la entiendo,