Desperté esa mañana sintiendo una carga sobre los hombros. Me costó levantarme de la cama ya que en verdad sentía mucho peso, el cual no era posible de cargar por mis débiles huesos. Al colocarme frente al espejo, logré visualizarte. Estabas con ambas manos presionando contra mis hombros… tus muecas de esfuerzo por tratar de derrumbarme me estremecían, sin embargo estaba tan débil física como mentalmente, que no hice nada por tratar de evitarlo. Caminé descalzo por la habitación por unos momentos mientras tú por detrás seguías con tus manos apoyadas en mí. Pasaron diez, veinte, cuarenta minutos en los cuales seguía caminando y tú, como fiel espejo, caminabas y caminabas con tus manos sujetas.
En un momento me cansé y me senté en la cama, y tú seguías con tu mano apoyada en mí. Yo pensé que te marcharías, ya que ese día domingo no tenía mucho que hacer, por lo que no tenías de qué cosa apartarme. Mientras intentaba coger el vaso de agua del velador, tu mano gris me detuvo en seco.
-¿Qué crees que estás haciendo? ¿Vas a seguir siendo sometido por mí? – preguntó con el ceño fruncido- Era primera vez que la Timidez me hablaba tan seriamente.
-No sé a qué te refieres, he estado todo este tiempo bajo tu amparo, jamás nunca osé a desobedecer, no sé por qué tiendes a quejarte.
-¿No te das cuenta de lo que has perdido todo este tiempo? ¿Todas las personas con las cuales dejaste de hablar? ¿Todos esos mensajes de textos, llamadas que gracias a mí no lograste recibir? – esta vez sus ojos me miraban no a mi cara, sino que a lo más profundo que un ser humano, incluso dominado tiene y que es propio… el alma.
-Nunca pude superarte, en las facultades no imparten cursos de cómo dejarte, aunque debo confesar que tener una cierta parte tuya sí ayuda, sin embargo, yo soy el extremo, te lograste apoderar de mí y aunque quise, nunca te pude apartar. – se me cayeron un par de lágrimas al decir las últimas palabras - ya que es verdad… cuántas noches quise estar con amigos, que alguien se preocupara por mí, y no estar en casa leyendo, no estar aquí, en esta habitación sólo contigo, quién sólo en este tiempo te dedicaste a apoderarte de mí, y yo sumiso, acepté.
-Ya es tiempo de que me vaya, pero quiero que tú me logres expulsar… deja que me vaya. Yo no soy bueno. No tengo un alma noble como la tuya, ni siquiera tengo alma… quiero que abras los ojos y me dejes de lado. No me vas a extrañar, es más, te alegrarás y tu alma será la más contenta con mi exilio. Sólo deja que me vaya, por favor.
-Pero si no te voy a extrañar, explícame qué será de mí. Si no fuese por ti no obtendría este rendimiento ni éxito en mi vida. Mi vida social está en desuso y lo reconozco, pero dime, si no es por ti… ¿Cómo lograré mantener este éxito?
-Ese éxito no fue gracias a mí, todas esas noches en que estudiabas arduamente y sacrificabas fiestas y alcohol, no fui yo el que intervino… ese sólo fuiste tú, no creas que yo fui el que te cumplió. No me veas como un hechizo o algún tipo de sortilegio, yo sólo vivo en ti porque tú dejaste que me quedará a vivir acá. No tengo ni cuerpo ni alma, sólo estoy porque tus debilidades me crearon. Ya sufriste mucho, son muchas lágrimas para tan noble alma, e incluso me arriesgaría a decir que eres una de las almas más nobles y humanas que en toda mi carrera pude conocer. Yo sólo te guie a malas estrategias, todos esos desacatos y errores los provoqué yo… soy enfático en decirte que debes expulsarme.
No podía creerlo, era primera vez que esto se lograba revelar ante mí. Me costó mucho darme cuenta de que tenía razón. Que él estuviese aquí sólo había ocasionado todos mis problemas y no me había dejado desarrollar la otra faceta, la faceta social. Tragué saliva y exclamé:
-Tienes razón. Debes irte, sólo has ocasionado dramas –lo vi a los ojos y quedó sorprendido, tal vez pensó que nunca sería capaz de darme cuenta- así que por favor toma tus maletas, toma todos mis malos recuerdos y llévalos contigo, ya sé que debo hacer, ya sé que debo pedir disculpas por todas las actitudes irracionales y antihumanas que tuve. Sólo toma tus cosas y ándate. Timidez me miró lánguidamente, se calzó sus zapatos de cuero negros, se colocó su abrigo, tomó su bastón y sus maletas, y alzó la mano, mientras decía:
-Eres un gran chico. Serás muy exitoso, y te garantizo que cuando me vaya, tu vida estará muchísimo mejor. –mientras le daba la mano, una lágrima suya se dejó caer en mi mano. Soltó su mano de la mía, y se paró enfrente de la puerta blanca cerrada, y en un abrir y cerrar de ojos, la figura negra y blanca se lograron fusionar en mi puerta dejando un color gris… una vez que pestañeé, el blanco había vuelto a la puerta.
Desperté esa mañana, sin sentir una carga sobre mis hombros.
|