La lengua se arquea y retuerce
se pega al paladar,
toca los labios, y éstos,
por dentro, se muerden.
Con la boca cerrada,
mis palabras,
antes que gritar,
mueren.
Cuenta me doy que voz no tengo,
y si tampoco este cuerpo siento,
y si lo que veo no es,
¿estoy muerto?
Pero cómo pensar pues
si un muerto no piensa,
sólo vaga y suspira,
entonces,...duermo.
En su eterna liviandad,
Los sueños son, a la vez,
deseos que se pierden,
anhelos que se van.
Me pierden a mí también
en despertar de suspiros
esos que vagan perdidos,
igual que como los muertos
que tanto suspiraron vivos,
y quedan como cristales,
rígidos, transparentes y fríos.
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