Los objetos tienen valor por su aporte a nuestra comodidad, por utilidad práctica o por la belleza que puede ser lucida y envidiada. Cuando dejan en el pasado su funcionalidad al hacerse viejos, perder brillo y fortaleza, se vuelven inservibles, y cuando la postmodernidad los destina a la obsolescencia se vuelven desecho. Esa es la relación utilitaria que guardamos con ellos, ¿por qué ha de ser diferente si para eso fueron concebidos?
Pues me aventuro a compartirte un indicio de que el mundo de las cosas tiene sutiles vínculos con eso que los seres humanos llamamos sentimientos.
¿Alguna vez te dije que las cosas tienen alma? ¿No? Pues te lo digo ahora.
Te aseguro que tienen alma. No es alma que nazca con ellos, intrínseca como la nuestra, es la que ellos toman de nosotros. O si quieres, puedes verlo de este otro modo: es el alma nuestra la que permitimos que compartan.
Las cosas guardan la impronta de los momentos, cuentan de alguna manera la historia de tu vida. Dime si no.
¿Ves el reloj de péndulo colgado de la pared quien sabe desde cuándo?
¡Yo sí sé desde cuando! Cuando los días aciagos no habían nacido.
Míralo bien. Nunca funcionó, su péndulo nunca impulsó ningún mecanismo, las manecillas no se desplazaron ni un ápice hacia el tedio del hipotético recorrido circular, aun así siguió ahí, mirando con su mirar de vidrio, con la eterna sonrisa de manecillas. Creo que no quiso mover el tiempo para que no transcurriera ni en él, ni fuera de él. Quiso conservar para siempre el instante para hacerlo perdurar, para que los momentos felices los sintiéramos eternos.
Allá en la sala está el sofá, no podrás negar que tiene la huella del peso de los cuerpos ¿Dudas que tenga la de la piel?, la tuya y la mía que en ese tiempo eran una sola.
Sube las escaleras y contempla lo que fue nuestro lecho, huele, sí, a humedad, lo sé, pero concentra tu sentido del olfato, ahí está, no se perdió entre los gritos, es el aroma ceñido a las sábanas, a las partes más internas de la espuma artificial y los resortes, a lo íntimo, lo que hizo de los sueños delirio y que ahora ocupa la soledad como pesadilla.
¿Te das cuenta que no hay un lugar a donde tu mirada se pose pendiente de ser llenado con algo? Bueno, sí, el que tú dejaste, y es enorme, pero ese “algo” al que me refiero está compuesto de formas, sonidos, aromas, colores, consistencias, texturas, estados de la materia, estados de ánimo, ondas electromagnéticas, ondas de radio, malas ondas, ondas buenas; luz visible e invisible, ya me estoy repitiendo porque eso es el electromagnetismo precisamente, pero sigo, rayos equis, rayos gama, moléculas, átomos, protones, electrones, quark cima, quark fondo, quark extraño, quark encanto; muones, si, muones y neutrinos. Muchos neutrinos que pasan por los objetos, la piel, los huesos y ni quien se entere. Ten calma, es una lista larga, estoy pensando en más, en las sombras por ejemplo, sombras diurnas y nocturnas, las que forma el sol pero también la luna, las que nacen del fuego, la de los rayos que son sombras efímeras, las de las chispas que lo son más, las que hacemos nosotros al encender una lámpara ¿esas cuentan aunque sean artificiales?, pues yo creo que si porque son sombras de cualquier modo. Eso son las cosas, cosas compuestas por otras cosas, así hasta el infinito. Pero habiéndolo pensado mejor, creo que si hay un punto vacuo: El punto final que no ha sido escrito, ese que no está pero se intuye.
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