hace poco que he llegado de mi centro laboral... bajo el lomo de mi cuerpo tengo heridas profundas pero que no molestan... nunca supe quien fue mi madre ni mi padre... ni hermanos ni amigos... tan solo gente del diario laburo y una negrita que tiene el trasero hermoso y sensual como una yegua... no me hace caso, quizá porque soy muy mayor... la entiendo, pero siento que le gusto o le emociono cuando la miro directo a los ojos... pero, pasan los días, años y nada de nada... ya cuenta con más de dos hijos... dios sabe quién serán los padres, pues, no le he conocido un marido sino varios... nunca fui celoso, mas bien, me gusta vivir sabiendo que los demás son felices con lo que hacen... si ella es así, y es feliz, qué bien por ella... pero, sería hermoso acostarme un par de noches con ella... dejar a sus hijos dormidos y desaparecerme con ella, sabe dios por dónde... pero con ella... solo con ella... entrar a un cuarto y arrancarle sus ropas... besarla hasta hacerla sentir mi alma loca... en fin, mejor dejo de pensar en ella y sigo contando lo que quería contar...
en mi diario laborar, encuentro un sentido... sobre todo cuando llega la hora del almuerzo... me dedico a limpiar los pisos de una fábrica de losas y adornos de cerámica... contamos con más de cincuenta hornos de ladrillo y nada, tan solo laboro limpiando los pisos que se llena de aquel polvillo blanco que se impregna en mi rostro... y cuando termina el laburo, me quedo un poco más para limpiar los hornos... son enormes, pero muy especiales... sobre todo cuando el calor se va apagando y el color de los ladrillos se hace plomizo... y se limpia no con agua, no, sino con un líquido que el dueños nos da todos los días... y que en algo nos afecta pues mis pulmones están llenos de algo pesado... es posible que me muera un día sin pensarlo, pero así es mi destino... hago lo que hago porque no sé hacer otra cosa que limpiar lo que los demás dejan tirado...
una tarde en que me quedé limpiando el taller, vi, tirado sobre el piso, dos hermoso aretes de oro o algo muy brillante y dorado... lo iba a devolver, pero el recuerdo de la morenita de hermoso cuerpo me hizo dudar de mi honestidad... así que cogí los aretes y lo guardé en un lugar muy especial... bajo tierra, bajo tierra... allí nadie lo encontraría... y dejar pasar los días y las noches... y eso hice... lo extraño fue que nadie se manifestó por la pérdida de dichos aretes... ya al cabo de dos meses, decidí sacarlos de su entierro... esperé la noche y fui a su sepultura... la busqué pero, no la encontré... ¿qué habrá pasado?, me pregunté... miré a todos lados y nada... seguí excavando por otros lugares aledaños, por más de dos horas, pero nada... había desaparecido... no me hice mas pelotas y decidí olvidarla...
los días pasan sin pedir avisar a nadie... y una tarde vi a la hermosa morena con los aretes que yo había escondido... ¿cómo habrá ocurrido esto?, me pregunté... la quedé mirando hasta que se detuvo... volteó y con una mano me llamó... me le acerqué y me dijo que le había gustado mucho los aretes... tan solo sonreí y dije de nada... "chau", me dijo... y la vi alejarse hasta llegar a una esquina para encontrarse con un tipo que jamás había conocido... se fueron andando y cuando llegaron a una esquina, ambos subieron a un bello auto... partieron y quedé solo, como siempre, preguntándome cómo ha ocurrido esto... quizá ella vio el momento en que yo escondía los aretes, pero ella no trabaja allí, por lo tanto era imposible... pero, ¿quién se los habrá dado?... con esas preguntas me hallaba cuando de un rincón de la cuadra apareció un hombre pequeño, calvo y de más de sesenta años, vestido con ropa de laburo y una mirada estúpida... me llamó la atención mucho... me pareció haberle visto, es más, me parecía conocerle... le seguí y seguí y vi que se dirigía a mi casa, entraba y cerraba la puerta... ¿quién le habrá dado la llave?... caminé y toqué la puerta... esta se abrió apenas la toqué... "pasa", escuché... di un paso, luego otro, y a medida que me acercaba a la voz, sentí que empezaba a elevarme mas y mas hasta sentir que me iba hacia el cielo... miré un poco mas y cuando estaba a punto de desparecer de mi propia casa, una mano cogió la mía... miré de quién venía y vi al hombre pequeño... y ya cara a cara pude saber que ese tipo era yo, pero no tenía los mismos gestos ni la misma manera de ser... "por supuesto", me dijo el hombre que era yo... ¿cómo ha pasado esto?, le pregunté antes que me soltara... "es simple, siempre he estado a tu lado, pero me he cansado de verte dudar y dudar, quedarte en una desidia sin final, así que decidí salir de la imagen que veía en tu espejo y ponerme en tu lugar y darme las satisfacciones que no te atreverás a dar jamás..."... luego, me soltó y empecé a flotar mas y mas hasta darme cuenta de que me dirigía hacia el sol y no podía controlarlo... tan solo me iba mas y mas... extrañamente sentí algo especial... lo que sentí fue maravilloso... la luz misma del sol me llenaba de un éxtasis sin nombre hasta hacerme uno con aquella luminosidad, así como una polilla a un foco de luz...
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